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"Cuando veo a una mujer bonita en la calle, un lado de mí, dice: que chica tan atractiva,
me gustaría hablar con ella, salir con ella. Pero otra parte de mí se pregunta
¿cómo se vería su cabeza pinchada en un palo?".
Edmund Kemper (El asesino de las colegialas)

***

Confiado de su buena suerte, camina por las calles buscando a su siguiente presa. Lo ha hecho por años, ha experimentado, ha jugado con la suerte y el azar, ha salido ileso. Empezó como un pasatiempo cuando era joven, una perversa actividad que solía usar como "una pausa agradable" después de clases, y como era de esperarse, se volvió una sangrienta obsesión.

No, a él no le gustan las putas y también odiaba beber hasta no recordar su nombre; nunca un amigo suyo consiguió que le diera ni la más pequeña fumada a un cigarro de marihuana, mucho menos inyectarse cualquier porquería disponible. A los ojos de cualquiera, Ángelo era un muchacho demasiado ejemplar al que nunca se le vio una ojera, ni el mínimo bostezo perezoso en clase, nada. Era un alíen para sus amigos, un santurrón al que podrían confiarle su vida. Y es que la preguntaba siempre estuvo en el aire ¿Cómo sobrevivía, si todos los demás al primer examen querían quemar la escuela?

Frente al recuerdo de los buenos años, sonríe. Rememora las mil veces que comentó para sus amigos, "si fueran menos vagos" como respuesta a la eterna pregunta; su risa inocentona y su peinado de niño bueno, quitaban cualquier nube negra que alguien pudiese intentar poner sobre su persona en un gesto de envidia escolar. Era atractivo y carismático en plena universidad, ¿Quién puede dudar de la cara de ángel que le dio su madre? Recordar los buenos tiempos le hace ver que, de alguna manera, sigue siendo humano, algo que le molesta, pero continúa hundiéndose en los "buenos pensamientos" de su juventud. Recordar es vivir, eso dicen.

Solía matar de madrugada, con la brisa helada de las noches tranquilas. Los gritos de las mujeres eran la mejor droga y eran gritos sólo para él, pero no, no le gustaba cazar prostitutas, eran sucias, desarregladas, y al "niño" no le gusta ensuciarse con sudor viejo. Tampoco le gustaban los vagos, apestaban y sus voces eran roncas e imperfectas, no. El estudiante ejemplar prefería mujeres "normales" que, por un motivo u otro, caminaban o conducían solas en plena oscuridad, mujeres de familia, perfumadas y con ropa bonita, esas eran sus chicas perfectas. Torturarlas era un placer intenso; ninguna porquería de moda podría producir en su organismo una sensación parecida al frenesí de adrenalina, locura y perversión que experimentaba al arrebatar en pausas una vida. A veces bromeaba para sí mismo diciendo que "sus niñas", con su sangre y gritos, lo hacían rejuvenecer... Y es que a los 20, cualquiera se siente eterno.

La verdad es que no, los años le pasaron encima como al resto del mundo. Consiguió arrugas y canas como todos cuando llegamos a los 45, pero jamás se detuvo, jamás puso un alto a su enferma manía, pese a que la edad y la apariencia hacían que el trabajo fuese cada vez más complicado.

Cada día es más difícil que una joven confié en un anciano andando solo en la avenida principal, además de que su esposa, su querida esposa a la que ha soñado asfixiar durante tanto tiempo, cada año sospecha más de su hombre; cada día se convierte en un tormento de preguntas y acoso, insistir en que "no está haciendo nada" es más difícil de creer. Opina firmemente que debió deshacerse de ella hace mucho, pero lo dejará para después, esta noche es especial, es su aniversario de locura, y esta noche, su mujer y sus reclamos no están en sus pensamientos.

La abstinencia lo está volviendo insoportable. Semana y media es demasiado tiempo para fingir ser buena persona, sobre todo con las ansias que tuvo de destripar a Cenicienta detrás de alguna atracción, y las 500 cámaras de Disney presentes para impedir su perversión; el deseo lo carcome, lo vuelve loco. ¡Ah, pero tenía que ir de vacaciones con los hijos!, ¡tenía que ser normal!... ¡Al demonio la familia de mierda que se carga! Ya no puede controlar su apariencia de león enjaulado dispuesto a la batalla. Necesita su droga, necesita escuchar los gritos que alimentan la brea que él interpreta como su alma. ¡Escapa ahora! Se dice a sí mismo en un arrebato desesperado, así que, en cuanto tiene la posibilidad, siguió su consejo y escapó a la primera calle desolada que encontró.

Ahora piensa que ha sido una decisión estúpida.

Diversión nocturnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora