Al día siguiente, el domingo, Max se dirigió a la cocina. Allí encontró a Eisell desayunado. Al principio intentó actuar como si no estuviera, pero, luego de un rato, puso la caja de cereal sobre el desayunador y le habló:
- Hola, Eisell.
- Hey... – contestó Eisell sin más –
- Creo que te debo una disculpa.
- ¿Crees?
- No debí comportarme así. Estaba asustado por lo que le pasó a Seren...
- Está bien.
Max sentía que Eisell también le debía una disculpa por lo que le había hecho hace unas semanas atrás junto a Ivanov en el patio de la fraternidad, pero no insistió más y se sentó a desayunar con él. Los minutos siguientes fueron de un silencio incómodo, hasta que llegó Dach y se sentó junto a ellos:
- ¡Hola Dach! – dijo Max, feliz de que llegara –
- ¡Hola, chicos! Hacía mucho que no nos reuníamos.
- Aprovecha, – agregó Eisell – antes de que aparezca el pesado de Levi o el bipolar de Ivanov.
«¿Sería un buen momento para contarles la verdad?» se preguntaba Max. Quizá, si les decía, no tendría que enfrentarse él solo a Ivanov, y ellos le ayudarían a destruir las antenas. O quizá arruinaría todo su plan si no lograba convencerlos: Ivanov se enteraría de sus intenciones y podría, incluso, ser expulsado de la fraternidad. Prefirió no decir nada y continuar con una conversación casual, pero, de improvisto, Dach preguntó:
- ¿No creen que el profesor Ivanov está actuando muy extraño?
- ¿A qué te refieres? – preguntó Max interesado –
- Después de lo que le pasó a Seren, la muerte del director... no ha hecho más reuniones, no nos deja hablar en el pasillo ni reunirnos en las habitaciones. Es como si estuviéramos en cuarentena.
- ¿También ustedes se dejarán llevar por los rumores del campus? – contestó Eisell un poco escéptico – El mismo Engelhart dijo que se trataron de muertes naturales.
- ¿Y si no? – interrumpió Max –
- ¿Y si no qué? – preguntó Eisell –
Max no quiso seguir respondiendo. Temía llegar demasiado lejos y terminar contándoles lo que sabía acerca de Ivanov, pero Dach continuó:
- ¿Y si lo hizo alguien con poderes?
- ¿Qué insinúan? ¿Ivanov les provocó derrames con sus ilusiones? ¡Por favor!
Max volvió a contestar un poco inquieto:
- No estamos insinuando que fue Ivanov... puede que haya sido alguien más.
- ¿Y qué pretenden? ¿Nos hacemos trajes y salimos a atrapar a los malos con nuestros poderes?
Los tres se miraron en silencio por un momento.
- No puedo creer que de verdad lo estén considerando – contestó Eisell dándose una palmada en la cara –
Max todavía no creía que estaba pasando un momento agradable cerca de Eisell. Pensó que aquella podría ser la última vez que estuviera con sus amigos de Épsilon Psi, así que aprovechó que la conversación se había tornado divertida y evitó volver a tocar el tema.
Al terminar el desayuno, volvió a su habitación por el resto del día, intentando mover una lata de refresco con sus poderes telequinéticos. Había tomado algunos libros de la biblioteca de la fraternidad que hablaban sobre el cerebro y su funcionamiento. Entre ellos encontró uno del profesor Engelhart, titulado: "La estructura de la personalidad". Sin embargo, ninguno le ayudó. La lata no se movió ni un centímetro durante largas horas. Cayó rendido de espaldas en la alfombra de su habitación, mirando con nostalgia la cama vacía de Seren hasta quedarse dormido, pero sabiendo que, en pocas horas, tendría que enfrentarse a Ivanov.
ESTÁS LEYENDO
Max Fallen y la fraternidad de Épsilon PSI
Genç KurguUna mañana, Max Fallen recibe la visita de dos hombres intelectuales para ofertarle una beca. Aunque era una de muchas que había recibido, ésta era una oferta distinta e inusual: pasaría a formar parte de una fraternidad secreta a la que sólo accede...