Capítulo 22

1 0 0
                                    

—De acuerdo –asintió Gabi con una luciente sonrisa–. Ahora, haz lo que te dije y luego lo que te he prometido –Noh asintió muy feliz y corriendo subió a su habitación para arreglarla, pues él quería que mi tía lo llevara a casa de su amiga de clase pero ella antes le dictaminó una tarea.– Jane, ven –dijo de repente, tomándome por sorpresa. Lo soltó dulcemente, sin ningún tipo de dureza.

Ella se encontraba en la sala de estar sentada en el sofá, y yo justo acababa de bajar las escaleras, pensando que ella no había notado mi presencia y eso me preocupó; creo que el comportamiento que mamá tenía hacia mí me parecía bastante "normal" por todas las veces que lo hacía así que, si ahora alguien actuaba diferente a ella, me parecía... Muy extraño. Sí, poco a poco me iré deshaciendo de esa porquería de pensamiento o sensación o lo que sea aquella maldita cosa.

Fui hasta la sala, tenía pensado quedarme de pie pero Gabi me indicó con un gesto que me sentara a su lado. Sin pensarlo por mucho tiempo, accedí y tomé asiento a su lado, en el sofá:

—Dime, ¿Qué pasa? –soltó una vez nos encontrábamos solas y al lado la una de la otra.– Todo esto es una situación muy muy difícil y, tanto tú como Jacob estáis siendo bastante fuertes, sinceramente. Pero... Estos días te encuentro algo diferente al resto... ¿Pasó algo cuando fuisteis a ver a Grace? Jacob llegó a casa y sólo hizo que llorar, se encerró en su cuarto y creo que todavía no ha salido... No estáis obligados ni mucho menos a contarme esto pero, estoy aquí para ayudaros y porque ahora yo soy vuestra familia, ¿Lo recuerdas? –asentí ligeramente– bien, vale... ¿Hay algo que tengáis que contarme de lo que pasó ayer? –preguntó finalmente, acariciándome una mano.

—No hablé con ella –dictaminé fríamente– estaba horriblemente mal, ya no físicamente o mentalmente, si no que... ¡Esos malditos la tenían como si fuera un animal peligroso! ¡Es mi madre! ¡Aparte de drogarla y meterle millones de tranquilizantes, la amordazaron por todas partes! ¡Eso no es normal ni humano! Quiero denunciar a esos bastardos –dije finalmente, soltando toda la rabia que llevaba encima.

La cara de Gabi pasó de una compasiva, relajada pero al mismo tiempo preocupada, a una llena de algunas expresiones que no pude identificar muy bien pero otras sí: descontrol.

Por un momento, me puse en la piel de Gabriella: ella tenía que ocuparse de nosotros tres, de la casa, de todas las tareas del hogar, de irse a trabajar, de mantenernos, de mover cielo y tierra para que no nos falte de nada. Ella sólo quería lo mejor para nosotros y lo demostraba con cada mirada, en cada conversación que teníamos con ella, en cada gesto.
Así que me sentí mal porque entendí que no siempre hay que decir todo lo que sabes. A veces es mejor que las cosas salgan solas a la luz, a su propia velocidad, sin forzar las cosas.

Aquel día comprendí muchas cosas por una sola, como el típico 2x1 de toda la vida. Pues ahora entendía por qué nuestros padres de pequeños no nos decían la verdad sobre Papá Noel, el ratón Pérez o los reyes magos. Lo hacían para que no sufriéramos porque éramos niños y entonces yo entendía que a veces también tenía que callarme algunas cosas porque, Gabi ya tiene una edad, es joven realmente, tiene 53 años. Pero por la edad y simplemente para no preocuparla, debía de haberme callado y haberle dicho que todo fue bien y que Jacob está así porque lo ha dejado con su novia.

Pues una cosa sí era una verdad; hubo un tiempo que Jacob estaba muy mal, aparte de por los problemas personales y de casa, porque lo dejó con su novia, Charlotte. Hace unos cuatro meses, la chica decidió cortar la relación. Dice que no estaban bien como pareja y que ella prefería que fueran amigos. Mi hermano, con una voz derrotada, le dijo que aceptaba, entregándole en aquel asentimiento su corazón hecho pedazos.

—Vale... Está bien –fue lo único que dijo Gabi después de un gran silencio que inundó la sala.

Mi mirada seguía sobre ella, esperaba que añadiese algo más, que dijera que iría a hablar con ellos, que me prometiera que todo estaría bien y que no me preocupara de nada, pero para mi sorpresa, no dijo nada. Se levantó y se fue a su habitación.

Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora