Mysterious Boss

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La melodía de la alarma empezó a sonar dando una nueva mañana por iniciado. Algunos preferirían quedarse en aquella fortaleza placentera llamada cama y seguir en medio de los adictivos sueños que su mente desglosaba, pero él no.

Sí, era difícil dormir a las 2 de la madrugada y levantarse 3 horas después, pero era algo que llevaba en sus hombros desde hace poco y se había resignado a aceptar sin tanta resistencia. Con un bostezo entrecortado y frotándose sus negros ojos, se estiró bajo las sabanas y finalmente, salió de la cama a cuestas.

El día era igual que todos y la rutina se repetía sin emoción alguna. Se duchó, tomó un ligero desayuno, cepilló sus esplendidos dientes y se dispuso a vestirse, escogió una camisa azulada, unos pantalones oscuros llanos, unos zapatos de cuero y sus característicos lentes oscuros que ayudaban a contrastar con su tez morena y físico excepcional.

Verificó que el tiempo no estuviera jugando en su contra, colocó sus llaves en su bolsillo y salió del apartamento. Aquel que muchos juzgaban por su bajo precio y diminuto tamaño, que nunca quisiera abandonar por más que trajera más desventajas que ventajas, que albergaba memorias que atesoraba en el fondo de su corazón, donde esa persona tan especial creció a su lado.

Con pasos apresurados, llamó el primer taxi que vio y se dirigió al lugar que, al contrario del anterior, mantenía cautivo cada uno de sus miedos. Donde al abrir la puerta, su mente se nublaba, su estómago se revolvía y su mundo se detenía. Deseaba acostumbrarse a las sensaciones que desembocaba, pero nunca lo haría al ver como el paisaje no mejoraba a su favor.

El pequeño bultito revolviéndose en la camilla, enredando sus manitos entre sus azabaches cabellos y el silbido de su entrecortada respiración eran ecuaciones rápidas para que el coraje le faltará y el deseo de dar vuelta atrás aumentará. Dio una bocanada de aire y golpeó de forma juguetona la puerta, de una que solo ellos conocían.

Los ojitos infantiles de color caramelo se anclaron en su presencia, se soltó de su rudo agarre y pintó una amplia sonrisa en sus labios, su felicidad era tan grande que no tuvo miedo de saltar sobre la blanda superficie y correr a los anchos brazos del mayor.

— ¡Papá! —exclamó con alegría al ser alzado— Pensé que no vendrías porque estabas ocupado.

— Sabes que vendré sin importar qué —dijo cargándolo y direccionándose a la camilla nuevamente para acostarlo con cautela— ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas mucho movimiento? —renegó sin gravedad, apretando la diminuta nariz causando que el menor frunciera el ceño y cerrar los parpados con fuerza.

— Si papá viene, siempre seré el que lo reciba —hizo un puchero agudizando su aniñada voz mientras el otro se sentaba su lado admirando su apariencia.

Su piel había perdido el llamativo color oscuro que compartían para ser lívida y amarillenta, sus pestañas se cerraban y abrían con rapidez denotando su cansancio, y el siseo en medio de sus palabras hacían que su corazón doliera. Sentía como el brillo de su único sol se desvanecía en una profunda neblina con el pasar del tiempo.

El menor estaba entretenido entre sus bobas palabrerías e ideas hasta se concentró en el mayor.

Sabía que usaba lentes porque no quería que lo viera llorar, pero las finas líneas que se desprendían no se podían ocultar. El más grande se sobresaltó al sentir que alguien envolvía su cuello tras su espalda, pero al percatarse de las pequeñas manitos decidió mirar al dueño de esa inocente acción.

— Papá, no llores —musitó recostando su cabeza en su hombro— Caín Blood no es alguien llorón, ¿o sí?

Escuchar su nombre dicho por su propio hijo hacía que algo despertará dentro de él. Sabía que al niño le molestaba algo cuando se dirigía de esa manera, así que se restregó los ojos con gentileza antes de girar y abrir los brazos dándole permiso que se aferrará a su pecho para consolarlo como siempre hacía en estas ocasiones, casi en todas las veces que se veían.

SUAVE LUZ [Banana Fish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora