Y te odio

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A quien le resuene:

He pasado tantas horas observando tu fotografía que puedo describirte de memoria. Me aprendí los contornos de tu silueta como si los hubiese tenido desde siempre y podría retratarte con exactitud con los ojos cerrados y sin referencia.

Me aprendí la forma de tus ojos y la irregularidad de tus cejas pobladas; el encanto de la imperfección de tu piel y los huecos de tu barba incipiente. La rojez de tus labios resecos. Las líneas oblicuas de tus hombros y la suavidad de tu torso en comparación con tu mirada. 

Me estudié tu forma de hablar, tus bromas y tus temas de interés. Mimetice tu personalidad burbujeante y quise hasta copiar tu olor para que cada que aparecieras poder estar a tu altura. Ten por seguro que de haber sido más valiente habría comenzado a meterme en problemas para igualar tu espíritu rebelde.

Me hubiese gustado aprender a tocar la guitarra como tú, e incluso compre una patineta para poder ir en las tardes a ese parque al que siempre presumías de ir. Sé que si me hubieran dejado habría empezado a jugar videojuegos o por lo menos a aprender de ellos.

Si me preguntas si me arrepiento de esa ligera obsesión que tuve contigo, la respuesta es no. Lo volvería hacer, aunque haya sido en vano. Porque era amor y yo nunca me arrepentiría de amar. Aunque las cosas terminaran de aquella forma catastrófica. La amé muchísimo. Incluso, a veces me encuentro amándola aún, en silencio y a solas, pero con la intensidad del primer momento.

Quizá es que tú me entiendes, porque tú también la amaste. O eso espero. Porque ella sí te amó. Con fervor y a pesar de mis constantes súplicas. A pesar de que mimetice tu personalidad burbujeante y de que nuestros ojos eran del mismo color. Ella te amó a ti. Con locura.  Y se aprendió las líneas intrincadas de tu rostro y se entregó completamente a tus manos descuidadas.

Te amó tanto que no pudo ver mi metamorfosis forzada ni mis miradas fugaces cargadas de pasión. Jamás se preocupó por mi obsesión malsana con sus labios carmesí o el olor de su perfume. Nunca se preguntó porqué la foto que tomé aquella vez en mi cuarto para ti nunca llegó a tu buzón. Ni le dió importancia a aquella cena elegante y algo tonta a la que la lleve en su cumpleaños. No entendió. O quizás sí, y por eso se alejó.

Y es que tengo tantos celos de ti. Porque a pesar de todo el daño que le hiciste, tú sigues a su lado. Su cantarían voz te acompaña en casi a diario y jamás obtendrás un no como respuesta cuando un beso travieso se cruza entre sus labios. Y te odio. Y quisiera ser tú.

Cartas a los no amores de mi vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora