❤️‍🔥🩸CAPITULO 2🩸❤️‍🔥

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A medida que atravesaba Scramer's, Mew esbozó una despectiva sonrisa mientras la multitud tropezaba entre sí para apartarse de su camino.

De sus poros emanaba miedo y una curiosidad morbosa y lujuriosa. El vampiro inhaló el fétido olor.

Ganado. Todos ellos.

A pesar de llevar las gafas oscuras, sus ojos no pudieron soportar las tenues luces, y tuvo que cerrar los párpados. Su vista era tan mala que se encontraba mucho más cómodo en total oscuridad.

Concentrándose en su oído, esquivó los cuerpos entre los compases de la música, aislando el arrastrar de pies, el susurro de palabras, el sonido de algún vaso estrellándose contra el suelo.

Si tropezaba con algo, no le importaba. Daba igual de lo que se tratase: una silla, una mesa, un humano..., simplemente pasaba por encima de lo que fuese.

Notó la presencia de God claramente porque el suyo era el único cuerpo de aquel maldito sitio que no apestaba a pánico. Aunque el guerrero estuviese al límite esa noche.

Mew abrió los ojos cuando estuvo frente al otro vampiro. God era un bulto informe, su color oscuro y su ropa negra eran lo único que la vista de Mew conseguía apreciar.

-¿A dónde ha ido Singto? -preguntó Mew al sentir un efluvio de whisky escocés.

Mew se sentó en una silla. Miró fijamente al frente y observó a la multitud ocupando de nuevo el espacio que él había abierto entre ellos.

Esperó.

God se distinguía por no andarse por las ramas y sabía que Mew no soportaba que le hicieran perder el tiempo. Si guardaba silencio, era porque algo ocurría.

God bebió un sorbo de su cerveza, luego respiró con fuerza.

-Gracias por venir, mi señor...

-Si quieres algo de mí, no empieces con eso -dijo Mew con voz cansina, advirtiendo que una camarera se les aproximaba.

Pudo percibir unos pechos grandes y una franja de piel entre la ajustada blusa y la corta falda.

-¿Quieren algo de beber? -preguntó ella lentamente. Estuvo tentado de sugerir que se acostara sobre la mesa y lo dejara beber de su yugular.

La sangre humana no lo mantendría vivo mucho tiempo, pero con toda seguridad tendría mejor sabor que el alcohol aguado.

-Ahora no –dijo Mew.

Su hermética sonrisa espoleó la ansiedad de ella causándole, al mismo tiempo, una ráfaga de deseo. Mew pudo notar ese aroma en los pulmones.

No estoy interesado, pensó.

La camarera asintió, pero no se movió. Se quedó allí, mirándolo fijamente, con su corto cabello rubio formando un halo en la oscuridad alrededor de su rostro. Embelesada, parecía haber olvidado su propio nombre y su trabajo.
Y qué molesto le resultaba aquello. God se revolvió impaciente.

-Eso es todo -murmuró-. Estamos bien.

Cuando la muchacha se alejó, perdiéndose entre la multitud, Mew escuchó a God aclararse la garganta.

-Gracias por venir.

-Eso ya lo has dicho.

-Sí. Claro. Eh... nos conocemos hace tiempo.

-Así es.

-Hemos luchado juntos muchas veces. Hemos eliminado a montones de restrictores.

Mew asintió. La Hermandad de la Daga Negra había protegido la raza contra la Sociedad Restrictiva durante generaciones. Estaban God, Singto y los otros cuatro. Los hermanos eran superados en número por los restrictores, humanos sin alma que servían a un malvado amo, el Omega. Pero Mew, sus guerreros se las arreglaban para proteger a los suyos.

AMANTE ETERNO   MEWGULFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora