t h i r t y o n e

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»El chico de las estrellas

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»El chico de las estrellas. Eso era, o al menos, así decidí llamarle. Magnífico a la primera impresión: orbes que encierran inmensidad en sus pupilas. Casi puedo ver la constelación de Andrómeda entrelazarse en el cielo de sus negros ojos, a Orión y a Casiopea también.

A simple vista, luce como un hombre mortal, como de esos que habitan el Planeta Tierra. Pero en realidad él no tenía un hogar fijo, era un nómada entre los cielos. Se encargaba de que todas las estrellas estuvieran bien, que brillaran con la misma intensidad. No obstante, había un problema.

Yo era una esfera distinta. No solamente brillaba con simpleza, sino que tenía la capacidad de volar. Una estrella fugaz, era como los científicos me llamaban. Era hermosa, veloz, mágica. Todos me amaban y querían ser como yo, hasta que llegó él.

Contrario a todo lo magnífico y hermoso que habita en nuestra vía láctea, hay un lado oscuro y turbio del cual casi nadie se atreve a hablar.

Él era un agujero negro. Los agujeros negros aglutinan en su interior la suficiente masa para ser capaces de generar un campo gravitatorio tan intenso que ninguna partícula es capaz de escapar de su fuerza. Él era todo lo que alguna vez me habían prohibido. Todo lo que desde siempre me habían escondido, de lo que me habían advertido con miedo en sus voces. Las simples estrellas como yo no éramos más que presas sencillas de cazar para esos hoyos de oscuridad.

Pero yo me enamoré de ese agujero negro. Dejé que absorbiera toda mi energía hasta que un día dejé de brillar. Pasé de ser una hermosa estrella fugaz a una oscura enana negra. No fui capaz de emitir energía, era absurdamente opaca. Tan solo un cuerpo frío e invisible en el espacio.

Pero el chico de las estrellas hizo que esta enana negra volviera a ser la que alguna vez fue. Encajó estrellas en mi piel, sanando todas mis heridas. Entonces, todo lo que alguna vez sentí por ese agujero negro dejó de existir para mí, pero él quería más.

Un día, el chico de las estrellas se fue. Un viaje sin retorno, sin despedida, un libro sin un epílogo.

Entonces lo busqué, lo busqué por el interminable espacio. Y no iba a descansar hasta encontrarlo.«

Una y otra vez repaso el texto, sin poder creerme que fui yo quién lo redactó. Pego las hojas a mi pecho, sonriendo.

ㅡAhora no tengo ninguna duda, WasabiㅡMe dirijo al gato blanco que está tendido sobre una de mis almohadas. ㅡVoy a ganarme mi lugar en esa universidad gracias a esta idea.

Emocionada, corro a sujetar al gatito entre mis manos, abrazándolo. Interpreto sus ronroneos como aplausos.

Durante todo el fin de semana no hice más que mantenerme pegada al escritorio, dibujando una cosa tras otra. En total, se sumaron las veinte primeras páginas de cincuenta que necesitaba para el borrador que Jing Xiaojun me pidió para finales de mes. Un gran avance, considerando que tenía menos tiempo del requerido.

arôme de rose » nakamoto yuta, lee jenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora