— ¡Christina, nos están esperando! —exclamó John, mientras observaba desde el balcón de su habitación, la pobre chica no encontraba aquel listón rosa que había visto alguna vez de esas tardes de ocio en el palacio, el listón combinaba perfecto con su vestido, comenzó a revolver algunas cosas de los diversos cajones de aquel guardarropa inmenso, sacó un par de calcetines y entre aquel montón, una pequeña libreta saltó y aleatoriamente mostró una de las hojas, la chica no estaba realmente interesada en el contenido de la libreta, tan sólo deseaba encontrar ese accesorio, para satisfacer sus pequeños momentos de vanidad, aún así no pudo evitar leer el contenido de la libreta:
«Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider, Mi nombre es Jonathan Rider [...] »
La frase se repetía una y otra vez, algunas de ellas tenían tachones, y la caligrafía le parecía escalofriante mostrando desesperación de quien las había escrito, Chrys hojeó la libreta rápidamente, el descubrimiento comenzaba a despertar su curiosidad pero el llamado de Jonnas desde afuera del guardarropas la sacó de su curiosidad, y sin cuestionar más lanzó la libreta al cajón del que brotó con todo lo que había salido de él.
Un tanto decepcionada salió sin aquel listón, John la miró interrogativo.
— ¿Qué buscabas? —preguntó.
— Nada importante. —Chrys tan solo se encogió de hombros y ambos salieron hacia el jardín trasero de la mansión donde ya se encontraba la Familia Real y varios elegantes y conocidos rostros.
— ¡Christina! —exclamó una hermosa pelirroja que se acercaba a paso elegante con una pequeña sombrilla amarilla cubriendo su blanca piel del Sol, John arqueó las cejas con exasperación y muy hábilmente se alejó de Christina ante la mirada reprochante de su esposa, se encaminó hacía Red quien jugaba croquet en un delicado conjunto blanco rodeado de varios jóvenes condes y barones que esperaban ser notados por la Realeza, muchos de ellos decidieron simplemente desaparecer cuando el General Van Durguen se acercó con su ya muy conocido gesto sombrío.
— Huiste. —notó Red divertido mientras suavemente golpeaba la pelota.
— Ella estará bien. —se justificó John metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.
Por su parte Chrys tan solo saludó nerviosa al trío de chicas que se acercaban.
— Christina, querida, mírate, te ves radiante. —saludó Damira.
— Parece que a alguien le está cayendo bien la vida de princesa —comentó Seráphina mirando con desdén a Chrys.
— Es bueno saber que ha logrado adaptarse a pesar de las dificultades que le pueden rodear —Melinda salvó el momento en el momento oportuno.
— En definitiva, eso habla muy bien de nuestra Señora de la Oscuridad. — complementó Damira.
— No puede quedarse perdida por siempre, en algún momento debe tomar sus deberes como Señora de la Oscuridad, el Inframundo no puede estar sin su Embajadora por tanto tiempo —resaltó Sera, esas palabras llamaron la atención de Chrys, en esas semanas que llevaba en aquel lugar, nunca nadie le había recordado o mencionado su papel en ese mundo.
Sera pudo leer ese hecho en el gesto de Chrys y soltó una risilla maliciosa.
— Hay querida, nadie te lo ha dicho ¿cierto?, por supuesto que no, no le conviene a tu querido General.
— Sera —Damira reprochó.
— ¿Qué? tiene que saberlo, y probablemente el Myiesling no le dijo por su propio beneficio, se nota a leguas lo oportunista que puede ser —respondió Sera con desagrado mientras echaba una mirada asesina a Jonnas quien seguía en su tranquila plática con Red.
— Bien, ¿y qué tengo que saber? —preguntó Chrys cada vez más ansiosa por los comentarios de Sera.
— Christina, no le hagas caso, no sigas su juego —recomendó Melinda al ver a la chica cada vez más alterada.
— Quiero saberlo —murmuró Chrys hacia Sera, la imponente vampira la observó.
