único.

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I.

Que maldito dolor era perder un ojo.

Y que maldito bastardo desgraciado era quien le había hecho esto a ella, Kugisaki Nobara.

Maldito fuera el hijo de perra de Mahito.

II.

Siempre fue buena soportando el dolor, no por nada atravesó su muñeca con sus clavos al enfrentarse a dos de los nueve úteros malditos junto con Yuuji.

Y también porque el trabajo sucio que era ser hechicero lo requería así.

Sin embargo, jamás llegó a pensar que perder un ojo y caer al suelo mientras se desangraba fuese una de las experiencias más dolorosas de su vida.

Ni siquiera su ciclo menstrual la ponía tan débil como en estos momentos en los que cayó cuál saco de arena al frío y sucio piso del metro de Shibuya.

De verdad, maldecía al malnacido de Mahito.

III.

Después de un rato, dejó de sentir dolor y su cuerpo entró en lo que parecía un estado de adormecimiento total al mismo tiempo que no podía evitar sentir frío.

Sonrió internamente, sintiendo la resignación en su ser.

¿Era está la sensación de morir?

Probablemente lo era, pero con cada minuto que pasaba se sentía exhausta.

Ah, de verdad que sentía culpa por no haber vuelto a ver a Saori y a Fumi una vez más.

IV.

Cuando Nobara volvió a abrir los ojos, se encontró a sí misma en un cuarto en blanco donde no había nada.

Por lo que fue capaz de ver, no había límites en dónde se encontraba. Todo era de un insípido y gélido blanco sin principio ni fin.

Era la nada misma.

Nada que desconcertó en un instante a Nobara quien parpadeó. Y tras unos segundos, su confusión y perplejidad se convirtió en furia.

¿Qué mierda era está?

¿Qué no decían que había vida después de la muerte? ¿O una luz que te llamaba cual insecto?

— ¡Hijos de puta!

Se sentía total y completamente estafada.

V.

Luego de despotricar contra el espacio en blanco donde estaba y reclamarle a los dioses el lugar en donde la había dejado, Nobara se sentó y abrazó sus piernas contra sí con el ceño fruncido.

Había imaginado despertar en una pradera o algo parecido, no es un lugar donde no había literalmente nada más que ella.

Y sólo después de suspirar con aburrimiento y decepción, su ceño fruncido desapareció y sus facciones se suavizaron.

Su abuela siempre le había dicho que la muerte no tiene favoritos, sobre todo cuando se trata de hechiceros; pues seas joven o viejo, está simplemente llegaba por detrás en un abrazo y te llevaba.

Y se lo había repetido hasta el cansancio que en su memoria quedó, y cuando Yuuji murió la primera vez, las palabras de su abuela cobraron sentido.

VI.

¿Era está de verdad su muerte? ¿Era este su destino final? ¿Qué fue lo que sintió Itadori estando muerto? ¿Fue así?

No sabía la respuesta a sus propias preguntas y posiblemente, no las sabría nunca.

Bring me to life [Kugisaki Nobara-centric]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora