Sálvame!

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Ese dolor. No. Ese dolor físico ya pasó la primera vez. Ahora el único dolor que siento es del corazón, lo siento pesado, lleno de pecados, lleno de dolores. En este momento es cuando me arrepiento de todo, me arrepiento de haberme enojado con mis padres, de haberme ido de casa, de hacerle caso a ese hombre, de haber dejado de luchar. Ya no hay vuelta atrás. Desde aquella vez en que le dije "Por favor, ya no más píldoras, ya no más inyecciones... ya no más". Sin dejar de derramar lágrimas de mis ojos, aguantando gemidos, siento un tirón en mi cabello que lo único que provoca es que mi boca se habrá y mis cuerdas vocales vibren. Me duele el pecho, me duele el cuerpo, no siento mis piernas. Alcé la frente y deje que la boca de ese hombre callera en mi pecho, ese desconocido me tenía entre sus brazos, sin escapatoria, en ese sucio cuarto todo oscuro al que asisto unas diez veces al día (si no me sacan a la calle). Un intenso calor invadió mi entrepierna, a este paso el dolor es lo último que me sorprende. Unos labios besaron mi cuello y dejando un rastro de besos llegó a mi estómago. Moví mi brazo hacía el costado y choqué contra la mesa de luz del costado de la cama, que se movía sin parar, mi manó bajó recorriendo el mueble hasta chocar con la perilla de un cajón, en eso recordé, había dejado un arma allí dentro ¿Por qué? Por qué en cualquier momento enloquecía y acababa conmigo misma. Una sola idea se cruzó por mi mente, pero algo la interrumpió. En ese momento visualicé una silueta por la espalda desnuda del muchacho, parada en del otro lado del cuarto, al principio pensé que otro hombre que había entrado, pero no era así. Una mujer, vestida con un vestido corto, arriba de las rodillas, de color verde, piernas largas, piel pálida, cabellos largos, rubios, hasta los muslos y ojos azules. Comenzó a acercarse a mí mientras que aquel joven continuaba tocándome, parecía como si no notara su presencia. Su rodilla se hundió en el colchón, extendió su mano hasta la columna del hombre y deslizó sus dedos por ella hasta el coxis de él, el muchacho parecía no notar nada.

-Oye...-una vos suave y delicada resonó en mis oídos- ¿Por qué no lo matas?-mis ojos se abrieron enormemente contemplando ese rostro de ángel, me quedé sin palabras-Ya estás cansada de esta vida, de este sufrimiento, de ser... una prostituta. Tienes tan solo dieciocho años y estas aquí desde los quince-esas palabras penetraron mis oídos. En un momento, todo se detiene, las respiraciones agitadas era lo único que reinaba en el cuarto-.Mátalo-eso fue lo último que escuché de parte de ella, antes de que desaparezca. El hombre se separó de mí y se levantó directo a ponerse los pantalones. "Mátalo" esa palabra invadió toda mi alma, era lo única lo sentía. Odio. Odio hacía los hombres, hacía todo hombre que existiera, hacía toda persona que no se dignó a buscarme cuando desaparecí, cuando me raptaron, cuando me convirtieron en prostituta.

-Ya me voy. Aquí dejo el dinero-dejo lo que correspondía en sobre la mesa de luz. Mi corazón palpitante parecía que se saldría del pacho en cualquier momento. Me quedé ciega.

-Llévatelo-le dije mirándolo a los ojos y con una sonrisa traviesa en mi rostro.

- ¿Eh?-exclamó este marcando una sonrisa mostrando todos sus dientes.

-No lo quiero-le aclaré. Dirigí mi mano derecha hacía la mesita a tomar el dinero ¡Momento, no puedo decir eso! ¡Tengo que juntar mil esta noche! Si no... me congelé en ese mismo instante al notar una mano sobre la mía, levanté mi vista, era aquella mujer. Ella manejó mi mano hasta la perilla del cajón e hizo que la tomara. El resto, ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Mis oídos se agudizaron, escuché los gemidos de las mujeres de los otros cuartos, abrí el cajón rápidamente, tomé el arma y en vez de dispararme le disparé a él el pecho ¡SALVENME! Silencio total. La mujer rubia, se volvió a presentar extendiéndome un vestido, se parecía al de ella, pero era más largo y en color violeta.

Violeta. Morado. Lila. Suspiré profundo. Miré a mi costado, allí, en aquella cama, estaba yo, mi cuerpo, la expresión de aquel joven desesperando gritando por ayuda y un "No te preocupes, no pasa nada" de mi "jefe". Perdí mi oportunidad.

Al fin y al cabo, morí como prostituta, como una puta. Al menos, agradezco a Dios que no me haya dejado hacer una locura...

Notas de Autora: ¡Hola! Esto que leyeron aquí es un sueño que tuve hace bastante tiempo, creo que fue por ver tanto las noticias...

Quiero que esta pequeña historia pueda ayudar a dar algo de conciencia a esta sociedad, para que nada de esto ocurra de nuevo. Desearía que todo esto desapareciera, que todos los abusos de todo tipo, dejaran de existir. Oro y lucho por las víctimas de violencia de género, violencia infantil, etc... ¡BASTA DE VIOLENCIA DE TODO TIPO!

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