Capítulo 12: La Crueldad de los Dioses

6 0 0
                                    

Llegamos a través del agujero negro en la sala de reuniones donde anteriormente había partido, así todos los dioses estaban reunidos esperando nuestro regreso, más se encontraban bastante impresionados por mi nuevo compañero, aunque sin darle importancia hicimos una reverencia ante ellos como un cordial saludo. Sin embargo, en general no me sentía cómoda por alguna razón, quizás había sido por el comportamiento y rudeza de Ryuujin ante su trato con los mortales, extrañamente estos dioses si mantenían una relación estable pero empezaba a dudar si en verdad sólo lo hacían por querer o fingían una amabilidad verdaderamente engañosa. 

--Bienvenidos, aunque hay una visita inesperada. Anda, pasad que os llevaremos a la tierra de los titanes, debéis estar muy cansados.--Nos mencionó el llamado Poseidón con calma y autoridad, no instante sólo estiré el brazo de forma que indicaba que no dijera nada Rengoku, voy a comprobar con mis propios si lo que deduzco es la verdad o una mentira más. 

--¿Estás seguro de ello? Yo creo que hay diversas cuestiones que debéis decirme, y eso es lo que consideráis de los mortales, solo con observar vuestra expresión me lo dice todo. Ira, resentimiento, repugnancia, factores que dejan ver a vuestra creación como la peor escoria del mundo y si no fuera por vuestra arrogancia los hubiérais aniquilado hace tiempo, es una lástima.--Añadía con voz seca dejando en sus pensamientos a Rengoku, pero lo más curioso fue ver a los dioses que empezaban a verse en algunos sus venas y una furia creciente no sólo por haber averiguado su secreto, también era el que ser cuestionados les provocaba hervir la sangre y eso puedo entenderlo, pero el tratar como seres inferiores a ellos no podía enfadarme y molestarme en una gran medida. 

--¡¿Cómo te atreves a decir eso miserable mortal?! ¡Hemos salvado a la diosa Hanami y a tus hermanas, incluso a ti de un destino de la muerte, deberías estar agradecida! ¡No te contestaremos, sólo vete y no nos hagas perder el tiempo!--Me gritaba uno de los dioses que se encontraban sentados en la mesa, tenía un casco y armadura dorada dando a relucir sus grandes músculos, más sus ojos también eran dorados y un largo cabello rubio caía con una coleta de caballo. Su frialdad se había notado en todo el ambiente, solo había que considerar su impulsividad para darse cuenta de la verdad, incluso el propio Rengoku se encontraba confuso. 

--Ares, basta. Kaede, tranquilízate, vamos a hablar el tema con más calma, siéntate y podremos conversar sobre el asunto en cuestión.--Me pidió Hera con calma y dulzura, más el recordar sobre lo que dijo Ryuujin de los mortales y su forma de actuar me hacía ver aún más la realidad de las cosas: Los dioses del Panteón Griego me trataban de manipular y usar en su beneficio, atacar a las bestias divinas y quizás eliminar a los dioses de mi mundo, incluida mi madre, al final no eran tan buenos como yo creía. 

--¡Y una mierda! ¡Los dioses como vosotros no son diferentes a como son Ryuujin, Izanagi, Tsukiyomi, Susano, todos son iguales! Pelean por el honor y el orgullo, son arrogantes y lo único que desean es la victoria y satisfacer su ego, hay pocos que en verdad se preocupan por el bienestar de otros, pero ni eso es válido para gente como vosotros, no merecéis ni una pizca de misericordia por todo el daño que hacéis a aquellos que de verdad sufren.--Les reprochaba con dureza y a gritos demostrando mi ira contra ellos y de la peor manera posible, quizás me jugaba el cuello o la supervivencia de aquellas que amaba, pero no podía quedarme más callada. 

--Sí, eso es así. ¿Pero y qué? Los mortales viven y mueren, nacen otros en su lugar y siempre está plagado de gente irracional que comete los mismos errores, lo arreglan y vuelven a cometerlos, guerras en todos lados y sin ningún temor, nosotros les hacemos un favor y no destruimos sus vidas, sin mortales no hay nada por lo que reinar, así fue desde la creación del mundo. Da igual lo que hagamos por ellos, no aprenden y cuanto más se esfuercen, más daño hacen a las tierras y el ambiente en el que viven, simples escorias.--Me dijo calmadamente uno de los hombres que estaban en la mesa con un cabello rubio y dignos ojos verdes, pero fuera de ello tenía casi todo el torso desnudo tapado únicamente por una túnica blanca y un collar de oro en su cuello. Pensar lo que me había dicho era asqueroso, recibir cierto trato o mantener una jerarquía sólo porque a ellos les parezca no es justo, está claro que la arrogancia les ha cegado. 

La Mariposa Cósmica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora