Capitulo 4

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Raymond.

Las luces tardaban en volver y los nervios de todo el mundo comenzaban a subir de nivel. Lo que más me preocupaba es que no sabía dónde estaban Sarah y Aris. En Oziria nunca se había cortado la electricidad, no que hubiera recordado. Era sumamente sospechoso que se haya ido tan de repente y en unos de los eventos más importantes.

No es tan difícil saber que el presidente y la orden se retiraron hace rato, abandonándonos en plena oscuridad. >>Vaya, presidente<<

Era muy abrumador pensar en la oscuridad, llevaban rato prometiendo que la luz volvería en unos segundos y aun no pasaba nada

Salí del lugar y me senté en los escalones de afuera. Saqué mi teléfono del bolsillo y al primero al que llame fue a Aris. Su teléfono repicaba y repicaba pero no respondía, le llamé varias veces más y seguía sin responder.

Rendido, llame esta vez a Sarah.

Tomó un rato para contestar.

—Sal— dije apenas escuche su respiración.

—Estoy esperando que vuelva la electricidad.

—Entonces te vas a quedar toda la noche allí. La luz no volverá hasta dentro un gran rato—espeté rodando los ojos aunque sabía que no podía verme.

Ella colgó y unos minutos luego se sentó a mi lado.

—Estaba un poco perdida. Hoy rompí el récord de pies más pisados.

Sonreí.

—Es increíble que un simple apagón haya arruinado toda la noche— Sarah suspiro pesadamente—. Y pensar que estábamos a puntos de ser oficialmente un zeta.

Ese apagón había dañado toda la celebración del año nuevo y la iniciación. No habíamos hecho el conteo, ni tampoco habíamos liberado los anillos de las promesas en el aire. Concentré mi mirada en el simple anillo de color plateado y me di cuenta que Sarah también lo estaba viendo.

—Esa era mi parte favorita— confesó con un deje triste, adivinando lo que estaba pensando.

—Lo sé— suspiré y Pasé mi brazo por sus hombros— La mía igual.

Sarah y yo nos sentamos a observar a la gente que pasaba enfrente con un silencio lleno de frustración.

—Tenemos que irnos a nuestras casas— soltó ella — Esto es deprimente.

—No podemos, las compuertas de entrada y salida están bloqueadas.

Ella suspiro de nuevo.

— ¿Tienes ganas de nadar?— preguntó con una sonrisa de labios apretados.

Me eche a reír.

—Seguro, si quieres morir en medio del mar.

— ¿Siempre tienes que ser tan deprimente?—Dijo alzando una ceja con un tono divertido.

—Realista —puntualicé — soy realista, querida.

Se encogió de hombros y me sonrío con un toque de tristeza.

—Ahora mismo la realidad apesta.

La depresión abordó todo mi cuerpo. Habíamos esperado toda nuestra vida esta noche, nos habían inflado de esperanzas relatándonos las emocionantes aventuras de los soldados, los grandes lugares que llegaríamos a conocer e incluso nos presumían esa sensación que los completaba cada vez salvaban una vida.

Oziria y Los anillos del zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora