『 Veintinueve. 』

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—¿Quieres que te ayude para avanzar?— Preguntó, sosteniendo en una de sus manos un pack de cervezas.

No espero ninguna respuesta, solo pasó su brazo por los hombros de su amigo y así dejar que todo su peso recayera sobre él con la intención de que no se esforzará de más, a pesar de que la caminata no era tan extensa como parecía.

Desde que salió del hospital, se sentía como un perro guía para él, aunque bien sabía que Connie ya era capaz de caminar por si mismo, la debilidad de su cuerpo poco a poco iba desapareciendo. Aún así, temía perderlo de vista y que nuevamente algo horrible ocurriera. ¿Paranoia? ¿Culpa? Un poco de ambas.

—Es gracioso que me ayudes siendo fuiste tú quien recibió una herida en la pierna.— Musitó antes de fruncir los labios.

—Ya, pero tengo cicatrización rápida, al menos no fui yo quien quedó hospitalizado.—

Connie soltó una carcajada. Seguía siendo un poco delicado el tema, sin embargo, eso potenciaba que ambos se mofaran del otro, ya no dolía, ya no.

—Creo que lo mejor de todo es que ahora tengo una cicatriz en el abdomen, ¿Sabes qué significa eso? Que las chicas caerán a mis pies, me he vuelto diez veces más atractivo.—

Arrugó la nariz recorriéndolo con la mirada con una expresión de asco, luego carcajeó negando.

—Ya, soñador, aún así no consigues ser más guapo que yo, que con la cicatriz en la pierna también me he puesto más bueno de lo que ya soy.—

—Basta, Jean, déjame aunque sea una chica, ya tienes a Juli, ¿No te basta?—

—Con mi Juli es más que suficiente, las demás son todas tuyas.—

La panadería se encontraba abierta, así que se separó del más bajo para acomodarse la camisa realizando su entrada al recinto. Del otro lado del mostrador no había nadie, ni tampoco en el recibidor de la panadería.

—¿Hola?— Alzó levemente la voz a la espera.

En menos de un minuto Sasha salió de la cocina sosteniendo un cheesecake de frutilla, alzándolo sobre su cabeza mientras daba pequeños brincos de lo que podía interpretar alegría.

—¡Hola, mi chicos favoritos! ¡Nos volvemos a reencontrar todos juntitos!— Exclamó estirando sus labios.

Connie se acercó hasta la chica dejando un sonoro beso en su mejilla, Jean, en cambio, se mantuvo con la mirada clavada en el pastel, esperando que no cayera.

—¿Cómo estás, pesada? Hemos traído cervezas.— Estiró sus manos y le arrebató el pastel, recibiendo una queja de su parte.

—¿A quién le dices pesada? Si cuando nos cruzábamos en el hospital no dejabas de abrazarme.— Le sacó la lengua antes de tomar del brazo a Connie. —¿Sabías eso tú? Fuera de tu habitación Jean me abrazaba, ahora solo es un recuerdo en mi memoria, pero fue verdad.—

𝙬𝙝𝙤 𝙖𝙧𝙚 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙝𝙚𝙣 𝙣𝙤𝙗𝙤𝙙𝙮'𝙨 𝙬𝙖𝙩𝙘𝙝𝙞𝙣𝙜?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora