Prólogo

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Un hombre quien, por sus facciones faciales, se podía ver que estaba por encima de los veinte años se hallaba sentado en un escritorio hecho de fina caoba en una oficina igual de extravagante. Este hombre no era ni más ni menos que el emperador del gran Imperio de Xaryintis, Llywelyn II. El mandatario se encontraba con las manos en su cabeza, frustrado por los recientes acontecimientos en la decadente nación. Y no era para menos, pues los sucesos que prosiguieron a su coronación tres años atrás solo se podrían tachar de "Desastre".

Varias minorías que habían sido oprimidas desde hace años habían comenzado a rebelarse.

La escasez de recursos estaba afectando a la economía terriblemente y los ciudadanos estaban cada vez mas inquietos.

Y para rematar, el no había hecho mucho durante su reinado...

Esto ultimo era lo que mas le inquietaba. Su abuelo, Llywelyn I, es conocido por las grandes campañas militares que unificaron al continente de Xaryintis, el cual antes estaba poblado por pequeños reinos y ducados débiles, convirtió a un continente dividido en una potencia sin igual. Se le conoce como uno de los generales mas brillantes o, incluso, el más brillante de todos. Victoria tras victoria inspiró a su pueblo hasta por fin unificar el continente el cual antes era plagado por la guerra.

Su padre, Niclas I, es recordado por ser el arquitecto de la gran industrialización que ocurrió bajo su reinado, así como varias reformas que mejoraron significativamente los estándares de vida de los ciudadanos.

Y luego estaba...El...

Desde que fue coronado solo ha habido problemas, y teme que no pueda superar a aquellos que vinieron tras el. Esto, por supuesto, era algo inaceptable para el emperador...Quería gloria, grandeza, ser recordado como alguien mas grande que su padre, o incluso su famoso abuelo.

Sin embargo, cada día un problema nuevo surgía y la estabilidad del imperio era cada vez mas delicada. ¡Si las cosas seguían de esta manera, quedaría en los libros de historia como el causante del colapso del imperio!

"Inaceptable". Fue lo único que pudo pensar al respecto.

Los pensamientos del monarca, sin embargo, fueron interrumpidos cuando escuchó que tocaban la puerta.

—"Adelante"—Dijo con una voz irritada, residuo de sus antiguos pensamientos.

—"Con permiso"—Dijo una voz masculina, para luego proceder a entrar a la sala—"Buen día majestad"—Dijo un hombre de estatura promedio con un traje azul refinado. Su cabello era negro y un poco largo, peinado en una cola de caballo, tenía piel blanca y se podría decir que tenía al menos unos cuantos años mas que su superior.

—"Buen día"—Devolvió el saludo desinteresadamente, mas por educación que por otra cosa. Volteó a ver al hombre enfrente de el y de inmediato lo reconoció como su asistente, John. —"¿Que sucede?"—Preguntó a su subordinado.

John simplemente respiró hondo, sabía que esta conversación seria larga...—"Majestad, uno de nuestros regimientos de caballería encontró esta especie de puerta muy antigua"— Dijo, sacando un informe de una carpeta que traía consigo.

—"Y esto que tiene que ver conmigo, ¿Acaso tengo cara de arqueólogo?"— Respondió con molestia el emperador, en verdad no comprendía que tenia que ver una cosa como esa con alguien de su posición.

El asistente simplemente negó con la cabeza y prosiguió a leer el informe que traía. —"Es más que un simple sitio arqueológico señor... Verá, cuando nuestra caballería cruzó esta extraña puerta con la intención de investigarla, primero se encontraron con oscuridad como se esperaba, pero tras unos momentos..."— Hizo una pausa, sabía que debía decir esto con mucho cuidado, ni si quiera el emperador sabría como procesar algo como esto. —"Se encontraron con un frondoso bosque, con plantas que no conocían. Mi señor, estos hombres se encontraban en el desierto del sur, ya sabe, aquel desierto que no perdona a aquel que lo atraviesa, encontrar algo así del otro lado no tiene sentido"—

Keelvassta: Una guerra entre humanos y elfosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora