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Tres horas después en una habitación de algún hotel perdido por Madrid...

–Estoy muy orgulloso de ti– Dije poniendo mi mano en el hombro de Ginés.

–Nada de esto habría sido posible sin ti, ni Félix, ni Alberto, ni Javi... os lo debo todo– Me respondió él.

NARRA GINÉS

Nunca me había parado a pensar en cómo sería dentro de años aquel niño de 13 que Dani conoció, pero si lo hubiera hecho, seguramente hubiera pensado que seguiría yendo cada noche a sentarse con su guitarra a la orilla del mar a cantarle a las olas esas letras que jamás saldrían. Pero apareció un criajo moreno, con los ojos del azul del mar y con la sonrisa más bonita del mundo, y entonces, mi vida cambió.

Nunca le dije que gracias a él, a veces llegaba a olvidarme del nombre de aquella niñata que me abandonó. Tampoco le dije que cuando le miraba sentía que nunca iba a abandonarme, y entonces, a su llegada, entendí que hay personas que se van para que otras puedan venir y jamás irse.

Nunca supe cómo agradecerle nada de esto, a día de hoy sigo sin saber cómo hacerlo. Dani suele decir que todo eso que hace por mí se lo pago a diario con mi sincera amistad. A pesar de eso, creo que debería darse cuenta de que mi amistad no es nada comparado con todo lo que es él.

Pensadlo. Un niño de 13 años fue capaz de acercarse a una sombra negra que había en la orilla del mar. Mamá siempre dice que no debes hablar con desconocidos, él, no le hizo caso a mamá. Fue capaz de hacerme hablar cuando de lo único que yo era capaz era de cantar.

Ojalá supiera que ahora, a menudo voy a aquella playa y canto las partes de las canciones que él me enseña, porque sé que él no le canta, y sí, yo lo hago, porque también sé que si se lo canto al mar, el mar se lo cantará al resto del mundo.

NARRA DANIEL

Acostumbrado a su silencio y a su búsqueda de paz mental, con el paso del tiempo aprendí a apreciar los pequeños detalles con los que Ginés se comunicaba. Cada letra que escribía, cada acorde que su guitarra emitía, cada sonrisa que él mostraba entre palabra y palabra cantada....
Ginés se expresaba escribiendo y eso era más que evidente.
Sentía algo, lo plasmaba en un papel, le daba música con su guitarra y le aportaba su magia.
De la misma manera que hacía su música, me transmitía a mi lo que sentía.
Ginés era un enamorado de la vida y a menudo pasaba tiempo consigo mismo, se informaba por internet sobre algún lugar perdido en la naturaleza, estudiaba las rutas en autobús o a pie y las llevaba a cabo. Así, era cómo me hablaba, en cada uno de esos viajes que hacía, acostumbraba a llevarse un cuaderno y varios lápices. Al cabo de unos días recibía un sobre azul cielo a nombre de DANIEL SABATER. Un dibujo del paisaje que estuviese viendo y una carta con mensaje oculto en cada una de sus iniciales. Hacía arte y eso no podía negarlo nadie.
Ahora, 6 años después, es otra persona. Ahora sabe expresarse, aunque de costumbre erra, como todos nosotros. Ya no llora por las esquinas ni tiende a desaparecer sin avisar para adentrarse en cualquier bosque perdido a pintar y escribir. Tampoco es el que era hace unos meses, lleva varios sin consumir ni una sola gota de alcohol. Es capaz de hablar las cosas sin necesidad de recurrir a la cerveza de la nevera, y eso, es un gran avance para él, porque ya sabemos cómo acababa la cosa antes...

Ahora, es la persona que tanto ansiaba ser. Ahora es Ginés, el único que puede hacerse feliz a sí mismo y el único capaz de mantener su vida en una línea recta.
Y es que juro que de todos los años que llevo junto a él, jamás le había visto tan contento y con tantas ganas de cumplir sueños. Ha sido capaz de salir de aquel pozo sin fondo y no recaer en la mala vida.

O eso solía creer yo.

Al menos hasta que conoció a aquellos chicos...





Holaa, espero que os esté gustando la novela. Este capítulo es un poco más corto, pero es intenso. Agarraros bien que vienen turbulencias...😬🤞🏻

QUIÉREME; WallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora