Capítulo único

224 31 5
                                    

 Dejó un fajo de billetes sobre la mesa del bar, inclinó la cabeza agradecido por el servicio. Comenzó a irse de aquel pequeño lugar con luces tranquilas pero fuertes sonidos.

 Había intentado ir allí para callar un poco el ruido de su cabeza, no había tenido éxito.

 Prendió un cigarrillo y comenzó a subir las escaleras, le dio una calada; sintió como se mezclaban en su boca el sabor del alcohol y el del tabaco.

 Salió.

 El aire fresco del exterior removió sus cabellos en la oscuridad de la noche. Cerró los ojos y los apuntó hacia el cielo. Al volver a abrirlos, los bajó hacia la multitud, allí se encontró con la figura del castaño, quién lo observaba con las manos en los bolsillos de su campera.

 Volvió a sentir aquel agujero en el pecho. No recordaba desde cuantos años había permanecido allí. Soltó el humo del cigarrillo.

 Y sonrió.

 Para retomar el rumbo por aquella ruidosa ciudad, que a pesar de estar llena de gente, a sus ojos parecía encontrarse desolada.

.

.

.

 Arrojó el cuaderno al suelo. Las hojas sueltas se desparramaron por todas partes.

 Caminaba por toda la habitación de una punta a la otra, pisando hojas y poemas sin terminar. Pisando emociones que no podía terminar de expresar.

 Sentía como el papel se arrugaba bajo sus pies descalzos. Aquello no lo hacía sentir mejor. Prendió otro cigarrillo, si mal no recordaba era el quinto, inspiró la nicotina ni bien vio la punta volverse naranja.

  Revolvió su cabello, el cual recién había estado comenzando a dejar crecer. Estaba sin su sombrero, como hacia ya dos años atrás... Maldecía internamente en momento en el que había conocido a aquel chico.

 ¿Por que?, ¿por que?, le preguntaba una y otra vez a aquel muchacho que se había ido.

 ¿Por que?, ¿por que?, se preguntaba una y otra vez, observando que era incapaz de escribir como antes. 

 El cigarrillo se le cayó al suelo. Una de las hojas se prendió fuego.

 Tal vez Dazai no era el único muchacho que se había ido.

.

.

.

 El pelirrojo caminaba por los pasillos de la Port-Mafia, se encontraba encorvado, pero aún así su presencia era respetable. 

 Toqueteó la parte trasera de su horquilla antes de sentir como alguien saltaba sobre su espalda. Luego escuchó la risa de la menor.

- Elisse-chan -. Saludó con una sonrisa.

- te había extrañado Chūya -. Comentó la menor -. ¿Dónde estabas?

- lo siento -. Río el mayor -. Tenía trabajo, pero ya estoy aquí -. Sujetó correctamente a la menor sobre su espalda -. ¿Que te parece si paseamos un rato?

- ¡si! -. Exclamó fuertemente Elisse. 

 Chūya sonrió, pero sintió que la felicidad de se momento era corta... Incluso casi superficial. 

.

.

.

 Kōyō analizó a su  pupilo mientras toquetaba la tela de su vestido.

La Tristeza ManchadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora