No podía dormir.
Estaba demasiado atento a los sonidos alrededor de la casa: los grillos, el viento en los árboles, las ovejas balaban de vez en cuando, como todas las noches. No había nada fuera de lo normal en el ambiente, pero no podía dormir.
Yuri seguía tenso como cuando llegó a casa, su abuelito se había tranquilizado un poco cuando le explicó que solo estaba solo nervioso por el ambiente que había en el pequeño supermercado. Kolya le sirvió un té muy dulce y unos bombones de chocolate mientras le palmeaba la pierna, diciéndole que lo peor ya iba a pasar, que ya se habían enfrentado a los lobos antes.
Está demás decir que aquello no lo tranquilizó en absoluto.
Dio un par de vueltas más en la cama y gruñó cuando se dio cuenta de que la sábana inferior se soltó del colchón y empezó a recogerse entre sus pies. Pensó en quedarse así, pero las frazadas también se habían soltado, por lo que sabía que, si volvía a girarse, acabaría tirando la ropa de cama al suelo.
—Ugh.
De acuerdo, puede que hacer su cama una vez más le ayudara a estar relajado y esta vez sí podría dormirse. Estiró su mano para coger el móvil de la mesita de noche y fue cuando le pareció ver una sombra en una de las ventanas.
Sintió el miedo subir a su garganta como si fuese un nudo helado. No se atrevió a moverse, ni siquiera a respirar; Yuri permaneció quieto, su mano cerrándose fuertemente sobre su teléfono y esperando algún sonido que le indicara la presencia de alguien más allí.
Si se guiara por la lógica sabría que no podría ser más que un gato en el barandal del estrecho balcón, no había forma de que una persona estuviese allí: estaba ubicado en el segundo piso, no había manera de acceder, el balcón tenía unos 30 centímetros de ancho, lo suficiente como para ponerse de pie si quitaba todas las macetas con plantas que ocupaban dicho espacio.
No se atrevió a parpadear cuando a través de la cortina vio de nuevo el movimiento de una sombra, demasiado alta para ser un gato o un pájaro...
De forma lenta giró su teléfono y lo aplastó contra la cama, no iba a permitir que, sea lo que fuera que estuviese usando su casa como atalaya, supiera que estaba despierto. Yuri no negaría que tenía miedo y que sus manos estaban sudadas, puede que sus piernas temblaran incluso mientras trataba de pensar el modo más silencioso de moverse hasta su mochila y sacar el machete, pero no se quedaría quieto esperando ser la cena.
No era la jodida Caperucita Roja en problemas.
Sintiéndose como en una especie de película de espías, Yuri se arrastró por sobre su cama para llegar hasta donde estaban sus cosas, la cremallera hizo un ruido que sonó demasiado alto en el silencio absoluto. De inmediato se volteó hacia la ventana y vio que la sombra se movía y, luego, desapareció.
De un saltó se movió hasta el balcón y tiró la cortina lo suficiente como para ver una figura que corría hacia el bosque, gracias al brillo de la luna llena, pudo distinguir que se trataba de una persona.
¿Cómo diablos alguien podría haber saltado desde un segundo piso y correr como si nada?
El miedo se instaló en su estómago y se convirtió en un doloroso espasmo en su espalda. Apretó los ojos e intentó regular su respiración, llevándose las manos al pecho solo para sentir que su corazón latía desbocado.
—Mierda.
Cerró la dichosa cortina, fue por el machete y lo dejó sobre la mesa de noche antes de volver a la cama a tratar de dormir.
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Little Black Ridding Hood [OtaYuri]
FanfictionEste año Yuri no lo ha hecho muy bien en la escuela, así que su madre decide mandarlo castigado a la casa de su abuelo a las afueras de Moscú. Yuri ama a su abuelito, pero detesta que viva en medio de la nada, en un pueblo que se quedó unos 50 años...