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Aiden

Ya estaba cansado de los hospitales. Había tenido hospital para todo el año.

Me había pasado la mayor parte del día sentado en una silla de plástico, incómodo y con gente dando vueltas cerca de mí.

Además de que estaba nervioso, mirando encima del hombro cada vez que escuchaba una puerta abrirse, pensando en la posibilidad de que fuera uno de los hombres de Robin.

Notaba la mirada del padre de Ash, que se llamaba Joshua, sobre mí en ciertos momentos, pero prefería fingir que no lo hacía.

Su madre, Diana, sí que resultaba ser un poco empalagosa y, aunque Ash intentaba calmarla de vez en cuando, ella seguía con sus preguntas. Era como una versión mayor de Ashley, así que me sorprendí al darme cuenta de que tampoco me molestaba demasiado.

Axel y Hope, para mi sorpresa, intentaban mantenerse en silencio en una esquina y llevaban casi treinta minutos sin pelearse. Era todo un logro.

Ash salió de la habitación de su hermano y me levanté inconscientemente. Ella me miró con una sonrisa triste y respondió algo a su padre, que acababa de acercarse a ella.

Ashley

Salimos del hospital poco después y por la insistencia de mi madre, ni los gemelos ni Aiden cogieron ningún hotel.

Y mi padre, por supuesto, no pudo evitar la sonrisa al saber que tendría más gente para la que cocinar.

Ya no le dedicaba miradas furtivas a Aiden, por cierto. De hecho, en el momento en el que había visto su coche había empezado a quererlo.

Aunque sí que me las dedicaba a mí, por supuesto.

Así que ahora nos encontrábamos entrando por la puerta principal de mi casa. Me dio la sensación de que hacía años que no venía, cuando solo había sido poco más de un mes.

Mi vida actual parecía tan lejana a la que había tenido tiempo atrás.

—¿Me vas a enseñar tu habitación? – preguntó Aiden asomándose por mi hombro.

Ya no estaba tan tensa. Aún sentía la preocupación por mi hermano corriendo por mis venas, pero la sensación había disminuido al saber que estaba estable y al haberlo visto con mis propios ojos.

No le respondí, simplemente le dediqué una pequeña sonrisa cuando escuché el grito de mi padre desde la cocina.

—¿Qué os apetece cenar?

Aiden no respondió, pero los gemelos sí que se acercaron, interesados al ver que tenían derecho de opinión en el asunto.

—¿Por qué no le enseñas a Blake tu cuarto, cielo? – mi madre se asomó por el salón – Axel y Hope pueden dormir en la habitación de tu hermano y así puedes dormir con tu novio.

Y Aiden le sonrió.

—¿No se supone que tendrías que ponerte en modo "deja la puerta abierta" y "ni de coña vas a dormir con un chico que no quiero más nietos"?

—¡Oh, cómo dices esas cosas! – me reprendió – Adoro a Daisy, y ya eres mayorcita. Mientras utilices protección...

—¡Mamá!

Puso los ojos en blanco.

—Además, Blake parece de lo más inofensivo.

De lo más inofensivo dice.

Tu sexto sentido ha fallado por primera vez en tu vida, querida madre.

Después de guiñarme un ojo, desapareció por el pasillo.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora