Dos años después...
-¿Lo has oído?-dos figuras encapuchadas aguardaban en un bar cerca de la plaza de Rahskan. Era un tugurio hostil, polvoriento y oscuro, perfecto para esconderse de los altos cargos y traficar con ilegalidades. El dueño, Inko, era un centauro de mediana edad, desgarbado y tuerto, que miraba a todos con desconfianza con su único ojo.
-Sí. Dicen que fue ella quien ordenó su ejecución. Ha cambiado mucho estos dos años...
-No debimos dejarla entrar en Athia. Mira lo que ha pasado-la figura levantó levemente la cabeza, haciendo que la escasa luz del local iluminase la parte izquierda de su cara. El ojo verde miraba con atención la puerta, esperando que los Kazas* iniciasen la ronda de vigilancia y entrasen. El cabello rojo brillaba a la luz de la vela, y Aile se lo apartó de la cara con la mano. Justo entonces, dos Kazas entraron, y pidieron dos jarras de cerveza de Yark.
-Vámonos-susurró la otra encapuchada. Se levantó, dejó unos yares sobre la mesa y se despidió con un movimiento de la mano. Aile la siguió, procurando taparse lo mejor posible con la capucha. Al salir al exterior, la luz les hizo taparse instintivamente los ojos, hasta que se acostumbraron. La plaza mayor de Rahskan era todo un portento arquitectónico además de un maravilloso cuadro: los adoquines reflejaban el ajetreo de la gente, que iba y venía por las tiendas que bordeaban la plaza. Los balcones floreados, llenos de colorido y perfumes, adornaban las casas color pastel. En el extremo norte del recinto circular, el Ayuntamiento se erigía sobre enormes columnas blancas ribeteadas de color crema, como las paredes del mismo. Pero ese, como muchos otros días, el ambiente lo estropeaba todo. La gente estaba triste o preocupada, los Kazas rodeaban la plaza, la mayoría había ido por obligación, y una única cosa reflejaba todo eso: el Justiciero. Así era como llamaban los habitantes de la ciudad al enorme palco situado frente al Ayuntamiento, con la horca sobre él en la que un pobre diablo había sido condenado esa misma tarde a morir. Aile se entremecló con la gente hasta llegar a la segunda fila aproximadamente, mientras miraba con atención a la chica que presidía el balcón del Ayuntamiento. Pelo corto azul noche, ojos verdes y tez blanca. La capa negra que portaba no dejaba ver e cuerpo, pero se notaba que había crecido. Tanto ésta como un par de mechones sueltos caían rectos sobre la espalda. Su rostro no denotaba expresión alguna al subir al estrado un chico de corto cabello color miel, ojos del mismo color y voz telepática. El verdugo le hizo subir al pedestal, y, cuando le rodeaba el cuello con el collar de cuerda, Aile lo oyó en su cabeza: <<Cuida de ella, ¿vale?>> La tabla cedió.
Con los ojos vidriosos, la elfa bajó la cabeza y asintió, en silencio. Kreiss se había ido. Para siempre. Entonces, la voz melodiosa de Misaki invadió la plaza:
-Siguiendo el ejemplo de este insulso y débil rebelde, los siguientes en morir son...-Aile la miró mientras pronunciaba los nombres de los rebeldes cazados; algunos conocidos, otros no. La miró por última vez, llena de odio, y se marchó.
* * * * * *
-Aile-la chica encapuchada se había quitado la capa verde en el bosque-. Aile, ¿a dónde vas?-apuró el paso para alcanzar a su amiga. Su larga mlena rubia se agitaba al viento mientras la seguía. Sus ojos rojos destacaban en medio del rostro pálido por la reciente ejecución-¡Aile, ¿quieres escucharme?!.la paró extendiendo el brazo frente a la otra, que la miró con una especie de rencor con sus ojos verdes. Cogió el antebrazo cubierto con el guante metálico de Annia y lo apartó.
-Pasé con él diez años, Annia, ¡diez años! Y ahora...ahora...-hizo ademán de coger el aire, como si quisiera atrapar algo inexistente. Soltó a la ninfa del bosque y siguió adentrándose en el mismo, aislándose del mundo, intentando alejarse de sus pensamientos oscuros y, sobretodo, de aquella chica demoníaca que un día fue dulce cual nenúfar. Ahora, era una planta venenosa cuyo destino era incierto-¿Cómo puede ser? Alguien...esfumarse así...es decir...¿por qué somos tan débiles, Annia?-se desplomó sobre un tocón viejo, cogiéndose la cabeza con las manos-¿Por qué nos aniquilamos entre nosotros?-Annia la miró, pensativa, apoyada en el tronco de un árbol.
-No lo sé, Aile-dijo con un suspiro pesado-. No lo sé...¿hm?-miró hacia atrás, hacia la linde del bosque, por donde habían venido.
-¿Qué?
-Calla-le indicó con un ademán. Se volvió de nuevo hacia el bosque. Oía voces, voces que gritaban. Ella, al ser ninfa del bosque, podía escuchar a través de él lo que otros no podían-. Tenemos que salir de aquí-cada vez se oían más cerca, hasta el punto de que Aile alcanzaba a oírlos.
-¡Deprisa, deprisa! Han visto a dos personas encapuchadas entrando en el bosque. Una de ellas tenía el pelo rubio. ¡Venga, venga, a por ellos!
-Me voy-Aile corrió tras unos árboles más tupidos, agrupados en un claro, y trepó por ellos, perdiéndose entre la espesura. Annia, por su parte, se metamorfoseó: su piel, suave y tersa, adquirió una textura rugosa, y el color parduzco del árbol que tenía detrás. Poco a poco, se fue juntando con él, hasta que su cuerpo desapareció por completo. Reconocible sólo quedaron unas arrugas en el tronco semejantes al dibujo de una cara, medio tapado por la enredadera que colgaba de sus ramas. Al llegar los Kazas, sólo se encontraron con el silencio hostil del bosque, cuyos miles de ojillos amarillentos los miraban, desafiantes por haber invadido su hogar. Al rato de buscar, sin éxito, se marcharon. Era ya media tarde, y dentro de poco se ocultaría el sol.
-¿Aile?-silencio. <<Qué raro>>, pensó Annia, <<Los Kazas no se la han llevado...>>. Bajó del árbol, volviendo a su forma natural, y buscó por los alrededores.
-¡Aile!¡¡Aile!!-no aparecía-¡¡¡AILEEEEEE!!!-chilló con toda la fuerza de sus pulmones. Al final la encontró. Notó su presencia. Se marchaba, quería estar sola. Annia suspiró, se sentó en unos matojos y se durmió con una triste sonrisa en la cara.
ESTÁS LEYENDO
Los Misterios de Aile
AbenteuerMisaki siente curiosidad por Aile, una chica de su instituto, solitaria y atrayente, rodeada por una extraña aura...mágica. Un día, decide seguirla, y los poderes ocultos que Misa guarda en su interior le permiten abrirse paso en el extravagante mun...