— Existe un rumor, que por cierto, no escuchaste de mí… —Sera hizo una pausa, Melinda y Damira cerraron el círculo entre las cuatro para hacer de la conversación más privada, Chrys negó con la cabeza
— ... el rumor dice que en la biblioteca de la Mansión hay un libro, que originalmente pertenecía a la Señora de la Oscuridad, dicen que cuenta la historia de cada una de las Embajadoras desde sus inicios, pero se dice que está escrito en un idioma olvidado que solo unos pocos pueden leer, quien sabe, tal vez, puedas descifrarlo… o tan solo pregúntale a tu querido esposo quien eres en verdad, si te atreves… a mí lo único que me importa es que los malditos de la Luz no nos vean débiles o desprotegidos, así que date prisa, no queremos otra guerra —concluyó Sera encogiendo los hombros.
Chrys quedó pensativa, sin darse cuenta comenzó a juguetear con su medallón observando la nada, Damira parecía un poco preocupada por la reciente conversación.
— Mejor hablemos de cosas más interesantes, Christina ¿qué tal va tu relación con el General? —Damira sonrió ampliamente con su pregunta, Sera y Melinda comenzaron a reír por el indecoroso tema, Chrys salió de sus pensamientos y su cara se puso tan roja que las chicas soltaron otra carcajada.
— Suficiente Damira, pobrecilla casi muere de la vergüenza —dijo Linda entre risas.
— ¿Pobrecilla?, será toda una hazaña si logra que el General tenga un momento pasional —comentó Sera.
— ¿De qué hablas? se supone que ya tuvieron su momento pasional en su noche de bodas —afirmó Damira, Chrys trató de mantener el gesto más neutral al recordar su noche de bodas.
— Damira, una cosa es Entrar y Salir para cerrar el trato de unión, y otra muy diferente es repetirlo por gusto, muy pronto tú misma sabrás de eso —comentó Sera, Damira soltó un resoplido y cambió su gesto a uno de exasperación.
— Ni me lo recuerdes.
— ¿Te vas a casar? —preguntó Chrys extrañada.
— ¡Sí! Con el Conde Nariz Inmensa —se burló Sera.
— No está taaan grande. —trató de justificar Damira.
— Sí, sí lo está. —refutó Linda.
— Mira el lado bueno, si no hay amor en el matrimonio, puedes tener tantos amantes quieras, esto también va para tí. —dijo Sera señalando a Chrys.
Chrys quedó sorprendida por el comentario de Sera, tener un amante no era algo que había considerado, ni siquiera tener un esposo.
— Un amante, uno lindo como el que está mirando hacia nosotras en este preciso momento —señaló Melinda discretamente a un castaño en traje militar de largo cabello marrón y ojos miel.
Las cuatro miraron al chico quien caminó hacia ellas con una pícara sonrisa, su mirada rápidamente se posó sobre Chrys, las chicas soltaron risillas al ver al joven y atractivo militar sobre la pobre humana.
—Mi Señora—saludó el joven besando la mano de Chrys— Señoritas —saludó a las tres chicas que seguían riéndose tontamente.
—Mi Lord—respondió Sera.
— Oh no, no soy Lord, soy Teniente Coronel, llámenme Reign— se presentó el castaño.
— Ah, Teniente Coronel, el Segundo al mando de las Fuerzas Armadas, después del Coronel Van Durguen. —apuntó Sera, más bien como una discreta explicación para Chrys; de inmediato el gesto de Reign cambió ligeramente a cierto fastidio.
— Sí, Jonnas. —afirmó Reign con desagrado.
— ¿Y a qué se debe el placer de contar con su presencia ante cuatro humildes damas? —preguntó Damira.
— Vine a conocer a Nuestra Señora de la Oscuridad, estuve presente en aquella hermosa unión entre mi Superior y Mi Señora, desafortunadamente las circunstancias me impidieron acercarme a felicitarlos en persona sin embargo ya tuve el honor de conversar con el General y decirle lo afortunado que era al tener a su lado a tan maravilloso ejemplar. —respondió Reign altivo como todo un Lord, con cada palabra Chrys se sentía más incómoda «¿Ejemplar? ¿Cómo un animal?» pensaba, sin embargo para su fortuna tres figuras se acercaron a escena y pudo notar como el Teniente Reign se encrespaba tal gato.
— Y tanto mi señora esposa como yo agradecemos tus buenos deseos, Reginald— saludó John a espaldas del Teniente, Red estaba a su lado con su usual sonrisa pícara y obviamente Anthony detrás de ellos, John tomó a Chrys de la cintura y Reginald abrió el círculo para que los dos chicos se unieran junto con el guardia que los cuidaba de cerca.
