ᴄɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴄɪɴᴄᴏ

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Eché el agua caliente del cazo sobre la taza de té.

—Buenos días preciosa.—Escuché decir detrás mía, yo me giré para ver a Jean acercándose a mi con una sonrisa de lado a lado de la cara.

—¿Hoy te has levantado de buen humor?—Le pregunté seguido de una pequeña risa.

Agarré una cuchara pequeña y revolví el té dentro de la taza, para después colocarlo encima de la bandeja junto a un pan con mermelada y otro con mantequilla.

—Yo siempre me levanto de buen humor.—Respondió, y depositó un cálido beso en mi mejilla que me erizó cada pelo de mi cuerpo.

—Eres el único que lo cree.—Le sonreí.

—Hoy va a ser un buen día, Alma. Lo sé.

—Me alegra tu optimismo, pero cuando tengas que dar veinte vueltas al cuartel me temo que no dirás lo mismo.—Bromeé, y él soltó una sonora carcajada mientras preparaba a mi lado su desayuno.

—Ya han venido los nuevos reclutas, ¿sabes?—Yo enarqué una ceja al mirarle.

—¿Si?

—Sí, mira la mesa de la izquierda. Ahí están.—Me giré sobre mi misma para mirar a la mesa que me señalaba.

Habían unos cuantos chavales charlando, en cuanto me fijé bien en uno, me llevé la mano a la boca sin creérmelo.

—No puede ser.—Dije.

—¿Que pasa?—Me preguntó, girándose para mirar también aquella mesa del comedor.

—Ese chico, ese me pidió una cita cuando estuvimos en aquel bar.—Le susurré.

—¿Y donde está el problema?

—Que le dejé plantado.—Dije, tapándome la cara frustrada, recordando aquel incómodo momento.

—¿Porque hiciste eso?—Me continuó preguntando.

—Porque no le escuché, me distraje con otra cosa.—Me expliqué, ¿hoy no se suponía que iba a ser un buen día?

Suspiré.

—Venga, nos sentaremos con Hange.—Me dijo, y yo le seguí por el comedor, sin quitar la vista del recluta, hasta llegar a la mesa donde estaba la castaña sentada.

—Buenos días.—Saludó Jean, sentándose al lado de ella.

—Buenos días, chicos.—Dirigí mi mirada hasta la mesa de en frente mía, para ver a Hange mirándome con una agradable sonrisa en la boca.

En la misma mesa estaba sentado Levi, que ni si quiera había alzado la mirada de su té para mirarme.

¿Estaría enfadado?

Me fui por la mañana de su habitación, sí, me fui a escondidas y me arrepiento.

Pero no sabía como reaccionar cuando él se levantase, me moría de la vergüenza y lo dejé ahí durmiendo solo.

Probablemente se despertó pensando que estaba ahí, y no estaba.

Caminé lentamente hasta sentarme en frente de él, que alzó la mirada y me dedicó una amable sonrisa.

Yo se la devolví, ¿no estaba enfadado?

—Buenos días, escapista.—Me saludó, irónicamente, aunque no pareció decirlo con mal humor. Yo agaché la mirada, avergonzada.

—De verdad que lo...—Alguien me interrumpió, sentándose a mi lado.

Yo giré mi cabeza para ver al tal Marlo, el chico de la cita, el nuevo recluta, sentarse al lado mío.

Mi corazón casi se sale del pecho y pensé en mil maneras de escaparme de ese lugar, al final va a resultar que si que soy una escapista.

—Hola, Alma. Cuánto tiempo.—Dijo, sonriéndome como si nada hubiera pasado.

Tragué duro.

—¿Os conocéis?—Preguntó Hange, al lado nuestra.

—Sí, le pedí una cita aquel día del bar.—Le miré de reojo, sin saber que hacer ni que decir.

—Ah.—Soltó Hange, incómoda.

—Bueno, no he venido a molestar, solamente quería saber el porqué.—Continuó hablando, no parecía estar enfadado, solo quería una explicación.

Nada más iba a abrir la boca, me volvió a interrumpir.

—¿Es por el capitán?—Toda la mesa estaba en silencio escuchando hablar al recluta.

—¿Alma y el capitán están enamorados, verdad?—Volvió a preguntar. Mi corazón se congeló, todos los de la mesa se miraron unos a otros sin entender nada.

Me giré para ver a Levi, que dejó de beber de su té en cuanto escuchó la pregunta.

Alzó la cabeza y nuestras miradas se conectaron.

—¿A que viene eso?—Rechistó Jean, defendiéndome.

—Solo quiero una explicación. ¿Que os pasa?—Dijo, mirándonos a todos como si nuestra reacción fuera totalmente extraña para él.

Creo que le han informado mal, le habrán dicho que somos pareja o algo, pero la cuestión es que nunca habíamos hablado de lo nuestro entre nosotros y mucho menos con nuestros compañeros de la legión.

—¿Tú le quieres?—Me preguntó, yo le miré, entreabrí los labios queriendo decir algo, pero ninguna palabra salía de mi garganta.

Respiré profundamente, intentando ignorar las miradas sobre mí, incluida la de Levi, y la tensión del ambiente.

—Mi vida sentimental no tiene nada que ver con aquella cita.—Respondí, segura.

—Yo creo que si que tiene que ver, ósea si estás enamorada de él, entiendo perfectamente que no vinieras. Solo quiero saber si es por eso, así ya no te molestaré más, de verdad que me gustas.—Continuó hablando, ¿porque no se calla ya?

Las manos me sudaban, e incluso se me había quitado el apetito después de todo esto.

—¿Quieres al capitán?—Repitió.
Su mirada era tan intensa que conseguía ponerme nerviosa.

No sabía que decir, claro que quiero al capitán, pero no tengo la suficiente voluntad de decirlo aquí delante de todos, es incómodo, quizás Levi quería tener lo nuestro en secreto.

—¿Estás enamorada de él?—Un golpe en la mesa nos sobresaltó a todos.

Alcé la mirada para ver los puños del capitán sobre la mesa, que se había levantado de un golpe y parecía bastante enfadado.

De un momento a otro, sin darme tiempo a reaccionar, se inclinó sobre la mesa y agarró del cuello de la camisa a Marlo, tirando de él hasta quedar a centímetro de su cara y haciendo caer algunas cosas de la mesa.

—Quizás te dejó plantado porque se dio cuenta de lo payaso que eres, ¿no has pensado en eso?—Habló amenazante, con las cejas fruncidas y la mirada más terrorífica que había visto jamás.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y mi corazón se aceleró.

Después de unos segundos, Levi le soltó y se dio la vuelta para irse caminando por la puerta del comedor.

ᴀʟᴍᴀ. [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora