Capítulo XXII

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Aiden

Química siempre había sido una de mis materias favoritas, por lo que lo mucho que me estaba costando concentrarme era algo nuevo para mí.

La razón estaba unas filas más adelante, con su coleta alta y su falda corta, justo al lado del lugar en el que la noche del viernes la había puesto de espaldas y la había follado con mis dedos, donde había gritado mi nombre y había rogado por más. Quizá debí haber sido mas sabio y haber elegido un salón menos comprometedor y no uno en el que tenía que estar tres veces a la semana, porque ahora en todo lo que podía pensar era en tres cosas: 1. Tirar la coleta de Alex se sentía mejor de lo que debería. 2. Su culo estaba esculpido por los mismos dioses y 3. Estaba tan jodidamente apretada que apenas y sí podía pensar en otra cosa que no fuera meter mi polla dentro de ella, pero debía ser paciente mientras le enseñaba a Alex todos los placeres que el sexo podía darle antes de que ella realmente quisiera que la follara. Después de todo, la chica era virgen, lo que significaba territorio inexplorado para mí y para ella. Normalmente no miraría a una chica virgen dos veces, pero había algo en la inocencia de Alex y su apasionado ser que me empujaban hacia ella, a ayudarla a explorar. Además, nuestro retorcido tira y aflojas de pronto se había vuelto más como un juego previo.

No creía que Alex esperara corazones y flores. Es más, la chica ni siquiera confiaba en mí, pero podía ver que Alex quería esto, y es que su cuerpo no podía mentirme. De alguna forma todo el odio que sentía bien adentro de mí se estaba aliando con el deseo. Nuestro odio por el otro se había convertido en una tensión sexual imposible de ignorar.

Diablos, su cuerpo. ¿Cómo un humano tan pequeño podía tener semejantes curvas y semejantes piernas? Algo no estaba bien con eso, porque las chicas bajas jamás habían sido mi tipo, pero aquí estaba, mirándole el culo y el pecho a Alex cada vez que tenía la oportunidad.

Incluso la había mirado en su práctica de animadoras el lunes, cuando íbamos con el equipo hacia los vestidores, algo que nunca en mi jodida vida pensé que podría importarme. Alex se había contorsionado de tantas formas distintas en tan pocos minutos que en lo único que pude pensar durante horas fue en lo interesante que sería utilizar esa flexibilidad en la cama

A Kyle no le gustó mi desconcentración, sobre todo porque como el cerebrito que sabía que era, era mi deber llevar el bastón en los experimentos del laboratorio, así que cuando le dije que no había captado bien las instrucciones el mundo se le vino encima, y también al maestro, que no podía creer que estaba teniendo que explicarme todo de nuevo, pero porque era yo, lo hizo sin problema.

Kyle no me permitió desconcentrarme hasta que el experimento estuvo listo y finalmente entendió el procedimiento, y en cuanto entregamos nuestros resultados fuimos libres de salir de la clase.

Así que mientras no tenía nada que hacer, mi martirio comenzaba de nuevo: una cuenta regresiva que parecía infinita hasta el jueves para estar a solas con Alex. Lo cierto era que si no hubiera sido porque mamá había llegado ayer a interrumpirnos, no habría tenido autocontrol para contenerme de cogerla. Alex se veía magnífica como siempre y sus ojos azules lujuriosos eran suficiente martirio para doblegar el espíritu de cualquier hombre. A pesar de todo, no quería que Alex tuviera una horrible experiencia porque yo no era capaz de mantenerla en mis pantalones.

—Odio cálculo avanzado —murmuró Ashley sentándose a nuestro lado—. No logro comprender nada.

—Ya te dije que podía darte tutorías, pero sigues insistiendo en que estás bien —le dije rodando los ojos.

Ash me miró con expresión aburrida, pero enseguida algo cambió en su mirada; algo le preocupaba lo suficiente como para marcar líneas de expresión en sus ojos.

—¿Está todo bien? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

—Aiden... tengo que decirte algo —Ash se mordió los labios como siempre hacía cuando estaba nerviosa—. ¿Podemos hablar a solas un momento?

Los chicos hicieron sonidos de besos en cuanto empecé a alejarme con Ashley. Claramente no lo harían si supieran que Ashley no estaba interesada ni en mí ni en ningún hombre, pero eso era algo que solo yo y sus líos de una noche podían saber... además de Katherine.

—Tengo que hacer una entrega —confesó, avergonzada.

Maldiciendo por lo bajo, tuve que darme un momento para no perder la compostura.

—¿Por qué? —espeté.

—Papá se metió en unas deudas, y...

—¡No puedes estarlo salvando cada vez que su adicción por el juego lo hace caer, Ashley!

—¡Es mi padre, Aiden! Desde que mamá murió, no es el mismo. Está sufriendo.

—¡Igual que tú! Y a diferencia de ti, él es un hombre maduro que debería manejar sus asuntos de forma madura, no dándole la carga a su hija de 17 años.

—No puedo arriesgarlo, Aiden.

—¿Cuánto es? —pregunté, exasperado. Siempre era lo mismo con James Rhodes.

—8000 dólares.

—Mierda, Ashley —jadeé—. No puedo conseguir esa cantidad de dinero.

—Lo sé, por eso tengo que hacer la entrega. Solo serán unas cuantas. Los chicos de Devil King dicen que son entregas grandes, y que no arriesgarán a nadie mayor de 18.

—Ash...

—Lo que sea que digas no me hará cambiar de parecer, Aiden. Si te estoy diciendo esto es porque prometí mantenerte al tanto, no porque quiera tu opinión.

—Está bien. Iré contigo.

—No tienes que...

—Dije que iré contigo —gruñí, y Ash no siguió peleando—. ¿Cuándo es?

—El jueves a las 8 en Green Valley.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora