La abadía

2 0 0
                                    


CAPITULO I

Sonó el teléfono con insistencia en el pequeño y apartado despacho de la comisaría. Roberto levantó de mala gana la cabeza, alargó la mano y cogió el auricular.

- ¿Sí?

- ¿Roberto? ¿Estás muy ocupado?

"Vaya, el capitán se digna llamarme", pensó para sus adentros. "¡Y me pregunta si estoy ocupado! ¡Cómo si no lo supiera!".

- No. Dígame.

- Necesitamos alguien que entienda de antigüedades.

Roberto enarcó las cejas y abrió mucho los ojos.

- ¿Antigüedades?

- Sí, eso he dicho. Usted tiene estudios de cosas antiguas de esas, ¿no?

- Pues sí, soy licenciado en... ¿A qué clase de antigüedades se refiere?

- ¡De todo tipo! Ayer murió el anticuario del número 10 de la calle Orfila y tiene el local repleto de trastos y objetos cubiertos de polvo. Venga a mi despacho y le daré más detalles.

Roberto colgó el teléfono, se levantó y fue al despacho de su jefe de mala gana. "¿Y yo qué sé de antigüedades?", pensó para sus adentros.

Llamó a la puerta y tras escuchar la invitación a entrar abrió la puerta y pasó. En el despacho estaba el capitán y una mujer sentada en una de las sillas frente al escritorio. Tenía el pelo muy largo y negro como el azabache que contrastaba con una piel blanca como la nieve. Lo llevaba recogido en una cola de caballo y tenía un flequillo corto que le tapaba un tercio de su blanca frente. Tenía unos penetrantes ojos azules turquesa y unos inconfundibles rasgos eslavos.

- Antes de nada le voy a presentar a la agente Lubov Esquinza. Agente Esquinza, este es el agente Roberto Molinero, nuestro experto en antigüedades.

"¡Experto en antigüedades! Vaya presentación". Pues si era un experto lo que necesitaban...

- Encantado. – dijo Roberto mientras le estrechaba la mano.

- Lo mismo digo – contestó ella con voz inexpresiva.

A Roberto le impactó la mirada de aquella mujer. Sus ojos parecían penetrar su mente y leerle el pensamiento.

- ¿Es usted rusa? – inquirió Roberto.

- Mi madre es de Gomel, Bielorrusia. – respondió Lubov con toda naturalidad, - y mi padre es de Valladolid. Sin embargo, yo soy madrileña, de La Latina.

- ¡Cualquiera lo diría! – se le escapó a Roberto, que se dio cuenta de lo que acaba de decir – ¡Perdón!

- No se preocupe – le contestó Lubov con la misma inexpresividad en la voz – Estoy acostumbrada a que todo el mundo me tome por una turista extranjera.

- ¿Y si vamos al tema? – cortó el capitán – Ya tendrán tiempo de hablar más tarde.

- Disculpe. – se excusó Roberto. – Le ruego que empiece.

- Gracias. – aceptó el capitán – La señorita Esquinza va a colaborar con nosotros en la clasificación de todo el material que hay en esa tienda. Es una acreditada experta en antigüedades; la mejor que podíamos encontrar en la central del cuerpo de policía y usted va a colaborar con ella. El caso es que parece ser que hay dos posibles herederos que han aparecido, muy oportuna y sospechosamente, poco después de la defunción del anticuario. Nuestro fallecido se llamaba Augusto Ramírez, era soltero y no se le conoce ningún pariente vivo. Por lo investigado hasta ahora, era el último de tres hermanos, dos hombres y una mujer. Los dos hermanos mayores ya hace tiempo que fallecieron. Siempre según los informes que tenemos, la hermana estuvo casada y tuvo una hija, llamada Margarita, cuyo paradero actual es desconocido. El marido de la hermana era birmano y, por eso, la familia entera se fue a vivir a Birmania y ahí se le pierde la pista. Nuestra embajada no tiene ningún dato acerca de ella desde 1982, que es cuando fijó su residencia en Rangún, la capital. No sabemos si después se desplazaron a algún otro sitio. No hay ni datos ni fotografías de ella. En cuanto al hermano mayor, tuvo dos hijos, Augusto y Alfredo. El mayor, Augusto, era teniente y murió en la guerra de Corea y al menor, o sea, a Alfredo, se le pierde la pista en Vietnam en 1972. No era militar como el otro, pero desapareció en la batalla de Hué. Era médico, y según todos los informes, muy bueno. Por supuesto, nadie ha vuelto a saber nada de él en todos estos años y se le da por muerto. Por lo tanto, estos dos "presuntos" herederos que acaban de aparecer, están bajo sospecha de ser impostores y les estamos investigando. Sus nombres son Margarita Chen Ramírez y Alfredo Ramírez Castro. Los nombres coinciden pero hay muchas cosas sospechosas; entre otras su prisa por obtener la herencia cuanto antes. Por eso necesito que investiguen qué puede haber de valor en esa almoneda.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 17, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La abadíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora