Los gritos de suplicio de la presa indican que haces bien tu trabajo
Damien
Escuchar las suplicas de tu objetivo, de tu presa, ver como lucha por escapar, por volver a tener la libertad que pudo conservar de no haber cometido el estúpido error de tocar a la persona equivocada es una de las cosas más satisfactorias que existe, al menos para mí.
Mi desprecio por Chad viene desde que me enteré que estaba en una relación con Anastasia, incrementó gracias a su repulsivo gusto por golpear a sus parejas y ahora cada centímetro de mi cuerpo está impregnado por una terrible sensación de desagrado hacia él debido a que se atrevió a golpearla.
Admito que más de una vez me vi con mis manos hechas puños estrellándose sobre su cara, tan solo para desquitar la ira que sentía cada que lo miraba cerca de ella, me contuve porque no tenía razones suficientemente válidas para llevar a cabo lo que quería pero ahora puedo hacerlo y lo que le haré no será ni de cerca parecida a una paliza. Será mucho peor.
Cuando desprecias a una persona, a una presa sientes las fervientes ganas de acabarlo en un instante, en cuanto tienes la más mínima oportunidad pero cuando desprecias a la presa y esta se involucra con alguien que quieres las cosas cambian radicalmente porque ahora no quieres acabarlo rápido sino lento, y cuando dicha presa comete la estupidez de tocar a quién te importa las ganas de acabarlo rápido son sustituidas por un inmenso deseo de torturarlo, de verlo hundido, suplicando y arrepentido por haber hecho lo que hizo.
Y eso es justamente lo que pasa con Chad.
Pudo haberse largado, aceptar las cosas como eran pero prefirió empeorar su ya desgraciada vida.
Me quito el saco del esmoquin para dejarlo sobre el respaldo de la silla que está frente a él, con toda la tranquilidad que soy capaz de reunir me desanudo la corbata de moño y la dejo sobre puesta alrededor de mi cuello.
Con gesto serio y cada gota de sangre que corre por mis venas emanando ira tomo a siento frente a Chad.
Los latidos frenéticos de mi corazón se escuchan con intensidad en mis oídos, mi sangre bombea con velocidad por mis venas e incluso siento que palpitan debido a la adrenalina y furia que estoy conteniendo.
Estiro mi pierna derecha, con la punta de mi zapato golpeo la rodilla de Chad con absoluta repulsión y utilizo más fuerza para despertarlo.
Me inclino lo más que me permite la distancia y le palmeo la cara hasta que abre los ojos sobresaltado haciéndose hacia atrás desconcertado. Sacude la cabeza, parpadeando repetidamente hasta que al final centra sus ojos en mí.
—Señor...señor, ¿qué hago aquí? —pregunta con la voz impregnada de desconcierto y a la vez mezclada con miedo.
Me limpio la palma de la mano con la que lo toqué con una toalla blanca. Me da asco tener su repugnante sangre en mis manos.
—Estúpido, estúpido, Charlie —me levanto.
—¿Qué hago aquí? —insiste soltando un alarido de dolor.
Tiene la cara tan desecha por los golpes que seguramente si ahora mismo se mirara en un espejo me rogaría que lo quitara de su vista de inmediato.
Me entretengo mirando las pequeñas gotitas de sangre que manchan mi chaleco y parte de mi camisa blanca. Lo único libre de su asquerosa sangre es mi corbata.
—¡¿Qué hago aquí?!
Su voz me molesta.
—Te traje aquí para que juguemos ajedrez —utilizo mi idioma preferido: el sarcasmo—. ¿No es obvio por qué estás aquí, pedazo de mierda?
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Secretos y mentiras
RandomAnastasia regresa después de dos años a Londres. Las cosas, por supuesto, no son ni remotamente parecidas a lo que eran antes de marcharse. Las cosas en la central han cambiado, y está luchando consigo misma por no toparse con el más grande fantasma...