Lágrimas de cera

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Lunes por la mañana, centro de la ciudad de Tokyo, un sin fin de personas que iban y veían por las calles de esa ciudad cosmopolita, junto con Celtian, que pisaba por primera vez los lustrosos e inmaculados pisos del edificio Aiko, en donde se encontraban las oficinas de la disquera Imaimashi Kiroku propiedad de la familia Row, que llegó a instalarse a ese país a finales de la década de los '40, después de la Segunda Guerra Mundial.

-Bien, quiero que se comporten, por favor- habló a todos los ocupantes de ese ascensor -No quiero quejas, gritos, peleas, llantos y mucho menos, lanzar improperios al aire- se sentía sumamente nerviosa mientras ascendían al décimo piso -Cualquier incomodidad que surja, la guardan muy dentro de su mente y me la dicen afuera cuando salgamos de aquí- el silencio era aterrador -Es la disquera de la familia de Lai y les suplico, por favor, que no me dejen en vergüenza ante nadie, ¿Entendido?-

Movieron sus cabezas en afirmación, era un movimiento mecánico y casi autómata. Era muy estricta con ellos y cuando se enojaba, lo cual ocurría muy a menudo, sembraba el terror. Lo mejor para todos y cada uno de ellos, era hacer su voluntad y cumplir todos sus deseos, para no salir mal heridos o llorando como niñitas por su brutal sinceridad.

-Prometemos portarnos bien, hermanita- levantó una mano en juramento, al igual que el resto -Bien...- las puertas se abrieron, habían llegado -Este es un pequeño paso para una banda oculta entre las sombras...- inhalaron profundamente, todos juntos y a la vez -Y un enorme salto para la humanidad...- la imagen que presentaban dentro de ese ascensor, era algo jamás visto por esos lares  -Nacimos listos y recuerden esto, Celtian...- miraban al frente dispuestos a enfrentar su destino -Siempre dignos-

Dieron el primer paso en grupo que lo definiría todo, que los uniría o destruiría a la vez, de eso aún no estaban seguros, pero debían intentarlo.

-Lo logramos- murmuró Yue al salir del ascensor -Llegamos hasta aquí, chicos-

Leyó la enorme marquesina con el nombre de la disquera en la pared y detrás de la recepción. No podían gritar y mucho menos celebrar en ese momento, pero les llenaba el pecho de orgullo estar allí.

-Buenos días, señorita...-

Se apartaron nerviosos y en silencio, mientras ella mantenía esa breve conversación con la recepcionista.

-Nosotros somos Celtian y tenemos reunión con el señor Row a las diez, soy Dea Lavey y la misma está programada bajo mi nombre-

Chequeó lo dicho en la computadora frente a ella de una manera muy profesional.

-Si, así es, tomen asiento en el lobby y serán llamados por mí en breve- señaló el mismo a unos metros de ellos -Él señor se encuentra con su hijo en este momento, pero no tardará-

-Gracias, lo haremos-

La examinó con detalle, esos ojos verdes le resultaron muy que familiares, pero en otra persona.

-¿Tú eres Eyra?- preguntó por lo bajo e inclinándose un poco.

-Si, lo soy- hizo lo mismo que ella, parecía que compartían un pequeño secreto -Mi hermano tenía razón...- su sonrisa era infinita -Eres preciosa-

-No más que tú-

Era cierto, era bellísima, su cabello era castaño, liso y tan largo que sobrepasaba sus caderas, sus ojos eran verde azulados, al igual que los de su hermano, su rostro era armónico y simétrico, con una sonrisa perfecta, como todo de ella.

-Gracias por la ropa, a Gaia y a mí nos encantó todo lo que nos enviaron-

Se apartó un poco para que la viera completa, ya que llevaba medias negras, unos shorts granates hasta la cintura y tiradores del mismo color, acompañados de una pequeña blusa negra que enseñaba su abdomen y un sombrero del mismo color que aplacaba sus perfectos rizos, sin mencionar las hermosas botas caña alta que llegaban hasta sus muslos. Era adorable y muy particular con la vestimenta. A pesar de llevar ropa de segunda mano, sabía como usarla y lucirla bien.

Una nota más [Jujutsu Kaisen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora