Capítulo 29

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Ella o yo.

Verónica

—Tú error fue dejarme viva cuando me pudiste a ver matado— tengo a Diana frente a mí apuntándome con un arma.

Observo el cuerpo de Brenda en el suelo, su sangre saliendo de su cien, mis lágrimas no bastan.

— Solo bastaron que les ofreciera unos dolares más a los trabajadores de Roberto para que me dejaran libre.

— ¡Dispara!— desgarro mi garganta— Acaba de una vez con la asesina de tu hermano.

— Que ilusa fuiste— me presiona la pistola en la frente— Mucho disfraz de fuerte y acá estás arrodillada ante mí.

— ¡Dispara hija de puta!

Ya no quiero luchar, mis manos están atadas y estoy arrodillada ante ella. Quiero acabar con esto de una vez y tener la paz que hace años había perdido. Observo a Junior a mi lado y la última imagen que veo es la de los ojos azules que tengo al frente apuntando con su traición, suelta el gatillo perforando mi cráneo.

Despierto agitada, sudada, con el corazón a mil al saber que esa mal nacida iba a matarme, es que no me creo sus palabras. La traición fue tanga que duele más que una bala en el corazón.

Salio de coma...

El paciente Steven, salió de coma.

Esas palabras retumba mis oídos, y el saber que estaba durmiendo hace que crea que es un sueño hasta que veo a mi alrededor y estoy en una habitación completamente blanca, y con una aguja en mi brazo que está traspasando suero. Me la arranco de la vena de un tirón y me coloco la chaqueta. Necesito saber si lo que oí no es un sueño.

Perderlo a él, ya sería un derrumbe para mí. Perdí a Mao, y ¿también lo iba a perder a él?

Salgo de la habitación, y camino por el pasillo que me lleva a la sala de espera, veo a Brenda, Esteban, Lili y Roberto. Sentados en unas de las sillas del lugar.

Hay algunos guardaespaldas regados por distintas esquinas.

— ¿Es cierto?— es lo único que pregunto.

Ellos voltean y se levantan rápido de sus puestos y se dirigen a mí. Menos Roberto.

— Te buscaré un poco de café — ofrece Brenda y yo asiento.

— ¿Qué ocurrió?— insisto por respuestas a Esteban.

El silencio del hospital, y escuchar pequeños murmullos de gente hablando hace que esto sea muy tenso.

Los últimos dos días que viví sin Steven solo pensaba en que se levantara de esa camilla y me mirara a los ojos con ese cambio de colores que su mirada transmite, escuchar su sonrisa ronca, sus consejos maniáticos, su apoyo. Fueron dos días, pero para mí fue una vida.

La balanza de vivir o morir era muy clara. Un 65% era suficiente para perder las esperanzas, pero aun así los  35% fueron ese pequeño rayo de luz que me dijo que no todo estaba terminado.

— Esta bien— comenta Esteban— Su salud, aún no mejora del todo. Necesita mucho reposo y que puedan cicatrizar sus heridas si seguimos los reglamentos de su recuperación al pie de la letra se mejorará pronto.

Entonces el peso que sentía en mis hombros ya no estaba, era como si mi único peso fuera perderlo. Nunca era el bien de ella, nunca fue si tenía que dejarla vivir era que, tenía que volverlo a ver a los ojos y escuchar un; "Todo estará bien".

Latidos infernales [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora