Pɾσʅσɠσ

51 1 0
                                    

Estoy aquí, en el mismo monte que venía con Claudia hace tiempo, admirábamos el atardecer y nos llenábamos de paz, olvidándonos de todo.

Sé que a Claudia nunca le gusto leer, miraba los libros como algo aburrido, sin mucho que ofrecer. Aun teniendo eso presente, sé que si le cuento que estoy escribiendo un libro sobre ella no lo leería.

Todos los días de este crudo noviembre veo amanecer, atardecer y anochecer sin Claudia, sin nuestras charlas, sin nuestras travesuras, sin su voz...

Quisiera entender porque lo hizo, trato de razonar y obtener una explicación lógica, que tristemente, nunca encuentro. Pero como hablamos de Claudia, se podría justificar; porque ella y sus acciones casi siempre no tienen sentido.

La noche anterior al incidente, la recuerdo lucidamente...

Claudia estaba en el lumbral de la puerta, fumando, con su mirada fija en la luna, en la noche.

Pase mucho rato mirándola, esperando algo, lo que sea, un comentario; y simplemente no dijo nada desde que llego a la cabaña.

– ¿Qué tienes? –Le pregunte.

–Nada –Respondió sin mirarme.

–Estas preocupada, ¿Qué pasa?

–No te metas Octavio –Pronuncio seria.

En otra situación habría aceptado esa respuesta, pero algo estaba mal con ella. Lo intuía.

– Sabes que lo único que quiero siempre es...–Me interrumpe.

– ¿Ayudarme? Si lo sé –Suspiro en su nube de humo y se acercó a mí. –Octavio, no tienes que preocuparte por mí siempre, se cuidarme muy bien yo sola –Uso su tono rebelde.

–Claro que me preocupo, ¿Cómo esperas que reaccione si ni siquiera has hablado?

–No tienes que ser mi papá, solo es...–Titubea. –Preocupaciones... ya sabes, cosas normales.

–Claudia ¿preocupada? Eso es nuevo –dije con sarcasmo.

Ella emitió una risa un tanto falsa, en respuesta. Se acercó a la cocina, y escondió unas cuantas cosas en su bolso.

– ¿Para que necesitas eso? ¿Segura que todo está bien? –Hable con delicadeza.

– ¡Que si hombre! Deja de chingar –Solté una risa, con su mal vocabulario.

– ¿Me vas a decir que vas hacer con esa raíces de Espino y el muérdago? Ignorando el hecho que te llevaste casi todo mi Anís antier –Le reclame.

–Es que... ya sabes, me quiero... eh... –Su mirada inquieta miraba a todas partes menos a mí.

–No, no sé lo que quieres hacer con eso, por eso te pregunto.

–Quiero...

– ¿No me vas a decir, verdad?

–Ahg... Si lo hare, quería limpiar mi casa. Es que no he dormido bien desde lo de...

– ¿Lo de la Recoleta?

Claudia y su mirada; decayeron al suelo, con expresión desairada.

–Bueno... entiendo que quieras... pues, intentar frenar el mal de muerto, no hay problema con respecto a lo de las plantas... pero si de verdad te preocupa lo del cementerio no eres la unica –Le sonreí cálidamente. Para cambiar de tema pronuncie: –En fin, No pensemos en eso ¿lista para el aquelarre de mañana?

Se produjo otro silencio eterno, me gire hacia a ella y dije extrañado:

– ¿Claudia?

–Octavio, sé que varias veces te hablo sobre Victoria y mis hijas –Hablaba sin mirarme a la cara, cabizbaja.

𝒞𝓁𝒶𝓊𝒹𝒾𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora