Hemos hecho "Croqueta"

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Como cualquier otro día yo me dirigía a mi trabajo, que consistía básicamente en ser camarero y sinceramente no es que me gustase, no porque no fuera un trabajo digno sino porque el dinero que pagaban no me daba para mucho y los horarios nocturnos chocaban con mis horarios universitarios, ir a la universidad después de estar seis horas sin parar, afónico por tener que gritar debido al ruido y cansado por aguantar tantos borrachos, era agotador, aún así jamás falté un solo día aunque tuviese que ir con una cara digna de un personaje de alguna película de Tim Burton. Aquel día tenía turno de mañana, debido a que era Sábado y decidí salir un poco antes para ir andando y así pasear por la judería.

Mientras paseaba iba pisando los charcos que se habían formado por la calle, entre esos adoquines rotos, me encantaba hacerlo, aún si el agua traspasaba mis zapatos y acababa por mojarme las plantas de los pies, pero aquella sensación era maravillosa, me recordaba a mi infancia, cuando jugaba por la calle con mi madre a “Monstruos en la niebla”, siempre lo hacíamos los días de niebla, generalmente en Otoño u Invierno, estaciones bastante lluviosas o por lo menos antes lo era, recuerdo como me resbalaba por culpa de los charcos y mi madre corría por la calle como si fuese otra niña más. Y en eso iba pensando cuando me di cuenta de que ya había llegado, el primero de todos, además del dueño y el encargado no había nadie más, ni siquiera clientes pero ¿Qué turista o Sevillano iba a ir a las cuatro menos veinte a ningún lugar? Aparte de mi.

- ¿Ya estás aquí Andrés? Cada día vienes más temprano - Me dijo Alberto, que era el encargado y un buen amigo.

- Bueno, alguien tiene que limpiar esas cafeteras, ya sabes lo nervioso que me pone servir cafés y tostadas y que estén llenas de restos, si a mi me da asco, imagínate a los clientes.- Dije con una sonrisa mientras me quitaba la mariconera y la dejaba sobre una de las mesas.

Alberto rodó los ojos, regalándome una sonrisa y tomó sus cosas antes de mirar a Sebastián, el dueño del local que solo aparecía por allí para abrir, cerrar y vaciar la caja.

- Andrés, ¿Podemos dejarte a cargo mientras? Sebastián y yo vamos a ir a por unas cosas, hoy tenemos una comunión a las tres de la tarde y queremos empezar a montar las cosas en el salón. No creo que tardemos mucho pero de todas formas toma las llaves, cierra la puerta y vuelve a abrir a las seis.

- Me lo dices como si fuese nuevo en esto, anda, largaos ya.

Tomé las llaves y los despedí para después bajar la chapa de la puerta e ir a buscar los productos de limpieza para limpiar la cafetera, eliminar los restos de café del día anterior y demás. En la mayoría de bares no lo hacen, y te sirven el café con restos que no se han limpiado, siempre me ha dado mucho asco esa clase de cosas, de hecho, soy un poco obsesivo con la limpieza y todo el mundo se sorprende cuando digo que trabajo en un bar, sobre todo la gente que me conoce de hace tiempo y sabe que estuve yendo a terapia, la razón de mi obsesión por la limpieza es debido a un tipo de TOC, y aunque la gente piensa que es algo divertido, cuando te das cuenta de lo perjudicial que es para uno mismo deja de serlo, y no solo para mi, sino para mi entorno, la gente se da cuenta e incluso las citas que he tenido me han dejado claro que no saldrían con un “rarito” como yo. Suspiré, recordando todas aquellas citas desastrosas y cuando me quise dar cuenta había dejado la cafetera más limpia que una patena, continué limpiando el resto de maquinaria, quité el polvo de la decoración y fregué el suelo antes de sentarme en aquellas sillas altas, esperando a que el reloj marcase las seis, “Seis, seis seis…” Odio ese número, es otro de mis TOCS, según mi hermana cree es por que en nuestra familia siempre han inculcado que el número seis tiene que ver con el diablo, y a mi terapeuta le resultaba curioso porque jamás había visto un TOC o miedo de ese tipo ¡Vamos no es tan raro!