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Ese día no era de rosa o naranja, no había sol ni vida, ni siquiera un misero rayo de luz en kilómetros. Ni la sombra de la emoción o estrellas fugaces.

Un gris deprimente rodeaba las montañas hasta el horizonte sinfín, vientos gélidos hacían bailar las hojas que también se veían grisáceas y tristonas, era un sábado con sabor a miseria.

Era un sábado de esos en los que el cielo llora y se deprime hasta el anochecer, las ganas de encerrase bajo capas y capas de sabanas hasta el día siguiente eran tentadoras y el tiempo se estanca en el sonido de la lluvia gris.

Ese día los ojos de Hyejoo estaban hinchados del sueño y el eterno llanto de la noche anterior. A la luz del sol esas tortuosas horas se sentían como irreales sueños, recuerdos sublimes que pareciesen ajenos a ella, sin embargo los tenía bien grabados en la memoria con angustia.

Sus profundos ojos oscuros eran blancos del vacío de su alma, sedados por una inmensa tristeza que ni ella lograba descifrar. Los labios curvados en una pequeña rosa marchita, rostro inexpresivo y voz débil, casi que era un grave hilo de monosílabos. Cuando esa mañana en el desayuno le preguntaron que le ocurría mientras llevaba a la mesa una canasta llena de croissants especiales de sábado por sus oscuras ojeras y pesaroso andar tan solo respondió decaída y casi sin pestañear un pequeñísimo, casi inaudible "nada".

Apenas y tocó la comida, regresando una y otra vez a las ultimas doce horas dentro de su cabeza. Las estrellas, cabellos rubios, faldas, arboles vastos, luces cálidas y besos asfixiantemente primorosos. Luego el laberinto de calles desconocidas y oscuras, casi sin aliento lloroso, lágrimas de corazón y el reloj pasar los minutos con una rapidez desesperante. El ardor en los ojos y el nudo en la garganta por toda la madrugada, flashes efímeros de gritos mudos frente al espejo viéndose a sí misma desmoronarse, mordiendo tan fuerte su labio para callar su dolor que termino abriéndolo. Enfrascada en sus pensamientos y en el leve chispeó del exterior, viéndose muerta en vida aguantó las voces irritantes de su familia sobre los mismos temas de todos los días, dándole vueltas a la situación. Aterrada de sí misma, deseando con todas sus fuerzas volver a dormir.

Eran las siete y aunque el día era tan desalentador que las ganas de dar un salto a una carretera eran feroces tuvo que ir arrastrada a la misma jodida iglesia, cuna de sus pesadillas y traumas. Aunque rogó y pataleó a su madre que esta vez falte por primera vez en sus 17 años fue todo en vano puesto que la mujer la obligó, dura y severa amenazándola con darle una buena paliza, como las que le solía dar a su hermana cuando cruzaba la línea a sus torpes catorce años. Hyejoo aceptó resignada.

Mientras se arreglaba y se miró en el mismo espejo en el que había colapsado esa madrugada, las lágrimas se le acumularon de nuevo en los ojos opacos por un sentimiento que ni siquiera comprendía.

Tal vez era lastima por ella misma. O dolor por amar, o tal vez desprecio a si misma por fallar al Señor. O tal vez todas al mismo tiempo.

Así fue, Hyejoo tomada de la mano de su madre como siempre. Vistiendo un suéter de lana tejido por su abuela color verde y una larga falda blanca modesta y elegante que le llegaba por sobre los tobillos caminando con unos lindos mocasines de cuero antiguo.

Con un rostro casi muerto, pálida y ansiosa.

Trataba de convencerse de que esa triste mañana no aparecería esa chiquilla tan hermosa de labios suaves y ojos redondeados, esa jovencita cuya memoria de sus delicados manos sobre su cuerpo y labios contra los suyos la atacaba a cada segundo dándole ganas de vomitar de la culpa y a la vez le revoloteaba el alma una quemadura en el pecho de la emoción o del pecado, o tal vez de ambos.

Nunca había aparecido ese día, tan solo entre semana y le rezaba al Dios que la ayudara casi llorando arrodillada.

Con la piel erizada y devorada por las ganas de volver a esconderse en su habitación por toda la eternidad desde que puso un pie en la calle llegó a la maldita capilla de mala muerte. Estaba toda la compañía usual, contentos pero grises. Hyejoo saludo cortes como siempre, pero se mantuvo callada hasta que inicie la misa evitando ser cuestionada.

𝐆𝐎𝐃 𝐒𝐀𝐕𝐄 𝐌𝐄 ❛𝓗𝔂𝓮𝔀𝓸𝓷❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora