Trabajaba en un museo explicando a los curiosos las reliquias que mi lugar favorito resguardaba. Tarde tras tarde con un horario laboral demandante y sueldos no tan prometedores gastaba gustosa los latidos de mi cesante existencia.
Un día lluvioso en otoño por las puertas del lugar cruzó un individuo extravagante, con unos botines morados, un par de jeans ajustados, y unos caireles de tonos mentolados empapados. Al ver a esa chica yo solo podía pensar que no era común ver zapatos en aquellos colores y en el diluvio que me estaría esperando de regreso a casa al terminar mi jornada. Se acercó a mi y preguntó si podía quedarse mientras la tormenta pasaba, le informe que no había mayor inconveniente si adquiría una entrada. Preocupación fue todo lo que invadió su rostro pues resultó que no llevaba más dinero consigo, decidí hacer mi buena acción del día y ofrecí pagar por ella. Agradecida se marchó a una sala de escultura que contaba con bancas para admirarlas. Pasaron los días y yo solo seguía con mi vida, estudiaba arquitectura por las mañanas y ofrecía mis servicios de guía en el museo al atardecer. Por azares de la vida una mañana de camino al museo volví a cruzar con aquella chica de vibra peculiar. Sus botines ahora eran del color de sus cabellos, menta. Aquel detalle fue lo que me hizo recordarla, cruzamos miradas por unos instantes mientras me regalaba una fugaz sonrisa y nos perdíamos de vista. No necesité más que aquellos segundos para notar otro detalle que la hacía destacar, sus ojos eran de un morado muy claro.
Tardes de todos los días comencé a verla sentada con un cuaderno de pasta negra y un portaminas en sus manos. Sus visitas al museo se hicieron habituales. Las horas transcurrirían y ella solo permanecería trazando líneas infinitas que buscaban asemejar las esculturas que a través de aquellos singulares ojos lilas contemplaría. Cada tarde al lado opuesto de la habitación me encontraría yo perdida en los abismos de mi cabeza cuestionándome ¿qué tiene esta chica que yo estoy aquí sin poder dejar de verla? Debería empezar a cobrarle renta, es que se la vive en mis pensamientos.
Invierno llegó y en una extraño episodio de inconsciencia y valor me acerqué a ella y de mis labios salió:
- Llevó meses intentando descifrar que me generas porqué no puede ser sólo el color de tu pelo lo que me atrapa ¿eres bruja y me estás hechizando con tu belleza?
A los pocos segundos de oír su carcajada cayó en mi el peso de mis palabras y solo entonces fui consiente de lo que había dicho. Un muy notorio sonrojo invadió mi rostro antes de empezar a tartamudear.
-L-lo siento. Yo-yo es decir, yo no me refería a- ehm, quiero decir s-si eres preciosa p-pero es- para ese punto ya no podía hacer más que ver hacia mis zapatos y rogarle al universo desaparecer-Ugh lo siento tanto, que pésima primera impresión debo estar causando. Por favor no le digas a mi supervisor y-yo, te invito un café o un té o lo que t-tú guste-
La pelimenta dejó de carcajearse para levantarse de su asiento y tomarme por los hombros.
-Tranquila- me dijo con una sonrisa ladina- Fíjate que me encantan las malteadas que venden en la cafetería de a lado, te espero aquí a que acabes tu turno.
Decir que me quedé perpleja es poco porque sencillamente estaba en blanco, solo pude asentir y dar la media vuelta. Para mi pésima suerte pisé una de mis agujetas y termine contra el piso. A mis espaldas pude volver a oír su carcajada resonar hasta que sentí su tacto nuevamente ayudándome a levantarme.
-¿Te marchas así sin decirme cuánto tiempo te tendré que esperar?
-Y-yo-
-No otra vez por favor, dime ¿acaso Bill Denbrough te enseñó a hablar?
Entonces fue mi turno de reír dejando que el sonido escapara de mi boca. Esta vez con más confianza levante la mirada y choque con aquellas lilas pupilas.

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PENSAMIENTOS ABSTRACTOS DE UNA TONTA CON ACCESO A INTERNET
Short StoryPuros textos de cuando tenía 16 y no sabía que hacer con mi vida, obvio si me da pena ajena pero es un archivo de quien era