BROMAS DE DUENDE Y ALGO EN EL VIENTRE

22 5 0
                                    

Llevaban ya cuatro días navegando y las cosas parecían más relajadas, más para Dane. Se estaba acostumbrando a la vida en el mar, pero no fue cosa fácil ya que los xotics le gastaban bromas bastante infantiles, por ejemplo, le ponían cubetas llenas de agua sobre puertas que él abriría, otras veces ponían tenedores en lugares donde Dane se iba a sentar. Por momentos Dane se sintió tentado a lanzar a un par de xotics por la borda.

Dara era un acertijo nuevo cada día. Había veces dónde tenía el humor de los tiempos cuando era una chica amable con cualquier persona que se cruzara en su camino, y otras donde no toleraba ni el más mínimo ruido.

Gessa y Hanna intentaron estar al pendiente de su humor, pero a veces ni ellas lograban soportarla.

Vito había hecho una especie de amistad con los duendes e incluso aprendió a comunicarse con ellos usando ciertos gestos o sonidos. Una que otra vez colaboraba en las bromas y no paraban de reírse por horas, cosa que enfurecía a Dara.

Sam practicaba junto a Alec, el cómo poder controlar las visiones que cada vez eran más frecuentes y que, en la mayoría, Dane era un personaje principal en aquellos escenarios.

Gerald ya tenía la barba casi hasta el pecho, y a veces tenía un olor demasiado fuerte y los demás le pedían que se afeitara pero él reiteraba que era para la buena suerte.

—Me la cortaré en cuanto toquemos tierra —decía él.

En las noches tenían cenas grupales y charlaban sobre el viaje, más que nada se hacían las preguntas más frecuentes: si seguían en la dirección correcta, habría monstruos marinos para enfrentar, cuánto tiempo faltaba para llegar, esta última era una pregunta muy frecuente de Dane.

—Puede que sean diez —respondió Gerald.

—¿Días, semanas, meses? —cuestionó Dane.

—Tal vez doce —comentó el capitán.
La mayoría sonrió al ver la cara de terror del bardo. Al final le dijeron que solo se trataban de unos cuantos días más. Dane suspiró aliviado.

Un día, Dane y Vito estaban limpiando la cubierta y decidieron matar el tiempo hablando de cualquier cosa que se les ocurría.

—¿Cómo vas con Hanna? —preguntó Vito.

—Ah, bien, lento, pero seguro, ¿Tú tienes alguna chica de la cual no sepamos?

—¿Qué? No, por todos los dioses. Prefiero que me coma un dragón ja, ja.

—¿Por qué?

—Pues me parece aburrido, ¿sabes? No es algo de mi interés. El tener pareja me parece, meh.

—Oh, ya veo, espero que al menos estés feliz.

—Por supuesto, jamás estuve mejor, oye y… ¡No!, ¡¿Tú también?!

El cambio de humor tan repentino tomó por sorpresa al bardo y casi tira el balde al mar.

—¿Qué?, ¿Yo qué?

—Amigo el matrimonio no es una buena idea, la gente lo hace por que es estúpida, tú no eres estúpido, ¿o sí?

—En primera, odio que me leas la mente, tan solo ha sido una idea pasajera, llevamos poco tiempo juntos. En segunda el matrimonio es algo hermoso, es sellar y comprometerse a amar a esa persona durante el resto de tu vida. Y en tercera, sí, soy un estúpido enamorado.

—Zzzz, ah, ¿Qué me decías?

—Eres un idiota —sentenció Dane.

—Y tú eres un estúpido por quererte casar —replicó Vito.

El Bardo: viaje al fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora