- Agatha, levántate o llegarás tarde.
Mi abuelo me llamaba por cuarta vez desde la planta baja. Mientras tanto, yo me encontraba en la cama todavía a medio despertar. Miré la hora en el despertador y me fijé en que mi abuelo tenía razón; llegaría tarde. Me senté en el borde de la cama y rasqué mis ojos. Escuché un picoteo en mi ventana, y como de costumbre era uno de mis pocos amigos. Cogí uno de los platos con comida y me acerqué a la ventana.
- Hola Charlie. - saludé y sonreí. - Aquí tienes, el desayuno. No te lo comas todo que tienen que comer los demás.
El cuervo me tendió una piedra de cuarzo, graznó y comenzó a comer.
- Gracias. - le acaricié la cabeza a modo de agradecimiento. - Y no hay de qué.
Cerré la ventana y me dispuse a arreglarme. Cuando ya estuve vestida, me senté en mi tocador y comencé a peinarme mi larga melena caoba. Mientras me acicalaba, miré mis ojos. Grises. Dejé de peinarme por un momento y contemplé como mi mirada no dejaba ver nada de mí.
- Agatha. - dijo mi abuelo apoyado en el marco de la puerta. - ¿Estás lista? ¿Te llevo a clase?
Sonreí y asentí. Mi abuelo se encaminó a la planta baja para irnos, cogí mi mochila y antes de cerrar mi cuarto miré a la ventana. Robin no había venido esta mañana y llevaba varios días sin verle.
Hoy sería otro día oscuro.
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