Tantos rostros imponentes hacían sentir a las chicas pequeñas, Sera no despegaba la mirada del Teniente, quien a su vez mantenía su mirada alerta a cualquier movimiento del General.
— Pronto, cuando acabemos con esa absurda Rebelión, podremos organizar más reuniones como esta y espero poder contar con tan agradable compañía como ustedes señoritas. — comentó Reign en un momento de la conversación.
— Pero por su puesto para ganar, debemos construir impecables estrategias. — señaló John.
— Si tan solo dichas estrategias estuvieran listas. —comentó Reign como un pasivo ataque al General, John tan solo sonrió.
— Si tan solo tuviera cierta Mano Derecha se concentrara en aportar ideas para crear estrategias. —respondió John con una mirada profunda hacia Reign y una voz con un toque de sarcasmo y malicia, Reign calló, en realidad, todos callaron.
Red los miró a todos.
— Y si tan solo yo tuviera un trago para lidiar con los militares aburridos. — exclamó el Príncipe haciendo una señal a uno de los varios meseros que se paseaban por el jardín ofreciendo alcohol y bocadillos, los chicos salieron momentáneamente de aquella tensión ante la interrupción de Red quien tomaba más de una copa de aquel líquido transparente ante la preocupada mirada de su Guardia.
John suspiró, ya sabía en qué acabaría esa travesía de Red y el alcohol.
— Mi General. —llamó Reign, John volvió su mirada de inmediato dejando de prestar atención a Red quien ya comenzaba a asaltar a cada mesero que veía.
— Reginald.
— ¿Por qué no aprovechamos esta bella tarde y me concede una amistosa pieza, por los viejos tiempos? —sonrió Reign, mientras tomaba a Sera de la mano con delicadeza y deslizaba su guante de seda de la pequeña mano de la chica que lo miraba con ojos hambrientos.
— Reign, no quieres hacer esto —John frunció el ceño, sabía que Reign solo hacía eso con dos intenciones: la primera, ganar y demostrar que su fuerza era superior a la del Gran General Jonnas Van Durguen y la segunda, perder y mostrarle a los invitados el escalofriante ser que John era. Ambas dejarían una impresión negativa en Christina y significaría la pérdida de la poca confianza que apenas comenzaba a ganar, sin la confianza de Christina, el medallón no se le entregaría voluntariamente, y Olivia no obtendría lo que quería, no por medio de él así que buscaría a alguien más, y así de fácil, así de rápido, su oportunidad de obtener el favor de la Oscuridad para los Rider y ganar aquella Guerra, se escurriría de entre sus dedos.
Mientras pensaba en todo aquello, Reign dejaba caer el delicado guante ante los pies del General, quien ya no podía negarse, rechazar un duelo formal era una gran ofensa y una muestra de deshonor, ante todos esos nobles, el General de las Fuerzas Armadas estaba obligado a luchar.
— No hay que postergarlo… Mi General. —expresó Reign con una pequeña sonrisa, Chrys miró a John con preocupación, el chico la soltó y caminó sin despegar la mirada de su oponente hacia una parte despejada del jardín, los invitados se percataron de aquel duelo y se acercaron entre murmullos, así mismo un joven criado se acercó con dos espadas a ambos competidores, Reign las rechazó de inmediato y desenvainó la que cargaba en su cinturón, John comenzó a sentir una punzada en el pecho y sus sombríos ojos azules se encontraron con la mirada de Olivia, ella le sonrió al General y de manera inquietante, toda ansiedad e inseguridad se desvanecieron de la cabeza de John, como si hubiesen entablado una conversación con solo mirarse.
John sabía qué hacer, su mirada se enfocó en Reign y se volvió tan fría como el hielo; la sonrisa maliciosa de Reign se desvaneció, conocía esa mirada, la pesadez aumentó cuando a su superior desenvainar sin temor la espada de su espalda, sintió escalofríos al encontrarse de nuevo con aquella larga katana curva con un extremo de sierra, plateada, resplandeciente, aquella que mataba con un solo corte, aquella que delataba lo impuro y peligroso del linaje de aquel al que en algún momento llamó Hermano…
ESTÁS LEYENDO
Verso de Guerra [Poema de Creación y Destrucción]
FantasiEn el Inframundo una guerra se ha desatado, cuatro hermanos pueden detenerla, solo siguiendo un camino de sangre, traición y hermandad. Del Poema de la Creación y Destrucción