La Llamada

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La muerte de Asier empezó a ocupar todos los canales de televisión y las portadas de todos los periódicos.

En consecuencia, la entrada de comisaría se vio invadida por los reporteros y periodistas, reclamando nueva información del caso, pidiendo una exclusiva con el comisario Hernández, con el inspector Vázquez e incluso con Ariadna.

En el interior del edificio, los teléfonos de todos los escritorios sonaban al unísono; muchas de las llamadas eran de parte de redacciones y cadenas de televisión. Otras, denuncias sobre la ubicación de Asier horas antes de morir, obviamente falsas.

El comisario decidió organizar una reunión improvisada con el departamento. Él salió de su despacho y toda la oficina se volvió para mirarlo.

Su rostro estaba rojo, consecuencia de la ira contenida; la insistencia de los medios por obtener nueva información le estaba dando quebraderos de cabeza, a él y a toda la comisaría.

—Atención, por favor. —pidió don Francisco.

Todos quedaron en silencio.

Ariadna se encontraba de pie, con el informe del incendio de la fábrica en la mano.

Lorenzo estaba a su lado:

—Como habrán visto todos ustedes, tenemos a los medios en la entrada de comisaría y a todas las redacciones de la ciudad llamando por teléfono. Os pido, encarecidamente, que no revelemos información sobre el caso. No vamos a responder a ninguna pregunta que hagan los reporteros. Más tarde, el portavoz de nuestro departamento hará una aparición pública en televisión para informar de que aún se sigue investigando y que no vamos a aceptar ningún tipo de entrevista. También están surgiendo llamadas de falsas denuncias, morbosos que quieren saber más sobre el caso. No quiero que se les dé información, pues son capaces de venderla a los medios con tal de conseguir sus cinco minutos de fama, ya sabemos lo que sucedió ayer con el dueño del Taller de Jorge e Hijos; que no se repita. —informó el comisario.

»En cuanto concierne a la ex-pareja de la víctima, Mónica Gil Herrera, debemos proporcionar unos agentes que la vigilen y la protejan; esos buitres de ahí fuera no tardarán en aparecer en casa de su madre para hacerle preguntas. No solo debemos protegerla: la excusa de poner agentes es para conocer su rutina. No la descartamos como sospechosa. El inspector Vázquez y la subinspectora Torres se encargarán de la vigilancia y protección de la señorita Gil con efecto inmediato.

Con esto, el comisario dio por terminada la reunión y los agentes del departamento volvieron al trabajo que les ocupaba.

Ariadna miró a Lorenzo:

—Bien, pues cojo el abrigo y nos vamos a buscar a la señorita Gil. —propuso el inspector.

Ariadna asintió y vio cómo él se alejaba.

El teléfono de su mesa empezó a sonar, e inmediatamente lo descolgó:

—Comisaría de policía, departamento de homicidios, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó la subinspectora con el tono más amable que pudo poner.

—Hola, soy María Velázquez. Quisiera hablar con el inspector al cargo de la investigación de Asier Cuevas Allende. —contestó la voz de una mujer.

«Genial, otra redactora pidiendo información», pensó Ariadna, poniendo los ojos en blanco.

—Soy la subinspectora Torres, al cargo de la investigación. ¿Llama usted de parte de algún medio? —preguntó en tono neutro.

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora