Dhara no entendió el repentino cambio de opinión de Max respecto a la Universidad Imperial del Norte. Pese a haberla descalificado y haber tildado a aquellos dos profesores de «exagerados», allí se encontraba con su equipaje esperando el tren de las 9 de la mañana que lo llevaría a la ciudad de Wilhelm, donde se encontraba la universidad. Un mes y algunos días habían pasado desde que los doctores Engelhart e Ivanov le visitaron para ofrecerle la beca a finales de julio. Era ya sábado primero de septiembre, por instrucciones de Engelhart, Max debía presentarse dos días antes de que iniciaran las clases en la universidad (el lunes 3) para la reunión donde conocería a los demás chicos de la fraternidad.
- No llores Dhara, volveré de la universidad en algunos meses, a finales de diciembre, para pasar navidad contigo – le dijo Max a Dhara, quien lloraba como una madre al despedir a su hijo –
- Debes alimentarte bien y dormir temprano – contestó Dhara con las palabras entrecortadas – sólo tienes dieciséis y te tienes que ir a vivir solo para esa ciudad. Quiero que me llames siempre que tengas la oportunidad, los fines de semana, o me escribas en las noches antes de dormir.
Se incorporó y secó sus lágrimas: «Sabes que te quiero mucho ¿verdad?» le dijo a Max mientras le arreglaba el cuello de la camisa que ella misma había desaliñado entre abrazos. «¿Tú también me quieres?» preguntó Dhara, pero el ruido del tren aproximándose a la estación y el alboroto de la gente que se acercaba interrumpió la conversación. Apenas hubo tiempo para un último abrazo y una última lágrima en su mejilla. Se quedó mirando al tren con nostalgia hasta que vio a Max, su pequeño y único hermano, sacar la cabeza por una ventanilla y gritar con una enorme sonrisa «¡Por supuesto que te quiero!».
A Max le esperaban cuatro horas de viaje en tren, así que, luego de acomodarse, tomó uno de los periódicos que había abandonado en los asientos. Era un periódico viejo, de hace unos cinco meses, y luego de hojearlo un rato vio un titular que le asustó un poco: "Joven extranjera muere en Universidad Imperial del Norte". Pensó que aquello era una mala señal, pero luego de leer la breve noticia se calmó al enterarse que la chica habría muerto por causas naturales, de un derrame cerebral. Después de un rato tomó uno de los libros que llevaba consigo y leyó hasta quedarse dormido. Despertó justo a tiempo para comer mientras apreciaba por la ventanilla los pinos, montañas y praderas, y una hora después, a las 1:05 pm estaba en la estación de su destino en la ciudad de Wilhelm.
Unos veinte minutos más tarde el taxi lo había dejado con su equipaje en la entrada principal de la Universidad Imperial del Norte. Era un lugar enorme. Parecía un remoto pueblo de edificios de ladrillos, caminos de piedra, columnas antiguas y anchos jardines. Quiso ir a recepción, pero el edificio administrativo estaba cerrado (era sábado) y había muy pocas personas caminando por allí.
Al acercarse a uno de los letreros del camino un joven de piel muy blanca, cabello rubio y pecas, que llevaba algunas maletas, le preguntó amablemente:
- ¿Qué buscas?
- Hola, soy Max – extendió su mano para saludarle – estoy buscando la fraternidad Épsilon Psi.
- ¡Ah! ¡Eres Max Fallen! Mucho gusto, mi nombre es Seren Higgs.
- ¿Me conoces? – preguntó Max un poco asustado y pensó: «ojalá no me reconozca por el video de la fiesta...»
- Eres el nuevo de la fraternidad ¿cierto? El profesor Engelhart nos dijo que vendrías. Nos envió un correo hace catorce días.
- ¡Sí! Soy yo – contestó aliviado –
- Podemos ir caminando hacia la fraternidad, los profesores son muy puntuales... y dime ¿Cuál es tu habilidad?
- ¿Mi habilidad? En realidad, no sé nada sobre eso ¿Es cierto eso de los superpoderes? ¿tienes alguno?
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Max Fallen y la fraternidad de Épsilon PSI
Подростковая литератураUna mañana, Max Fallen recibe la visita de dos hombres intelectuales para ofertarle una beca. Aunque era una de muchas que había recibido, ésta era una oferta distinta e inusual: pasaría a formar parte de una fraternidad secreta a la que sólo accede...