8. Rudo

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Narrador Omnisciente

La princesa Charlotte entra al baño, antes de salir y montar el hermoso marrón caballo. Las ideas de matarse empezaron a regresar, ella los ignoraba como siempre lo ha sido, pero los problemas que afronta son muchos. Jaden es su problema más grande.

-Respira Charlotte, tú puedes. -Convirtió sus manos en puños, los apretó hasta volverse rojo sus palmas, apretó sus ojos y se repitió. -Soy más fuerte que tú. -Habló en voz baja.

El pelinegro entró al baño, sabiendo que ella estaba ahí, él solo quería jugar con ella.

Él no quería transmitirle que su compañía es ella, su vida es ella, no, él no quería transmitir eso porque seguía resentido con ella, así que, juega con ella.

-¿Qué te sucede? -Éste preguntó, tosco.

-No es tu importancia. -Respondió igual de tosca.

-Quiero jugar contigo. -Dijo, ignorando la tosca respuesta que tuvo de parte de ella.

-Estoy cansada de jugar, Jaden. -Ella se voltea para verse en el espejo, miró detrás de su hombro, notó a Jaden que se acercaba a su cuerpo. Sus manos se colocaron en la cintura de la joven, la cabeza del pelinegro lo escondió en el cuello de su cónyuge. -Déjame, Jaden. -jadeó cerrando sus ojos por el placer.

Él ignoró su propuesta, y empezó a morder su cuello, su lengua lamía el cuello blanco de la princesa. Formaba círculos, en ésta, trataba de no dejar chupetones, pero era inevitable.

-Jaden, n-no lo ha-hagas. -Empezó a gemir en voz baja. El pelinegro con sus dos manos en las caderas de la princesa, provocó que el trasero de ella choqué agresivamente con su bulto. Ella gimió, moviendo sus caderas creando una fricción con el bulto del príncipe.

Ella se alejó de él, con todas las fuerzas que el cielo glorioso le mandó, no se iba a manejar por ese bastardo. Se dio la vuelta, y miró los labios de su esposo para después con seguridad subir su mirada a los ojos de él.

-Ya no me excitas, príncipe. -Ella le sonrió y se alejó de él dándole un brusco golpe con su hombro al hombro del joven príncipe.

Uno de los dos estaba haciendo trampa en este vicioso juego.

Apenas la princesa había dado dos pasos cuando sintió una mano agarrarle del brazo con fuerza. Su espalda fue estampada contra una de las paredes del baño y su respiración se cortó en ese instante.

Sabía lo que eso significaba. La escena había comenzado.

-Mentirosa. -Ella trataba de ocultar su cuerpo que temblaba de nervios.

-¿Te dolió que haya golpeado tu ego? -Le habló como si fuera un niño de tres años, que perdió su dulce.

Ella hizo que Jaden sonriese pícaramente -Coloca tus manos en arriba de tu cabeza. -Ordenó firme, ella negó. Eso causó que el príncipe se enfurezca -Ahora. -demandó ya furioso, ella seguía sin hacerle caso.

Jaden sabía que la maldita estaba jugando su juego, ella quiso hacerle creer que conocía las reglas del juego, él no le creyó.

Agarró con fuerza los dos lados de la cadera de la princesa y los apretó lo demasiado fuerte para que ella suelte jadeos dolorosos. Ésta sabía lo que hacía, él sabía lo que ella le puede provocar.

No estaban en la misma sintonía.

-Hazlo. -Su firmeza intimidaba. Ella levantó sus dos brazos a la altura de su cabeza. Jaden sonrió al verla como la obedecía.

Apoyó sus antebrazos en la pared, a cada lado de la cintura de Charlotte. La mirada de ella quedaba dirigida al exterior. Sus piernas temblaban al sentir las manos del dominante subir por sus piernas hasta sus caderas y hacer especial presión allí para colocarlas a su gusto. El mayor le bajó -con brusquedad- su pantalón de equitación acompañado de sus bragas negras. Una corriente de aire fresco hizo que sus piernas temblaran aún más. Su feminidad quedó expuesta a su disposición y sus piernas flojearon al pensar en lo que estaba por ocurrir.

𝑳𝒂 𝑷𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆𝒔𝒂 𝒅𝒆 𝑪𝒂𝒏𝒂𝒅á ―Jaden Hossler―Donde viven las historias. Descúbrelo ahora