Mientras yo estaba por terminar de observar su rostro al detalle, ella fue más rápida y logró sanar todas mis heridas sin esfuerzo alguno.
Al volver a la realidad pude percatarme de que era bastante tarde, había salido a primera hora de la mañana y ahora nos encontrábamos alumbrados bajo la luz de la luna.
—Siento no haberlo preguntado antes ¿cuál es tu nombre?—dijo ella mientras me ayudaba a recostarme en un gran olivo.
—Mi nombre es Caesar— dije mientras la miraba a los ojos.
—Mi nombre es Titorea, ninfa dríade encargada de la protección y el cuidado del monte Parnaso— dijo dibujando una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Ninfa dríade?— dije interesado, fingiendo no saber lo que era ella, solamente quería volver a hablar con ella, mantener una conversación.
—Sí, las ninfas somos hijas del dios Zeus, es por ello que algunas podemos ser consideradas deidades. Existen muchos tipos de ninfas, en mi caso soy una ninfa dríade, pero hay más ninfas como: las Nereidas (hijas de Nereo; del Mar Mediterráneo), las Alseides (ninfas que habitan en las flores, por lo cual se las suele confundir con las hadas), las Dríades, como es mi caso, las Néfeles (ninfas de las nubes y la lluvia), entre muchas otras—dijo ella observando el cielo acostada a mi lado.
—¿Así que hijas de Zeus? Eso os hace inmortales ¿no es así?—dije esta vez realmente interesado, no conocía tanto sobre ella.
—No, a pesar de ser sus hijas no somos inmortales, simplemente solemos vivir mucho tiempo más de lo que lo haría un humano, por lo cual se suele decir que somos inmortales—dijo ahora observándome.
—Verdaderamente no tenía idea de eso ¿recuerdas algo de tu infancia?—dije intentando alargar la conversación.
—No recuerdo mucho, lo que logro recordar es estar en este bosque desde siempre, protegiéndolo y cuidándolo de algunos humanos que suelen venir a cazar o talar árboles, sin tener idea de la historia que hay tras cada uno de ellos—dijo cambiando su expresión a algo nostálgica.
—¿A qué te refieres con la historia que hay tras cada uno de ellos?—dije algo confundido, nunca me había parado a pensar en todos los árboles que había talado a lo largo de mi vida.
—Aunque no se puedan observar a simple vista, hay muchas más ninfas de las que vosotros podéis observar, de hecho, hay ninfas que viven debido a la existencia de un simple árbol y ese es el caso de las ninfas Hamadríade, las cuales al ser talado el árbol mueren—dijo mirando hacia la espesura del bosque
—Nunca había escuchado sobre esas ninfas, nunca nadie las había tan siquiera nombrado—dije mirando hacia las hojas que habían bajo nosotros
—Es normal, nadie habla de ellas y es por eso que las ninfas dríade nos encargamos de proteger el bosque, para que esas cosas no ocurran—dijo mirándome, no la vi, pero podía sentir el peso de su mirada en mi cuerpo.
—Siento mucho que esas cosas ocurran verdaderamente, debe ser duro estar ligado a un único árbol y morir a manos de otros—dije teniendo el valor de mirarla a los ojos
—Por cierto, me parece haberte visto antes por aquí ¿sueles venir mucho al bosque?—dijo Titorea interesada.