~CAPITULO 7~

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Lunes de nuevo.

Tuve un exelente y reconfortante fin de semana, ya lo necesitaba. El viernes cuando estaba por ir a la empresa me llamó el señor Samuel y me ordenó que no fuera, que sólo tenía que hablar con el señor Keneditt y nada más. Sin rechistar le obedecí y sólo me dijo que si me llegaba algún comunicado se lo hiciera saber. A las pocas horas recibí el llamado de su abuelo para que se comunicará con él urgentemente, pues así lo hice.

Con Sabrina fuimos a una clase de Pole dance, tanto me fastidió que acepté, hicimos compras, fuimos al cine, basicamente tuvimos un finde de chicas con mi madre y mi tía. Anhelaba un tiempo así, con mi madre nunca pudimos hacer eso por la obvia razón de no tener dinero.

Pero el buen humor se acabó hoy, no se que le habrá sucedidó al señor Samuel porque se apareció con un humor de perros y de los peores, encima justo hoy tuve un retraso de 10 minutos porque perdí el autobús y el auto se lo llevó mi tía a trabajar, lo raro es que no me ha dicho nada, no me gusta esa tranquilidad. Parece ser el ojo de la tormenta.

Suena la línea del señor Samuel y atiendo...

— Si, señor, ¿qué necesita?

— Anderson, venga a mi despacho— demanda y ni siquiera espera a que conteste porque cuelga.

¡Oh! Ya estas muerta...
Dice mi subconciente, no ayudando mucho.

¡Santa madresita de calcuta por favor apiádate de mí!

Golpeo su puerta y con un "pase" ingresó al despacho.

Lo veo semi-recostado en su silla y con sus manos entrelazadas sobre su regazo y sus codos en los apoyabrazos.

¡Diosss! Ayuda...

—¿Qué necesita, señor?—pregunto con un miedo infernal.

—¿Ya envió los correos a las agencias que le pedí?— pregunta, ya que es una empresa que se encarga al marketing y en algunos casos ayuda a las agencias de modelajes.

— Sí señor, ya fueron enviados— contesto.

— Que sea la última vez que tenga un retraso, ¿me escucho?. Aquí todos tenemos problemas personales pero hay que cumplir con el deber que se nos fue asignado—sentencia con cara de pocos amigos.

Yo sabía que había mucha tranquilidad. Pero si piensa que me voy a quedar callada está muy equivocado, yo no tengo la culpa de su enojo para que se la desquite conmigo y sé que lo está haciendo.

— Entendí señor, pero con todo el respeto hace mucho no tenía retrasos y siempre he sido puntual con mis labores, sólo los tuve cuando comencé—replico ocultando mi enojo lo mejor posible.

—¿Me está contradiciendo Anderson?—reprocha con una ceja levantada y recuperando la postura de macho alfa.

— Por supuesto que no señor, sólo me defiendo ante su regaño—digo con inocencia.

Veo su mirada penetrante como se oscurece, y con una media sonrisa de malicia se pone de pie despacio, camina a paso lento hacía mí y yo ya estoy que voy a dejar de respirar en cualquier momento.

Se acerca y se detiene a unos centrimetros de mí. Me digo mentalmente que debo ser fuerte y no demostrarle debilidad, porque sí sé de mi experiencia es que cuando muestras debilidad el amenazante te busca por ese punto.

Acorta la distancia que queda entre los dos, me sonrié de un modo burlón y con diversión.

¡Pues claro! Ya se debe haber dado cuenta que con sólo soplarme me orinare encima.

Contrato de la Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora