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—¡Entonces!—exclamó emocionado, poniendo los pelos de punta a los cuatro adolescentes que habían quedado bajo su mando—. ¡¿Quién fue el causante de tan bello tesoro?!—cuestionó, mostrando una foto del cadáver, notablemente robada de la policía.

—Y-Yo—dijo asustada, levantando su mano. Temía ser castigada, pero más le preocupaba que los cuatro sean castigados por aquello que creyó había hecho mal—. Yo lo hice...

—¡Lonnie, querida! Esto hay que celebrarlo. ¡Tu primer asesinato!—. Todos quedaron estáticos ante aquello.

—Vamos chicos, no podemos tardar demasiado, el guardia llegará en cualquier momento—. Scorpia se encontraba muy nerviosa. Rogelio y Catra se encontraban en la caja registradora y en la caja fuerte, distribuidos respectivamente, mientras Scorpia vigilaba la puerta principal y Lonnie la trasera.

—Esto es demasiado, chicos. ¿Se dan cuenta que no nos pagan un centavo por esto?—soltó estresada y ofendida la morena con colmillos.

—Creo que lo que pienso más que nada es en que no me maten antes de poder huir—dijo el más alto, de manera irónica.

—Chicos...—dijo la albina con terror—. Viene un oficial.

Terminaron de vaciar ambas cajas y se dirigieron hacia la puerta trasera de manera sigilosa, evadiendo la linterna del guardia, como les habían enseñado durante toda su vida.

Al momento de correr hacia los bosques susurrantes, los habían visto. Resultó ser que habían tres oficiales.

Rogelio pudo dejar a uno inconsciente en plena carretera, para simplemente levantarlo y dejarlo en su auto. Luego Scorpia se encargó del segundo, haciendo exactamente lo mismo que el mayor.

Mientras que Catra peleaba con dificultad con el tercero, terminó electrocutada e inconsciente.

Lonnie, al ver que el mismo estaba a milisegundos de tomar su radio y llamar por refuerzos, retiró su navaja de su bolsillo y la atravesó por el frente del mismo, apareciendo por su espalda y desviando sus brazos a través de los del hombre para llegar a dónde su corazón se encontraba.

Cayó muerto sobre las piernas de Catra, dejando sangre sobre su regazo y otros restos en su asesina.

Tomaron los bolsos y simplemente se escondieron entre los bosques susurrantes, agradeciendo su entrenamiento, pero aún traumados sobre lo que había sucedido.

Cuando la morena de ojos bicolor recobró la conciencia, estuvo a segundos de tener un paro cardíaco debido a la cantidad de sangre que se encontraba en sus muslos y parte de sus pantorrillas.

—¿¡Qué mierda!?—gritó en español, dejando confundido al trío que la acompañaba.

—Tranquila, es sangre de otro—comentó Rogelio, acercándose a ella. Suspiró aliviada al saber que no tenía heridas graves.

—¡¿DE OTRO?!—se alarmó aún más, mirando a sus amigos en búsqueda de una respuesta. Las manos ensangrentadas de Lonnie junto a su daga bañada en rojo despabilaron todas sus dudas, aunque si abrieron una gran decepción en ella.

—¡Encima no dejaron ninguna muestra en ningún lado! Mírense, que tantos años de entrenamiento no fueron en vano—sonrió de manera cínica, abrazando a Lonnie por sus hombros y sacudiéndola en orgullo.

Aquellos cuatro adolescentes de tan sólo 17 años, habían cometido y presenciado su primer asesinato, más bien no el último.

¿Catra?—. Abrió sus ojos, observando a Adora cerca de ella. Se sentó, algo sorprendida, y refregó sus ojos, notando que había caído dormida en el sillón.

—Lo siento, iré a la cama—. Se levantó y, sin decir más ni escuchar a la rubia, se dirigió a la habitación y se encerró en esta, cayendo dormida en la cama a los minutos.

*****

Un repentino grito la despertó, por lo que se levantó y abrió la puerta desesperada, observando a la ojiceleste en posición fetal, en un rincón de la cocina, gritando como si hubiera visto el peor demonio frente a sus ojos.

—Al parecer, soy sonámbula. Y, no sólo eso, sino que también tengo pesadillas, por lo que sería mejor para ambas que yo duerma en la sala y tú en la habitación con el pestillo puesto.

Sin pensar en las consecuencias que aquella reacción de su parte podría causar, se acercó a ella y la abrazó por los hombros, susurrando una canción que cantaban entre ellas en el hogar para ayudarse a dormir.

Con tus brazos que me abrazan, y tus labios que me cantan...—comenzó, notando como, poco a poco, se tranquilizaba—. Sonrisa que inunda mi alma, en profunda y bella calma...

Notó que los ojos de Adora comenzaban a cerrarse, derramando las lágrimas que habían quedado allí, cayendo en profundo sueño.

Como pudo, tomó a la rubia entre sus brazos, arrastrando parte de sus piernas, y la colocó con delicadeza en el sofá-cama. La cubrió con las sábanas y estuvo a segundos de encerrarse una vez más en su habitación, hasta que escuchó algo.

Alumbra mi penumbra, con tu inmensa locura...—era un pequeño susurro, pero se encontraba tan silencioso el departamento que sabía perfectamente qué debía hacer ante aquella respuesta.

—Adora... ¿puedo dormir hoy contigo?—preguntó sonriente, colándose en las sábanas de la rubia.

—Está bien, pero recuerda pasarte a tu cama luego, que si no nos castigarán.

—Prometido. ¿Cantamos nuestra canción?

—Con tus brazos que me abrazan—empezó por lo bajo la ojiceleste, observando con una sonrisa a la morena frente a ella.

—Y tus labios que me cantan.

Sonrisa que inunda mi alma

en profunda y bella calma

Alumbra mi penumbra

con tu inmensa locura

Y déjame enseñarte

el deseo de amarte,

para luego compensarte

y un bello beso darte.

Descansa, Adora. Estaré aquí en la mañana—susurró, dejando un pequeño beso en su frente, como solían de pequeñas, cayendo en los brazos de Morfeo.


Detrás de rejas [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora