Negligencia

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Ambos compañeros pasaron la noche con la señorita Gil, vigilándola.

Lorenzo se asomaba a la ventana cada pocas horas para ver si había algún periodista o reportero que estuviera acechando en el portal de la casa.

La luz del amanecer traspasó el cristal de las ventanas, despertando a Ariadna, giró la cabeza a la derecha y vio a Lorenzo sentado en el suelo; se había quedado dormido.

La subinspectora se levantó y se dirigió a la cocina, donde encontró a Mónica, preparando café:

—Buenos días —saludó ella.

La subinspectora se frotó los ojos con tal de despejarse, le devolvió el saludo.

— ¿Cómo ha pasado la noche? —preguntó Ariadna.

—Por favor, Ariadna no me trates de usted. —pidió Mónica con una mirada triste.

La subinspectora se acercó a ella y cogió tres tazas de un armario de madera:

—Mientras el inspector siga aquí, seguiré tratando de usted.

— ¿Ya sabes lo que el inspector siente por ti? —preguntó Mónica sin dejar de mirar a Ariadna, quien no abrió la boca, fingiendo tranquilidad.

—Viendo cómo se comporta a tu lado, me sorprende que los de vuestro departamento no se hayan enterado. Porque no lo han hecho, ¿verdad?

Ariadna bajó la mirada y cogió la cafetera con el fin de verter el café en su taza de cerámica.

—No sé de qué me hablas.

Le dio un sorbo al café, aún humeante.

—Sería una putada que te echaran por tirarte a tu superior.

Ariadna dejó la taza en la encimera con los ojos desorbitados:

— ¿¡Qué insinúas, Mónica!? —preguntó la subinspectora. Sus ojos delataron su temor ante lo que acababa de oír.

Mónica abrió la boca.

—Te acabas de delatar. —soltó Mónica con una sonrisa en el rostro.

Ariadna abrió la boca pero no dijo nada, pues un inspector perezoso y soñoliento entró en la cocina.

—Buenos días —dijo su voz.

La señorita Gil, con una sonrisa en el rostro, le ofreció una taza con café y él se lo agradeció.


Ariadna y Lorenzo decidieron cómo se organizarían durante el día con el fin de ser lo más productivos posible, y así acabar la investigación cuanto antes: el inspector se quedaría con Mónica mientras Ariadna iba a comisaría para poder hablar con el comisario Hernández acerca de las novedades del caso Cuevas y el caso del incendio de La Tela de Blanca.

— ¿Dice que es probable que el incendio no sea un caso aislado de la investigación actual? ¿Que el tal Fénix es en realidad el señor Cuevas? —preguntó el comisario, quien se encontraba sentado tras su escritorio. Tenía las manos apoyadas en la mesa y la boca abierta, sorprendido por la explicación que le había proporcionado la subinspectora.

—Es posible que el asesino del señor Cuevas intentase acabar con su vida la noche del incendio, haciendo un corte en su botella de aire y así morir por inhalación de humo, de forma que pareciera un accidente, como si de una negligencia por parte de los bomberos se tratase. Para desgracia del autor de los hechos, el señor Cuevas sobrevivió, así que tuvo que intentarlo de nuevo, envenenándolo. Quien mató a la víctima tenía un móvil, es decir, vengarse del señor Cuevas por sus chantajes, y la oportunidad. Dos veces.

EL AMOR MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora