Una situación desesperada (Parte final)

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El director Sullivan y Amelie habían dejado a Iruma hacía varios minutos y desde ese momento un incómodo silencio se había instalado en el carruaje.

Amelie conocía al director, viviendo en el Inframundo era imposible no hacerlo, pero a pesar de que ella era la presidenta del consejo estudiantil realmente no sabia nada del demonio Sullivan, uno de los tres grandes.

El hecho era curioso, pues siempre parecía dispuesto a hablar con quien así lo deseara, pero un velo de misterio se cernía sobre él, impenetrable. Lo único que se dejaba ver entre todo ese halo de preguntas sin respuesta era el intenso amor que sentía por su adorado nieto.

Amelie supuso que era lo único que deseaba y necesitaba saber. Si el director quería, cuidaba y protegía a Iruma en automático era un excelente demonio. Ensimismada en sus pensamientos Amelie no noto cuando el carruaje se detenía frente a la mansión Sullivan.

A pesar de que su propia casa era enorme, no había punto de comparación con aquel sitio. Todo parecía gigante, y estaba segura de que no solo se debía a que lo miraba desde la perspectiva del cuerpo de Iruma, sino que el lugar imponía a cualquiera que entrara. Embelesada con el lugar, Amelie no noto la conversación que sucedía a sus espaldas donde Sullivan le informaba todo lo sucedido a Opera -san.

El encargado de aquel lugar y en general de cualquier aspecto de la vida de sus habitantes, sin mostrar mayor sorpresa se dispuso a seguir con sus labores. Aunque era obvio que estaba con el humor decaído, pues sus orejas gatunas abajo lo delataban.

Amelie sintió hambre, pero no de forma habitual, su estómago solicitaba de manera escandalosa y agresiva, comida. Mucha comida.

Opera -san al tanto de la situación condujo el cuerpo de Iruma hasta el comedor donde un banquete de proporciones astronómicas se hallaba listo para ser servido. Amelie sin poderlo evitar sintió como la boca empezar a salivar. Así que así se sentía estar en el cuerpo de un chico hambriento. Eso, definitivamente, era nuevo.

Amelie comenzó a comer como había sido educada para hacerlo. Lentamente, cortando de manera apropiada cada bocado, sin embargo, la necesidad de comer más hizo que pronto los bocados fueran más grandes. Platos y platos se apilaban frente a ella, y pese a que había comido más de lo que creía haber comido en su vida entera, el hambre seguía, aparentemente, intacta.

Tras lo que parecieron horas y horas comiendo, por fin Amelie sintió que el cuerpo donde se hallaba se sintió satisfecho. Curiosamente a pesar de haber comido lo equivalente a diez elefantes demoníacos, Amelie se sentía ligera.

Levantándose de la mesa después de dar las gracias a sus anfitriones, solicitó que le indicarán dónde se hallaba la habitación donde dormiría. La gran verdad es que, tras tomar el equivalente a un arroyo pequeño en té demoníaco, Amelie necesitaba urgentemente el tocador.

Tanto el director como Opera -san la condujeron a la planta alta de la mansión donde tras abrir una gran puerta Amelie ingreso a la que sería su habitación.

La habitación de Iruma.

El olor del chico estaba impregnado por doquier, y Amelie tuvo que contener la respiración. Por primera vez pudo notar la verdadera fragancia de Iruma, el olor de un humano. El director le había comentado del perfume que debía usar Iruma diariamente para camuflajear su olor, pero en su habitación el aire estaba impregnado con su verdadera esencia. Como un torrente adueñándose de cada partícula de sí misma para destruirla desde el centro, la sensación era indescriptible. 

Amelie de inmediato se imaginó apresando al chico bajo ella, para lentamente acercarse a sus labios. Su lengua recorriéndolos, hasta abrir la boca para poder beber la saliva del chico hasta saciarse.

Love Potion (IRUAME, MAIRIMA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora