Los Expedientes De Zacharias

No hay perdón para el traidor

Expediente n°8: Existencia n°1
Número de reinicios:Sin datos
Fecha: Año 1 D.C , 1 de enero.
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Hoy he recibido la noticia de que Dios a enviado a San Miguel a ver a Lucifer. Conseguí seguirlo sin ser detectado hasta la entrada del infierno donde Miguel entró, después entre yo pero seguía manteniendo las distancias. Miguel se dirigía hacia el centro del infierno, pero yo decidí tomar un atajo para ir más rápido y a la vez no estaría tan preocupado por si me descubría.
Había pasado una semana desde que Asrby nació, ah y también Jesús claro, pero cuando llegue al Palacio de Lucifer me pareció rara una cosa.

Lucifer estaba con su hijo jugando en lo que parecía un parque infantil que el mismo creo, o sus lacayos hicieron para el. El rey del infierno parecía que se había recuperado de la pérdida de la madre de Asrby, se le veía más feliz de lo normal, su pelo volvía a lucir el color amarillo rojizo de siempre, su traje ya estaba mejor planchado y parecía estar más elegante que nunca.
Después mire hacia donde estaba el niño, había salido igual a su padre, unos ojos brillantes de color naranja rojizo, un pelo desenfadado de color amarillo anaranjado, parecía como si fuera más perfecto de lo que un demonio debería de ser, aunque algo que me dio curiosidad fue que aunque sólo había pasado una semana desde su nacimiento ya parecía un niño de 1 o 2 años de edad, gateaba y se levantaba para intentar andar.
Mientras miraba Lucifer se acercó a su hijo y le dijo algo que no pude descifrar porque se había girado mientras hablaba, pero parecía que señalaba a una especie de tobogán en espiral. El niño brinco agarrándose de la barandilla y su padre se lo puso en los hombros para llevarlo. Mis pensamientos antes hacia Lucifer eran de odio rencor e ira, pero cuando lo ví ser feliz con algo que deberás amaba, todos esos pensamientos desaparecieron, ver a Lucifer actuar como un verdadero padre mientras su hijo se tiraba por el tobogán era algo muy bonito de ver la verdad, pero algo hizo que toda esa felicidad desapareciera de golpe.

San Miguel había llegado.
Lucifer llamó a uno de sus sirvientes y le dijo que se llevará a Asrby y lo ocultara en el sitio que le había dicho por si un día esto pasará, el sirviente agarró a Asrby y se lo llevó lo más rápido que pudo. Miguel persiguió con la mirada al niño hasta que desapareció de su vista, después miro a Lucifer directamente y sin mostrar ninguna muestra de debilidad o temor, Lucifer se saco la chaqueta que tenía puesta y la dejó colgada, sus ojos no paraban de mirar a Miguel en ningún momento, sus ojos rojos como el mismo vacío del infierno, Lucifer empezó a acercarse a Miguel y este hizó lo mismo que el otro. En un par de segundos los dos estaban uno delante del otro mirándose fijamente a los ojos.

Por un lado estaba San Miguel, la mano derecha de Dios, la cuarta fuerza más poderosa de la existencia, era un hombre robusto y simétrico, era como un ser perfecto, mediría aproximadamente 1.95 m o 2.00 m, llevaba un traje de gala de un color azul oscuro como el mar en la noche con algunas tonalidades de blanco y dorado representando la conexión que tiene con Dios, sus zapatos eran de un azul celeste con tonalidades doradas al igual que el traje.

Por el otro lado estaba Lucifer, el Arcángel caído y desterrado por Dios al infierno para toda la vida, la quinta fuerza existencial más poderosa, era un hombre alto y delgado, pero su expresión corporal hacia que itimidara igualmente, mediría 2.15 o 2.25 aproximadamente, al quitarse la chaqueta del traje Lucifer dejaba ver una camisa de rayas y una corbata color carmesí, sus manos, las manos que mataron a miles de mortales hace miles de años, estaban tapadas por unos guantes de un color carmesí.

Los dos se quedaron un buen rato mirandose el uno al otro, aunque Lucifer parecía mucho más intimidante hacia gracias a su altura y a sus rasgos físicos, Miguel parecía que lo viera como si fuera una abominación que no merece respeto ni amor. Después de estar un buen rato mirandose el uno al otro Lucifer habló: