Kerberos

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Hacía tiempo que habían empezado a salir. A simple vista podría resultar insólito, ellos mismos habían tenido sus reparos en un principio.

Los dos más serios se habían visto sorprendidos por los dedos entrelazados de ambos en las manos de aquel risueño muchacho que había dado el primer paso en su extraña relación de tres.

Empezaron solo agarrándose de las manos por la calle y, con el tiempo, terminaron compartiendo la cama, y no solo para dormir.

Los tres tenían mucho en común. Les gustaban las mismas cosas, y se divertían juntos. Aunque una de esas cosas fuera el hecho de que ninguno de ellos tuviera una familia.

El último familiar de Fargan había fallecido hacía poco, y ellos habían estado allí para apoyarlo.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que al fin y al cabo, ellos mismos se habían convertido en una familia. Una muy unida, que se quería y se cuidaba... sin secretos... o eso era lo que Fargan creía.

Llevaban algunos años viviendo juntos, y aunque estaba acostumbrado a la actitud esquiva intermitente de Willy, fue nuevo para él cuando Vegetta comenzó a pasar algunas noches fuera de casa, a cambiar de humor repentinamente o volverse inapetente con la comida de vez en cuando.

Incluso había noches, en las que se despertaba bañado en sudor, con una expresión de terror absoluto tatuada en la cara. Pero cuando él le preguntaba, simplemente decía que no recordaba qué era lo que había sucedido en el sueño, y lo dejaba pasar.

Había estado inquieto al respecto, hasta el punto de sentir la necesidad de comentarlo con Willy.

-Tú... no creerás que nos está engañando... ¿Verdad?-el rubio le miró con asombro.

-¿Qué? ¡Claro que no! ¿Qué estás diciendo?-interrogó molesto, le parecía absurdo que el moreno fuese capaz de pensar algo así.

-Pero, ¿No crees que oculta algo? Está muy raro... ¿Dónde crees que está pasando todas esas noches que no duerme en casa?-su cabeza no paraba de darle vueltas al asunto.

-Todos tenemos nuestros secretos, ¿No? ¿Acaso tú no haces hechizos a escondidas cuando crees que nadie te ve?-cuestionó apartando la mirada.

-¿Qué... qué dices?-no podía saberlo, ellos nunca estaban en casa cuando hacía eso, ¿Cómo lo sabía?

-Solo digo... que deberíamos respetar la privacidad de los otros, nuestra relación ha funcionado bien hasta ahora con un cierto margen de secretismo, ¿No? Dejémoslo así-se cruzó de brazos el rubio.

-¿Creer en los conjuros está a la misma altura que desaparecer noches enteras?-alzó una ceja algo incómodo con el tema-¿Y si está metido en problemas? Ha estado teniendo pesadillas-añadió, atrayendo levemente la atención del de ojos rasgados.

-Vegetta no es de los que se meten en problemas, a estas alturas ya deberías saberlo-suspiró tratando de no pensar en ello.

-Puede ser... pero, ¿Y si sí?-lo notó al instante. La semilla de la duda creciendo en el interior del rubio.

-No lo sé...-suspiró-Estaré más atento para ver si averiguo lo que ocurre... ¿Te quedas más tranquilo?-el moreno le miró algo más animado.

-Un poco-le sonrió con condescendencia.

No volvieron a hablar del tema. Los días pasaron, y con ellos las semanas, meses...

Willy se había concentrado en observar los cambios en Vegetta, el cual parecía inusualmente cansado la mayor parte del tiempo, y mientras, Fargan decidió dejar de ocultar el hecho de que sí creía en los conjuros. Pequeños hechizos que supuestamente debían tener la función de mantener a los malos espíritus alejados de su hogar.

Kerberos. Farwigetta OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora