Capítulo XV

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Yugo y el rey se encontraban en una habitación de la mansión, más concretamente en el despacho privado de Alexander. Este estaba sentado en el escritorio, mientras que su compañero estaba inclinándose en la silla delante del él.

—Sinceramente me cuesta creer que hayas acabado ya con los chicos. Normalmente eres muy estricto con el entrenamiento militar.
—Sí, a mi también me sorprende. La primera vez que los vi pensé que iba a durar dos años como mínimo, entonces hubieran venido los demás y no lo hubiera hecho solo. Pero esos chicos no son normales.
—Sí, eso ya lo suponíamos.
—Su crecimiento es alarmante, casi aterrador. En menos de medio años han conseguido resultados que una persona normal hubiera tardado años. Tanto físicamente como en magia.
—¿Están listos ya para ir al frente?
—¿Ja? Ni de coña.
—¿Entonces?
—Como ya le dije una vez al niño: por muy afilada que este una espada sigue siendo una mera herramienta. Espera, creo que lo metí un insulto la vez anterior, que más da. Por donde iba, tienen buenas aptitudes pero les falta experiencia real. Hasta ahora han luchado entre sí, sabían a que se enfrentaban y sabían que no les haría daño.
—Entiendo, por ahora solo necesitan trabajos pequeños. Poco a poco se irán acoplando.
—Exactamente. Por cierto: ¿Es necesaria la fiesta?

Alexander miro un papel de su escritorio, una lista de los nobles que aceptaron la invitación.

—Por supuesto. Esto es un gran paso y una forma de dar confianza, al menos a los que lo saben. Una ves empiecen ha hacer cosas grandes podremos dar la noticia a la población.
—Solo digo que ese niño no sabe tratar a las personas, y no creo que le importe. Si el rubio no estuviera detrás de él los sirvientes ya abrían soltado algún golpe.
—Lo dudo.
—¿Por el chico?
—Por los mayordomos.

En otra habitación en la otra punta de la mansión, en la habitación de Sam, Hayato y Kyomi estaban sentados en el suelo jugando al ajedrez. Hayato lo había inventado, o por lo menos la versión actualizada de su mundo. Por otra parte Sam estaba tumbado en la cama con una almohada tapándole los oídos.

—Jaque mate. Vas mejorando para ser tu primer día.
—Casi lo tenía, otra vez.

Con esta era la quinta victoria consecutiva de Hayato, no se consideraba un experto pero en su mundo solía jugar a ajedrez online por lo que le pilló mucha práctica.

—Maldita sea, por qué no me quedo sordo de una vez.

Sam se levantó de la cama y caminó hasta la venta, maldecía no haber puesto el pestillo antes de dormir, pero en ese entonces no sabía que iban a llegar esos dos a despertarle. A veces le resultaba un horror tener eses súper oído, había aprendido a ignorar sonidos por instinto pero las voces de dos personas a menos de tres metros era otra cosa. Se relajó con la suave brisa y dejó que está moviera su pelo, que ahora era bastante largo, aunque no tanto como el de Hayato.

—Maldita sea. Pensaba que podría dormir más, pensaba que como Yugo ya no nos despertaría a las nueve podría dormir, pero no. Teníais que venir vosotros a arruinarme mis sueños.
—Haces parecer como si estuviéramos destrozando tu vida en vez de hacerte madrugar. Y hablando de madrugar: son las diez y media.
—¿Ah sí? Qué datazo, marchaos y despertarme a la hora de comer, es más, mejor traedme la comida.
—No seas así —intervino Kyomi—. Hora tenéis las mañanas libres, puedes aprovechar ese tiempo para hacer algo.
—¿Cómo que? Espera, tengo una idea: dormir.
—Oh vamos, juega con nosotros a esto.
—¿Si gano me dejaréis en paz?
—¿Eh...? ¿Sí?
—Me sirve.

Sam se sentó delante de Kyomi apartando un poco a Hayato para tener espacio y jugar. Mientras los otros dos jugaban, Hayato se puso ha decir cosas que podrían hacer en la mansión para pasar el rato.

—Subo esto aquí.
—Cagaste —dijo Sam mientras movía su reina—. Jaque mate, he ganado.
—Maldita sea, otra vez.
—Lo has hecho bien, pero tú jugada era muy predecible. ¿Hayato no se te ocurre nada más? Por ahora dormir le gana a todo.
—También podríamos ir a la capital.
—Esa idea me gusta —comentó Kyomi sin quitar ojo del tablero.
—Mientras salgas de casa todo te gusta.
—Podríamos ir de compras juntos, yo necesito ropa nueva y Sam se conforma con la que le dan aquí, será bueno para todos —dijo Hayato—. Pero esta vez juntos de verdad Sam.
—Vale, vale, el único problema que nos quedaría es Yugo, seguramente piense lo mismo que yo sobre dormir y tener un grupo de guardias al rededor llama un poco la atención.
—No hace falta.
—Estamos hablando de la princesa heredera, claro que hace falta protección.
—No me refiero a eso, piensa, podemos ser nosotros su guardadspaldas, Yugo nos ha dicho que estamos listos para hacer cosas por nosotros mismos y podemos usarlo como experiencia de trabajo.
—Sí, claro, que buena idea. Kyomi, ves a pedírselo a tu padre, Hayato ves con ella, yo de mientras me prepararé para la salida.

Sam se puso de pie, camino hasta la cama y se acostó de un salto para seguir durmiendo.

—Sam y Hayato esperaban a que Kyomi saliera del vestuario, habían ido al más lejano para que nadie reconociera a la princesa y con este último vestido sería el décimo en comprar. Por otra parte Hayato compro un poco de ropa negra, y Sam un pantalón y una camisa blanca con líneas negras simulando costillas.
Al cabo de unos minutos los tres salieron de la tienda con el vestido nuevo de Kyomi.

—Esta vez entraremos en una joyería, quiero nuevos pendientes.
—¿Que? ¿Más?
—Tu estabas más tiempo aquí cuando escapabas por las tardes.
—Si, pero no hacía cosas que no quería, en su mayoría. Además, nos estás usando como mulas de carga, Hayato y yo llevamos tus bolsas. Preferiría que cayera un meteorito a seguir así de aburrido.

Kyomi puso una mueca y procedió a rebatir a Sam pero un gran estruendo lo impidió. El sonido era casi como una explosión o una colisión de algo muy grande contra algo.

—Juro que era broma.
—¡Sam¡ —gritó Hayato— ¡Reconocimiento!

Sam asintió, soltó las bolsas y usando relámpago llegó al tejado de una edificio cercano de varios saltos. Pudo ver polvo en el aire al norte. La gente escapaba, y con razón. Entre escombros había aparecido un gran monstruo de varios metros parecido a un minotauro. Le hizo una señal a Hayato y este se acercó al edificio. Sam bajo de un salto.

—Un monstruo, parece un minotauro creo, morado, alrededor de cuatro metros.
—Me suena, Yugo me habló de algo con una descripción parecida. Es un espíritu, monstruo o mejor dicho marionetas del primer general. Kyomi, vete a casa.
—Pero vos...
—¡Vete! Llama a Yugo, esto es peligro. Sam y yo lo entretenemos.
—¿Que nosotros que? —añadió Sam.

Soy un héroe, a mi maneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora