•· Capítulo 16 ·•

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¿EL ENCANTO DE LA CENICIENTA?

LA FIESTA, Pt. II

KATIE ANDERSON

El gran detalle para adornar mi desgracia. No sé nadar.

Mi vestido, que por supuesto antes de empaparse, ya estaba ajustado, quedó sobre mi piel como una segunda capa de ésta, logrando que se me viera hasta el alma.

Maldición, Ruth no podía descansar sin antes joderme la vida. Parecía un pez flotando por primera vez, a diferencia que yo solo era una joven chica a la cual la suerte no la quería.

Medio Belmont posó su mirada en mí, muertos de risa, como payaso en circo. Yo hacia un intento de salir del tanque más hondo de la piscina. Lindsay salió de la zona a no-sé-donde y yo estaba tragando agua ahogándome.

Estupendamente fantástico, la primera fiesta de instituto a la que asisto y me encuentro como una loca en medio del desespero.

Poco a poco, mis malos métodos de como flotar fueron disminuyendo y lagrimas comenzaron a ceder sobre mis mejillas, lentamente las risas se esfumaron.

Un chapuzón bastó para salir de mi crisis de ansiedad y ver como nadie se ofrecía a ayudarme. Vaya, eso de que soy el fantasma de la escuela lo comenzaba a considerar.

En menos de un segundo, estaba en los brazos del musculoso pelinegro, Erick.

Escena sacada de película, realmente súper dramática mi reacción dispuesta a ser transmitida en el clásico Mil maneras de morir.

El simpático chico me sonreía mientras yo moqueaba de llorisquear. Lo miré fijamente.

—Gracias.

—¿Qué, por esto? —señaló el tanque mientras me sostuvo hasta la orilla en donde hace minutos caí.

Sonríe lobuno y frunce sus labios.

—Me distraigo un rato y ya mi cita anda muriendo ahogada.

Parece chiste, pero real.

—Bueno, si lo dices de esa manera pues sí me veo muy torpe —rasqué mi nuca con disimulo como si eso borrara la humillación reciente.

Ambos reímos al unísono.

Salíamos del bullicio en la piscina y pasos después caímos en cuenta que andábamos mojados. Y, que había más de un vago grabando el segundo show del día.

Decidimos correr fuera de la zona, como los propios anormales que no captaban que andaban en una mansión con una gran fiesta alrededor.

Las risas no faltaron al lado de Erick, todo hasta que Ruth se interpuso en mi camino como una jodida garrapata dándole un fuerte tropiezo a su hombro con el mío haciéndome tambalear.

—¡¿Qué carajos te ocurre?! —exclamé frustrada de su absurdo sabotaje.

Me fulminó con la mirada y siguió caminando pero la detuve por el brazo.

—¡Suéltame! —pidió intentando zafarse.

—No hasta que detengas tu jueguito ridículo de celos. Deja de hacerte la importante Ruth. Quiérete un poco más —la solté—, y por ultimo, deja de fastidiar. Es lo único que pareces saber.

Murmuró un par de cosas que no entendí, así que le resté importancia.

Y con esto, el pelinegro alzo sus cejas sorprendido por mis palabras tajantes. Fuimos hacia donde Austin para que nos ayudara con la ropa.

Mi vida, mis reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora