Una nave perteneciente a la raza Yautja, es interceptada por una extraña formación en el espacio; un satélite o ciudad espacial que rota alrededor de un desconocido planeta. Este satélite o nave, envía un pedido de auxilio a la perteneciente a los D...
Los cómics siempre han sido un medio que me ha inspirado mucho. Pero mentiría si les dijera que fue el único. Cine como Star Wars y la saga Alien vs. Predator, fueron igual, grandes influencias en mi vida. Alien el octavo pasajero, fue la primera cinta que vi, justo en mi infancia.
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Mostrada justo por mi padre en una noche de lo que llamábamos "películas en familia". Donde con papá y mamá vi esta obra. Mi experiencia fue espeluznante, manteniéndome durante todo el film asustado y aferrado a la tela del sillón, preguntándome en qué momento saldría de la nada aquel horrible monstruo para hacerme brincar del susto. Fue algo gracioso, ya que a pesar de que de niño, era apasionado al cine de terror; también era el niño más asustadizo del mundo. ¿Por qué es que veía estas peliculas, si sabía que no me dejarían dormir en meses...?, y no exagero con meses. La verdad no lo sé. Era algún gusto culposo, quizás me gustaba aquella sensación de miedo por las noches; o era una forma simbólica de encarar mi problema con ello. El chiste es que apenas vi la portada de la película, me entró un escalofrío en la espina dorsal. Y de alguna manera aquel título tan ambiguo, me dijo sin palabras que iba a ser violado mentalmente. Y entonces, llegó aquella escena en la que uno de los tripulantes del Nostromo cae en convulsiones erráticas, para darle paso al Xenomorfo. Y aunque no lo crean, esa escena... me relajó. Ahora, antes de que piensen que soy algún psicópata en potencia, permítanme explicarme. No me relajó la violencia y lo perturbador de la escena, me relajó el saber que el gran monstruo de la película, era un ser chiquitito, que emitía un gruñido chirriante; hasta incluso podía parecer tierno.
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Bueno, a mí me parecía tierno el monstruito. El chiste es que si era tan pequeño, no tendría que tenerle miedo. Al fin de cuentas, si se me aparecía en la noche, sólo tendría que pisarlo; eso fue lo que me relajó en un primer momento. Al menos hasta que el monstruito decidió crecer, volviéndose una cosa horrible con la que mi yo de diez años, no tendría la más mínima oportunidad.
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