El sol salió sobre Épsilon Psi. Los chicos estaban reunidos en torno a los escombros del laboratorio, tratando de asimilar todo lo que les habían contado el profesor Ivanov, Abigail y Max. Dhara estaba perpleja. Para ella era difícil creer que su hermanito tuvo que pasar todo eso mientras ella estaba lejos. Ivanov no pudo evitar llorar al recordar todo lo que Engelhart le había obligado a hacer. Intentó disculparse, pero las palabras parecían atorarse en su garganta. Abigail se acercó para intentar consolarle: «No fue su culpa, profesor. Todos fuimos engañados por Engelhart». El resto parecía sentir más lástima que rencor. Engelhart había dejado el edificio unas horas antes sin decir nada. No hubo disculpa alguna o explicación. Se marchó firme y prepotente, como si todo aquello no había sido más que un pequeño inconveniente, aunque sabía que sus poderes habían sido reprimidos.
- ¿Y qué será de nosotros ahora? – preguntó Eisell inquieto – ¿Tendremos que abandonar la universidad?
- No creo que sea tan fácil para Engelhart – contestó Ivanov – Aunque siga siendo el director de la universidad, ya no puede controlar al consejo. No puede expulsar a nadie a su antojo.
- ¿Y qué pasará con usted? – preguntó Levi –
- ¿Y con Max? – agregó Abigail –
- Bueno... puedo probar que no dilapidé los recursos de la investigación y apelar para que se me restituya. En cuanto a Max... su caso será más difícil por las ausencias en su registro.
Max estaba sentado en el suelo recostado de la pared, despeinado y cubierto de polvo. Su mente estaba lejos de ese lugar.
- Lo importante es que ustedes están bien – continuó Ivanov –, pero aún no podemos confiarnos, Engelhart sigue siendo un peligro. Debemos seguir hacia delante con Épsilon Psi y prepararnos mejor para lo que vendrá.
Todos se pusieron de pie para despedirse. Ivanov llevaría a Max y Dhara devuelta a su hogar.
- Espero que vuelvas pronto – le dijo tiernamente Abigail –
- Yo también espero verte pronto... a todos ustedes chicos – contestó Max con una sonrisa –
Así Max se despidió de Abigail, Eisell, Adah, Levi y Dach, para luego marcharse junto a Dhara e Ivanov de regreso a su pequeña casa de la calle B. F. Strauss del apartado pueblo de Río León. En el camino se detuvieron a almorzar y a comprar unos lentes nuevos que Ivanov quiso regalarle:
- ¿Qué te parecen? ¿Cómo me veo? – preguntó Max –
Dhara, que lo conocía mejor que nadie, pudo ver detrás del cristal unos ojos que, a pesar de estar empañados por la nostalgia y una leve miopía, lucían seguros y firmes:
- Te ves increíblemente hermoso... y extraordinariamente valiente.
***
Varias semanas habían pasado desde que Max retomó su antigua vida fuera de Épsilon Psi. Ya no le importaba que la gente lo mirara extraño y lo señalara como el "chico poseído del video". Dejó de hacerles caso y ellos lo fueron olvidando. Mantuvo en secreto sus poderes y sólo los utilizaba de vez en cuando para ayudarse con algunas tareas del hogar, como mover algunos estantes pesados o hacer levitar la cama para limpiar debajo. No se sentía cómodo estando todo el día encerrado en su casa y comenzó a salir más seguido. Hasta logró hacer algunos nuevos amigos. Sin embargo, aún esperaba ansioso todos los días recibir una llamada del profesor Ivanov. Hasta que por fin ocurrió:
- Buenas tardes, señor Fallen. Le habla el doctor Hans Ivanov, de la Universidad Imperial del Norte. Disculpe que no haya podido alquilar un helicóptero para ir a comunicárselo personalmente, pero usted ha sido elegido para formar parte de un proyecto con los estudiantes más brillantes del país ¿le gustaría formar parte de Épsilon Psi?
Fin.
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Max Fallen y la fraternidad de Épsilon PSI
Teen FictionUna mañana, Max Fallen recibe la visita de dos hombres intelectuales para ofertarle una beca. Aunque era una de muchas que había recibido, ésta era una oferta distinta e inusual: pasaría a formar parte de una fraternidad secreta a la que sólo accede...