Haneul se pasó por la morgue a inspeccionar los cadáveres esa misma mañana, aunque ya había visto los informes de patología, obviamente amañados. No le quedó otra opción más que la de obtener fluidos corporales ella misma y pagar a un laboratorio para que determinaran si había rastro del infame medicamento de la competencia.
Dentro de una hora debía dejar las muestras en el laboratorio, así que condujo unos cuarenta minutos hasta llegar a su destino.
—Buenas, soy Hanna, vengo a dejar las muestras acordadas por teléfono —dijo ella, dando su nombre internacional—. Pago al contado.
—Está bien, debido a la gran cantidad de muestras serán aproximadamente...
—Sí, sí, no me importa. —Pasó su tarjeta por el lector e introdujo el PIN. —Supongo que estarán listas en aproximadamente tres semanas, llámenme cuando lo estén. Bye.
Condujo de vuelta a su casa, encontrándose al entrar a Hanseok durmiendo, no le prestó demasiada atención y subió a su despacho, a seguir trabajando. Cuando hubo acabado con una parte del papeleo, agarró su móvil, encontrándose con una llamada perdida, así que volvió a llamar a ese número para saber quién era y qué quería.
—¿Hola? —dijo Vincenzo al otro lado de la línea.
—Oh, era usted, Vincenzo —susurró ella.
—Sí, quería pedirle que quedemos hoy.
—Está bien, ¿adónde quiere ir? —preguntó la mujer.
—Baje de su casa a la una y media, vaya de etiqueta, yo la recogeré —explicó él antes de cortar.
Haneul salió del despacho y fue directa al vestidor de su habitación, apenas tenía tiempo para cambiarse. Agarró un vestido negro de Chanel, unos tacones altos negros y lo acompañó todo con la nueva colección de joyas de Didier Dubot.
Cuando bajó las escaleras hasta la planta baja, Hanseok se la quedó mirando.
—¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a una mujer guapa? —Haneul sonrió agarrando el bolso tirado en el sillón.
—¿Dónde vas? —preguntó él.
—Tengo una cita —respondió ella, Hanseok se lo creyó.
—¿Con quién?
—Con un hombre rico —explicó Haneul sonriendo—, nos vemos. Que la casa esté limpia cuando vuelva.
Haneul salió de la casa y Hanseok no pudo evitar mirar por la ventana con quién salía la chica. Una vez la mujer hubo llegado a la planta baja, Vincenzo Cassano salió de la cabina del conductor para abrirle la puerta a la mujer.
—¿Qué hacen esos dos juntos? —Se preguntó el hombre.
Haneul se sentó de copiloto y miró al abogado que estaba concentrándose en arrancar el coche, sonrió de lado y apartó su vista de él.
—He reservado un restaurante entero para nosotros dos, quiero que me explique un par de cosas —comentó Vincenzo una vez comenzó a conducir.
—Señor Cassano, ¿no le parece que se está aprovechando de mi amabilidad? —Haneul sacó una caja de cigarros de su bolsillo y encendió uno.
—¿Qué amabilidad? Ambos sabemos que si esto no te beneficiase no estarías aquí —Vincenzo movió la mano frenéticamente, intentando no respirar el humo—. No fumes aquí, es asqueroso. —La mujer abrió la ventana del coche y se deshizo de su cigarro.
—Me debe más de lo que cree —comentó ella mirando su perfil—, y tengo más información de la que usted podrá tener nunca sobre la competencia. Yo de usted no jugaría mucho a ser el jefe, ya sabe lo que dicen, si se juega con fuego uno puede acabar quemándose.
—Pero tú no eres fuego para mí, tú eres más bien hielo.
—¿Es usted tonto? El hielo también quema. —Vincenzo sonrió.
—No me refería a eso.
Lo que restaba de camino transcurrió en silencio hasta llegar al restaurante, Vincenzo salió del coche para abrirle la puerta a Haneul, que sentía curiosidad por aquel enorme restaurante.
—Me ha traído a un restaurante italiano cualquiera... —susurró Haneul.
—Entra —ordenó él, ofreciendo su brazo para entrar juntos, ella lo tomó.
Una vez dentro, tomaron asiento, acompañados por el vino que les habían servido nada más entrar.
—¿Qué debería pedir? —preguntó la mujer.
—Cualquier cosa estará bien.
—Espaguetis a la carbonara —dijo Haneul, el hombre asintió—. Bien, ¿de qué quería hablar?
—Voy a hacer explotar la fábrica de Babel —espetó él, la mujer dejó escapar una carcajada.
—Y necesita mi ayuda para obtener los químicos para las bombas, ¿verdad?
—Efectivamente —respondió él, uno de los camareros se acercó para tomar el pedido—. Unos espaguetis a la carbonara y una pizza margarita pequeña. —Una vez el hombre se había ido, Haneul no pudo evitar comenzar a reír.
—Es usted bastante poco ortodoxo —comentó ella.
—¿A qué te refieres? Es la manera más eficaz de frenar la producción del fármaco —explicó Vincenzo.
—¿Cree que eso hará algo por más de unas horas? Contratarán otra distribuidora y deben tener reservas del medicamento en otros almacenes, no son estúpidos.
—Es la única manera en la que puedo involucrar a la familia de las víctimas, esta es su venganza. —El hombre bebió un poco de vino.
—Haga lo que quiera, pero Anjan no va a proporcionarle nada —dijo Haneul levantándose de su silla—. Si hemos acabado...
—Hay algo más —interrumpió el hombre—, creo que Hanseo no es el que controla la empresa sino alguien más.
—Oh, ¿todavía no sabía eso? Supongo que solo unos privilegiados tenemos acceso a esa información —comentó ella—. Me alegra que se haya dado cuenta de que Hanseo por sí solo es un incompetente, la persona que está detrás de Babel es...
—¡Vincenzo Cassano! —exclamó Hanseok entrando al restaurante.
—¿Qué haces aquí, Junwoo? ¿Cómo has entrado? —preguntó el abogado.
—Vengo a por Haneul, necesito su ayuda en algo. Ya sabes, cosas de abogados. —Hanseok agarró el brazo de la mujer y la sacó a rastras del restaurante.
Una vez fuera, el hombre se la quedó mirando, estático.
—¿Una cita? Debería haber sabido que la gente como tú es incapaz de sentir amor, no sé cómo me lo creí —dijo él, enfadado.
—Yo tampoco sé cómo te lo creíste, si te sirve de consuelo —susurró la mujer sacando su teléfono—. Voy a llamar a mi chófer...
—Bien, continuaremos con esta conversación en tu casa.
—¿Crees que tengo ganas de hablar contigo? —preguntó ella, levantando una ceja—. Vete.
—Sabes que no me puedes echar, ¿no?
—Tristemente eres como una garrapata.
—¡Oye! ¡Mi frase era romántica y la has fastidiado! —exclamó el abogado.
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silence | jang junwoo (hanseok)
FanfictionPosiblemente la forense y presidenta de la farmacéutica Anjan (su principal competencia), no entraba en los planes del joven jefe. Jamás imaginó que alguien pudiera leerle como si fuera un libro abierto, era vergonzoso y humillante. Así que solo le...