CADENAS - VOLKACIO

EL INICIO DEL FIN

Volkov:

Me encontraba en la sede de FBI, en la oficina de Horacio, buscaba ese delicioso olor a él que me da paz, en la oficina se aprecia un gran ventanal que daba vista a un gran patio verde que se encontraba debajo de aquel edificio, la oficina estaba en uno de los últimos pisos, todo era muy pacifico, me dedique a observar con mucho detalle a través del ventanal en espera de que Horacio despertará.

Eran alrededor de las 8 de la tarde, pues poco a poco se pintaba la puesta de sol en el cielo, con sus embriagadores colores que parecían llenarlo todo de un color negro y azul obscuro acompañado de un color rosado difuminado por las nubes y un color anaranjado muy discreto, casi imperceptible, que acompañaba al sol en su despedida, las nubes parecían jugar las unas con las otras, se juntaban y alejaban al compas del viento, creando diversas formas, mientras todas las luces de la ciudad iban apareciendo como destellos lejanos, pocas veces me detengo a mirar los atardeceres, pero necesitaba reflexionar un poco.

De mi chaqueta saque una cajetilla de cigarrillos, y tome uno con precaución, poniéndolo entre mis labios, mientras tomaba un mechero para encenderlo, le di una calada grande y sentí como el humo recorría mi boca, bajando por mi garganta hasta mis pulmones, era una sensación gratificante, no estoy seguro de la decisión que tengo que tomar, la mente me da vueltas y tengo un sentimiento que hace mucho tiempo que no notaba en mí interior.

Fue tan fácil saber que era, pues creaba en mí una sensación de lo más desagradable, el miedo es fácil de reconocer, fácil de sentir, y es más fácil aun de que se adueñe de la mente y de los sentidos.

Desde hace muchos años atrás deje de sentir miedo, miedo que en este momento lo siento a flor de piel, y para ser sinceros me enoja, me enoja sentirme de esa manera, porque sé que el miedo me hace vulnerable, y sé que con miedo no voy a poder cuidar de las personas que me importan, ahora recuerdo el porqué de mis decisiones.

Desde que era joven experimente el miedo al ver los golpes que aquel hombre le daba a mi madre, al ver los charcos de sangre, el escuchar gritos que provenían de lo que en aquel momento era mi casa, me atemorizaba mucho, son esas sensaciones que cuando las estas experimentando te congelan, te paralizaran, lo recuerdo muy bien porque a pesar de mi corta edad mis brazos dejaban de funcionar y mis pies no se podían mover, gracias a ese estado pocas veces eran en las que podía huir de los golpes, golpes que provocaba cuando mí voz se hacía presente, cuando gritaba y suplicaba piedad para mi madre y hermana.

Mi madre siempre me dijo que era muy valiente, que siempre me quede ahí para protegerlas, me +dolía escuchar esas palabras cuando en el fondo sabía que eran mentira; con forme pasaron los años todo el miedo que tuve se fue trasformando en rabia, rabia que muchas veces no pude controlar, pero a pesar de que este sentimiento no era bueno a diferencia de miedo, la rabia no me paralizaba, este sentimiento me animaba a tomar las riendas de mi destino y después de mucho sufrimiento pude tomar muchas decisiones difíciles.

Tengo miedo no por mí, el miedo por mí lo perdí desde que trabajo en la policía, Conway nunca se cansaba de repetirnos que desde el primer momento que pisábamos la comisaria que siempre, que en todo momento desde que nos despertamos, todos sin excepción teníamos una bala

realidad, pues te dabas cuenta de que prefieres tener tú la bala a que la tenga uno de tus compañeros.

Con forme crecía y perdía a mis seres queridos me di cuenta de que el miedo y el sufrimiento se podían evitar, pues no puedes perder algo que no quieres, no te puede doler algo que no representa nada para ti, no puedes tener miedo a algo que no te puede dañar.

Me di cuenta de que ser indiferente con las personas me protegía, por eso, en comisaria me conocían como una persona fría, no me interesaba convivir con las personas, no me interesaban sus problemas, su vida me era irrelevante, y muchas veces quería acercarme, pero el dolor del pasado me recordaba que en realidad así estaba mejor, aunque hice mis excepciones, pero me costaron muchas lágrimas también.