- ¿Dónde estoy?
Abro los ojos lentamente mientras recobro la consciencia. Las velas que iluminan la sala parpadean arrítmicamente. No hay duda, vuelvo a estar en mi hogar mental.
Un niño con mi mismo aspecto me observa con la mirada fija, sonriendo con arrogancia, devorando mi espíritu con sus ojos. Me estremezco. No cabe duda alguna en mi mente, es él. El monstruo que habita en mi interior.
- ¿Qué es lo que quieres de mí ahora? - pregunto agresivamente -.
Entrecierra sus ojos y se inclina hacia mí. Su presencia reduce el metro y medio que nos separan a la nada. Intento retroceder, pero me es imposible, mi espalda toca con el sillón.
- Eres patético - sentencia con frialdad -.
La llama de las velas se apaga. Lo único que ilumina mi hogar ahora es el brillo morado de sus tenebrosos ojos.
- Tuviste piedad, erraste - continúa -.
Aprieto mis puños temblorosos.
- No pienso ceder ante ti, Lu - contesto intentando disimular el temblor en mi voz -.
- Dependes de mi poder para sobrevivir. Eres débil y miedoso, ¿cómo crees que sobrevivirás sin mí?
Una burlona carcajada sale de él.
- Me haré fuerte, tan fuerte que quedarás reducido a ser mi sombra.
La voz me vuelve a temblar, pero no puedo ceder aquí.
- Estoy deseando ver cómo lo intentas. Terminarás fracasando y recurriendo a mí. No importa lo fuerte que te vuelvas, el poder que obtendrás aceptándome siempre será mucho mayor.
Siento que tiene razón, sin embargo, quiero intentar hacerlo por mí mismo. Entrenaré hasta que sea capaz de sobrevivir sin su ayuda.
- Deberías despertar.
- ¿Qué? - pregunto confuso -.
La llama de las velas se enciende de nuevo. Mi visión se vuelve borrosa hasta que solo queda blanco.
El sonar de unas campanas desborda mis oídos. Abro los ojos.
- Ah... - dejo salir un suspiro -.
Observo mi alrededor. Estoy en una gran cama, al menos el triple de mi estatura. Un mobiliario bien distribuido con decoraciones eclesiásticas de oro y plata.
Salgo de la cama y me levanto.
- ¿Estoy ya en Milán?
La energía sagrada en el ambiente de este lugar me provoca náuseas. Estoy algo mareado. Camino hacia la puerta y salgo de la habitación. Miro hacia izquierda y derecha. Un largo pasillo se extiende hacia ambos lados. Todo está decorado con cuadros de ángeles, cruces y caballeros. Aun así, la decoración es mucho menos cargante que la de palacio.
Decido ir hacia la izquierda a un paso acelerado. Es seguro que perdí la consciencia debido a un golpe de la Dama Sagrada que me custodiaba. Me acaricio la barbilla con la mano mientras pienso.
- ¿Cuánto tiempo he pasado durmiendo?
Avanzando hasta el final del pasillo paso de largo diez puertas y diez cuadros. Me detengo frente a la puerta que me separa de la siguiente sala.
Un letrero en la parte superior de la puerta donde está escrito: «Plaza Central». Bajo este letrero una cruz de aproximadamente 155 centímetros, el mismo tamaño que yo.
Abro la puerta.
El canto de las golondrinas se abre paso hasta mis oídos y el placentero olor de las flores me cautiva a salir del pasillo.
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El Dios del Mal
FantasyDécadas atrás, el incesante ataque de los demonios golpeó el Imperio de la Humanidad hasta derrumbarlo. Pese a esto el mal fue derrotado y la paz gobernó el continente bajo el mando de la Iglesia Celestial, hasta ahora. Desterrado y condenado a muer...