CAPÍTULO 7

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El elfo-lobo estaba preocupado. No era algo que sucediera muy a menudo, pero así era. Había algo que no les había contado a sus amigos y era que, cuando Salamandra lo había despertado, Fenris había sentido el impulso de besarla. Se había contenido a tiempo, pero no tenía idea de qué había sido eso. El tenía un gran autocontrol respecto a esas cosas, no entendía qué demonios se le había pasado por la cabeza.

«Quizás sea solo una coincidencia. A lo mejor pensé que seguía dormido.» Se estremeció al recordar sus sueños. No quería irse a dormir aún. Porque cuando tenía esos sueños, sentía que estaba traicionando a todos. A Gaya, porque era su compañera, y la amaba; a Salamandra, porque esta se había esforzado en no ilusionarse con él; a sí mismo, porque no quería tener esos sueños, pero sabía que cada vez le era más difícil controlarse; e incluso a Jonás, porque estaba enamorado de Salamandra y no quería fallarle a la confianza que había depositado en el.

Suspiró, cansado y se restregó los ojos para tratar de despertarse. «No quiero dormirme» Le preocupaba perder el control de sí mismo y hacer algo de lo que pudiera arrepentirse después. No quería perder la relación de amistad que había logrado con Salamandra, pero a veces se le hacía difícil mirarla a la cara, sabiendo que en sus sueños la besaba como si fuera la única mujer en el mundo.

Enterró la cara entre las manos y apartó el pesado libro que había estado leyendo. Tenía que admitir que Salamandra era guapa. Le gustaba su fuerza interior, su determinación inquebrantable...Pero ¿Qué estaba diciendo? el amaba a Gaya, Salamandra era humana y no podía, no podía... se había jurado a sí mismo que no volvería a enamorarse de una humana. Además, aunque ella no lo aceptara, estaba enamorada de Jonás. Ellos dos debían estar juntos y él... ¡Él tenía que apartar esos pensamientos de su mente y dedicarse a la investigación!

Continuó con la lectura, pero cada vez entendía menos y su concentración se difuminaba cada vez más...

Se despertó sobresaltado unas horas más tarde. Se había quedado dormido en la biblioteca. Bostezó y, como quedaban aún varias horas de oscuridad, se encaminó hacia su cuarto.

Al pasar por la habitación de Salamandra, algo obligó a su cuerpo a detenerse. Prestó atención y entonces oyó un sollozo apagado. Sorprendido, se apoyó un poco en la puerta para escuchar mejor. Pero esta, que no estaba bien cerrada, se abrió con un chirrido. Al entrar vio que la joven estaba acostada boca abajo en su cama, llorando. Alzó la cabeza y se puso colorada al verlo allí.

-¿Estás bien?- Le preguntó en un susurro, dudando si entrar o no. Pero al final decidió acercarse. No podía dejarla así sin más.

-No, no realmente. - Suspiró la muchacha, secándose las lágrimas.

-¿Qué ocurre?

-Es solo que...- vaciló un momento y luego dijo, en voz muy baja- Tengo miedo de perderlos.

El elfo se sentó en la cama.

-¿A quiénes? Jonás y yo estamos bien...

-Me refiero a Dana y Kai. - murmuró la chica, suspirando.- Dana está en coma y Kai no reacciona. No estamos logrando ayudarlos y no creo que logremos hacerlo pronto. Y estos sueños... no tengo idea de por qué están sucediendo, pero de seguro no es nada bueno. Por ahora, parecen inofensivos, pero ¿Quién sabe el verdadero propósito que tienen? Tal vez lo hacen para distraernos y así llevárselos a ellos o a alguno de nosotros... Se que parece una preocupación algo tonta, pero Dana fue una de las primeras personas que se preocupó por mí. Además de ti y Jonás, claro, que fueron los que me salvaron de morir quemada.

-Ninguna preocupación es tonta, porque para la persona que la sufre tiene algún significado. Y la tuya tiene mucho sentido, todos estamos asustados, pero tenemos que ser fuertes. -luego de un momento de silencio añadió- Igualmente tú nunca podrías morir quemada, eres inmune al fuego.

Crónicas de la Torre 4: La artista de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora