Capítulo 1

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Año 268 a.C.
Me encuentro en un gran bosque que ocupaba la mayor parte del monte Parnaso, Grecia. Árboles por doquier, a cualquier sitio al que mirases podías ver verde y más verde. Almendros, datileras, olivos y un sin fin de árboles que no podría ni tan siquiera nombrar antes de que mi vida se acabase.

En ese gran monte con todo tipo de tonos verdes, la encontré a ella, Titorea.

Titorea era una ninfa dríade, encargada del cuidado de los árboles, los animales, en otras palabras, encargada del cuidado del bosque, en este caso del monte Parnaso.

Titorea como ninfa, doncella hija de Zeus, poseía una belleza inmensurable, tenía el rostro más bello que había visto nunca, además sus orejas puntiagudas la hacía especial, la hacían única, como ninguna humana podría llegar a ser.

Yo Caesar, soy un simple campesino que a menudo suele ir al bosque para conseguir leña, aunque debo admitir que tiendo a quedarme un tiempo de más contemplando la belleza de Titorea. Ella no sabe ni de mi existencia, aunque creo que puede sentir mi presencia, al fin y al cabo es una ninfa, poseen ciertos poderes.

Desde hace un tiempo he estado pensando en algún plan para poder encontrarme con ella, poder al menos hablar con ella, no he comentado con nadie mi extraña atracción por ella, ya que afirmarían que es debido a que es una ninfa que me veo engatusado por ella.

Día a día voy al bosque, anteriormente era únicamente por el hecho de que necesitaba leña para poder calentar mi casa, pero a día de hoy voy simplemente para recostarme en un árbol y poder observarla sin que ella se percate.

Llevo varias noches pensando en el plan que llevaré a cabo, este consiste en resbalar en cierto punto del monte, de modo que ella tendrá que acudir a mi rescate y en el caso de que tenga heridas mortales ella sería capaz de curarlas gracias a su poder como ninfa.

Finalmente hoy es el día en que realizaré mi plan, tengo la sensación de que no he llegado a dormir profundamente debido a los nervios, me he levantado demasiado temprano hoy, por lo que me puse a observar el amanecer, tras esto volví a repasar el plan y me fui, dispuesto a dar mi vida por este arriesgado plan, con el simple propósito de conocerla.

Me encontraba en el momento de la verdad, en uno de los puntos más altos del monte, al que hasta a mí me ha costado llegar y eso es extraño, teniendo en cuenta que me he criado correteando por estos campos, por lo que lo conozco como ningún otro.

Me tomó unos cuantos minutos mentalizarme de lo que estaba a punto de hacer, pero no lo pensé más, tomé una bocanada de aire y me lancé.

Mientras caía podía sentir cada mínimo golpe, cada mínimo rasguño, creo que ya llevaba varios minutos cayendo y nadie venía a mi rescate, podía sentir como iba perdiendo mi consciencia, podía sentir como mi deseo por conocerla nunca se cumpliría, ya que moriría antes de que ella llegase.

Mil vidas, mi amor y tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora